Es muy común escuchar sobre la violencia bipartidista, sobre todo en boca de los abuelos, lo que si no es habitual – por lo menos fuera del ámbito académico- es discutir sobre las consecuencias que trajo la misma sobre la población que la sufrió directamente. Uno de esos casos particulares, entre tantos otros, concierne a la aparición en la escena nacional de Teófilo Rojas alias “chispas”.
Se hace alusión a bandido vengador porque es justo por la represalia hacia él que se configurarían acciones que ponen en tela de juicio la condición “humana” del hombre. El siguiente fragmento de entrevista constata lo anterior:
«Mi nombre de pila es: Teófilo Rojas, y voy a contarles entonces la manera como tuve que vivir; siendo todavía muy muchacho y por allá desde el año 1949 y 50, cuando vivía al lado de mis padres, en una finca que llamábamos «La Esperanza», donde trabajábamos y vivíamos muy tranquilos, hasta cuando, me recuerdo como si fuera ahora, empezaron a llegar gentes uniformadas que en compañía de unos particulares, trataban muy mal a los que teníamos la desgracia de encontrarnos con ellos, pues a los que menos nos decían nos trataban de collarejo h.p. y otras palabrotas por demás ofensivas, cuando no era que nos pegaban o nos amenazaban, lo que nos mantenía llenos de miedo, que aumentó espontáneamente cuando dieron muerte a muchos y atropellaban a los niños y violaban a las mujeres, haciéndoles todo lo que se les antojaba…, y yo que entonces no tenía sino escasos trece años, a mí me daba mucho miedo y me dolía todo lo que hacían, me resolví a largarme de cerca de esas gentes tan malas, a ver si evitaba morir por fin en sus manos…»(Sánchez Gonzalo, 1983).
Chispas, Nacido en Rovira (Tolima) en la década de 1930, tuvo que pasar por el infortunado tiempo en que la policía chulavita incursionaba en el departamento; Rovira de tradición liberal sería una de las zonas más azotadas por la acción de la misma. Chispas de corte liberal, ante la negligencia estatal no tuvo otra salida: armarse o morir en manos de las fuerzas policiales chulavitas o los antecesores del paramilitarismo, conocidos como “chulos o pájaros”. Sus primeros pasos en el bandolerismo los dio junto a la cuadrilla liberal de Leónidas Borja alias “el lobo”, pero ante los fracasos que representaron las amnistías de 1953 y 1957, Chispas regresa a las armas.
El campo de acción de Teófilo Rojas se dividió entre el centro occidente del departamento del Tolima y el oriente del Quindío. Tomándose atribuciones del estado al brindar seguridad a campesinos, ganaderos, comerciantes y población en general de dichas zonas, bien fuese por iniciativa propia comandando en su cuadrilla a cerca de 68 hombres o por encargo de hacendados cafeteros de la región cansados del azote de las cuadrillas de bandoleros conservadores.
Uno de los episodios más recordados en su prontuario tuvo lugar en la vía que comunica Ibagué con Armenia el 28 de junio de 1959, donde dos de sus subalternos alias “Franqueza” y alias “Triunfo” se disponían a esperar el paso del jefe del directorio conservador Jorge Leyva, pero no arribó, en cambio detuvieron un bus con 48 alumnos y el director del conservatorio de música de la Universidad de Caldas. Al interrogarlo el profesor se identificó como tal, una vez mencionó la palabra conservatorio fue asesinado por confusión. Aunque Chispas no estuvo en el lugar de los hechos, dicho asesinato se le atribuyó y de esa manera la prensa ejerció presión a las fuerzas militares para dar con su captura o darlo de baja.
Finalmente, Teófilo Rojas fue dado de baja en la vereda la Albania, jurisdicción del municipio de Calarcá (Quindío), a manos de un comando del ejército el 22 de enero de 1963. Su amor por Gloria, una joven campesina oriunda de Calarcá le valió ser delatado por parte del padre de la joven, conocido como “Jara” compañero de copas de Chispas. Fue así, como bajo un estricto plan de acción, una bala de fusil punto treinta atravesó la clavícula y la vena aorta de Teófilo Rojas. Sus cerca de 1500 crímenes, le valieron la excomunión y ser sepultado en zona de suicidas (Villanueva Martínez, 2007).
Como consideración final, es de resaltar la importancia que tiene el conocimiento sobre este tipo de personajes, quienes marcaron la historia del país. Entender estos fenómenos facilita la alfabetización histórica en cuanto al marco del conflicto armado me refiero, esa disputa sin fundamento ético alguno entre liberales y conservadores desembocaría en la exclusión política que dio origen a las guerrillas comunistas, antecesoras de movimientos guerrilleros como lo son las Farc, Eln, Epl, entre otras.
Otra de las consecuencias fácticas, es el origen del paramilitarismo en el Tolima familias enteras enfrentándose por décadas a causa de diferencias ideológicas se transformarían para 1996-1999 en lo que se conoce como el Bloque Tolima de las Auc, como reacción a la arremetida guerrillera en el departamento para la época.
Es de resaltar la función social que posee el historiador, concretamente en este momento histórico, quedarse de brazos cruzados en un país marcado por la violencia, la intolerancia, la analfabetización histórico-política no tiene razón de ser en la vida profesional del historiador colombiano. Ante la poca voluntad política de las elites colombianas, considero que la búsqueda de la justicia por encima de la verdad, es el fin filosófico y ético de la historia. ¿O acaso nos daremos el lujo de continuar en lo que ha denominado el sociólogo Francés Daniel Pecaút como la “bicicleta estática”? categoría asignada al nulo avance en la superación del conflicto interno, negociación tras negociación que no confluye en una solución definitiva.