Edilson Álvarez, Jorge Hurtado y Fernando Montes son tres campesinos del Guayabero, una región ubicada en los límites de los departamentos del Meta, el Guaviare y el Caquetá, cuya principal actividad económica es el cultivo de hoja de coca. En esa alejada zona de Colombia, la población ha sufrido las consecuencias del conflicto armado, y desde el 2018 ha sido perseguida por las fuerzas armadas del Estado, que adelantan operativos militares para erradicar forzosamente los cultivos ilícitos. En el 2017, Edilson, Jorge y Fernando, con el apoyo de las comunidades rurales, fundaron el medio de comunicación comunitario Voces del Guayabero, para denunciar la cruda realidad a la que están sometidos.
Por: Lina Álvarez
Cuarenta campesinos almorzaban sancocho en la finca de Jorge Hurtado. Desde allí podían ver sobre otro terreno de Nueva Colombia, en la vereda de Vista Hermosa, Meta, a los militares de la Fuerza de Tarea Conjunta Omega que estaban a cargo del sargento Raúl Flórez y tenían la misión de erradicar los cultivos de coca.
Hurtado, el dueño de la finca, es un hombre sonriente de cuarenta años, padre de tres hijos, dos mujeres y un bebé, que llegó a la región del Guayabero desde Bolívar, Santander, buscando mejores condiciones de vida. Allí conoció a Leidy, con quien se casó y desea compartir el resto de su vida.
Dice que cultiva coca porque desde allí no es posible vender otros alimentos cultivados por los campesinos. Según él, es más fácil venderle la coca a la guerrilla o comercializarla en otro punto, que vender un bulto de plátano que llega negro a San José del Guaviare, después de siete horas de viaje desde Nueva Colombia.
En esta región no hay carreteras, la única opción es moverse en embarcaciones sobre el río Guayabero. Un bulto de comida tiene el mismo valor que el pasaje de una persona, ochenta mil pesos.
Leidy Cárdenas, la esposa de Hurtado, junto a su hija mayor y otras vecinas, prepararon la comida para las y los campesinos que estarían en el plantón durante toda la semana. En otras zonas de la vereda había más pelotones del Ejército, así como otros plantones de vecinos que querían evitar que les erradicaran los cultivos.
Las jornadas cotidianas de campesinos como Hurtado giraban en torno al cuidado de los cultivos de hoja de coca, a la pesca, a la cría en pequeña escala de ganado y a sus cultivos de pancoger. Pero la presencia de la unidad de las fuerzas armadas cambió esa cotidianidad de quienes habitan en Nueva Colombia. Empezaron a levantarse desde muy temprano para raspar, entre todos, la hoja de la coca. En algunos casos, cuando era inminente la erradicación hecha por los soldados, soqueaban los cultivos para salvar la semilla y evitar ser violentados por los militares.
Según un artículo de La Liga Contra el Silencio, publicado en el portal 070, la Fuerza de Tarea Conjunta Omega es una unidad conformada “por hombres del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea creada en 2003, con el objetivo de enfrentar militarmente a la entonces guerrilla de las FARC. Desde 2019, parte de la misión de la Fuerza Omega es ‘neutralizar grupos armados residuales’ en trece municipios de la zona del Guayabero”.
El Guayabero
La región del río Guayabero solo tiene dos entradas desde Villavicencio, la capital del Meta. Una opción es la travesía por los caminos de Puerto Rico, y la otra es por carretera hasta San José del Guaviare; luego se toma una trocha hasta Puerto Nuevo y Puerto Cachicamo, y finalmente, se siguen trayectos en lancha sobre el afluente. El 08 de agosto del 2020 llegué a la zona a través del primer camino, después de doce horas de viaje en motocicleta.
Hace más de cuarenta años empezaron a colonizarse las veredas más recónditas de municipios como Vista Hermosa, Puerto Rico, Puerto Concordia, La Macarena y San José del Guaviare. La gente que llegó a estos territorios del oriente de Colombia huía desde la década del cincuenta debido a la violencia que desataron partidarios conservadores y liberales en departamentos como el Valle del Cauca, Tolima, Caldas, Risaralda y Quindío.
Así describió el sociólogo Alfredo Molado, en un texto titulado Aproximación al proceso de colonización de la región del Ariari-Güejar Guayabero, la colonización de la zona donde está ubicada la vereda Nueva Colombia:
“Esta nueva ola de inmigración [que se dio entre 1980 y 1988] estaba compuesta por campesinos pobres de zonas andinas, por colonos arruinados de la misma región, por jornaleros de las áreas de agricultura comercial y, por primera vez, por desempleados y rebuscadores urbanos de las más heterogéneas condiciones sociales y económicas.
Esta enorme masa de fuerza de trabajo se concentró principalmente en Vista Hermosa, Puerto Rico y a lo largo del Guayabero, fundando poblaciones que hasta entonces eran discretos y solitarios atracaderos. Nacieron así el Raudal, La Carpa, Nueva Colombia, Cachicamo, Puerto Nuevo. En estos puntos se concentraron los servicios, el comercio y la vivienda, y de allí partió la onda que derribó la selva y multiplicó las chagras y los trabajaderos. Quizás el fenómeno más importante, desde el punto de vista de la demografía, fue el surgimiento de estos pueblos o pequeñas concentraciones a lo largo de los ríos y de las trochas principales”.
Algunos de sus habitantes recuerdan que los Gobiernos de la época, particularmente el del presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978), les entregaron hachas y los animaron a asentarse en la región. Varias generaciones de colonos han nacido en el Guayabero, y pese a que sus condiciones de vida son precarias, no conciben la idea de vivir en otro lugar.
En 1974, años después de que empezara la colonización de esta zona, se adoptó en Colombia el Código Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente, donde se establece el Sistema de Parques Nacionales. Las tierras que ocuparon los colonos del Guayabero fueron protegidas bajo el manejo de protección especial de los Parques Nacionales Naturales de Picachos, Tinigua, La Macarena y Chiribiquete.
La población campesina no imaginó que esta denominación traería cambios, pero la legislación colombiana es rígida con las actividades económicas en cualquier zona de interés ambiental, y ellos talaban árboles para instalar sus cultivos de pancoger y para construir sus ranchos y los de sus animales.
Los pobladores del Guayabero no solo querían cultivar para comer, deseaban acceder a recursos económicos para suplir otras necesidades. Intentaron con cultivos de maíz, pero los costos de transporte eran más altos que el valor del grano en el mercado. En departamentos como el Cauca, el mismo Guaviare y Nariño ya se cultivaban coca, marihuana y amapola como forma de subsistencia. Así, poco a poco, aparecieron los cultivos de uso ilícito en el Guayabero.
Tiempo después, cuando las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) ocuparon la región, limitaron las actividades que afectaban el medio ambiente, como la tala de árboles, y controlaron la economía ligada a los cultivos de la coca.
Don Miguel es un campesino de la vereda La Esperanza, de Puerto Rico. Él llegó a la región mucho antes de que las Farc dominaran esta zona del oriente de Colombia. Dice que, pese a la irrupción de los insurgentes, su vida no cambió: vivían en una situación de pobreza aguda, pero sin problemas de violencia. “Nos hablaron que querían luchar por nuestros derechos y empezaron a promover el trabajo colectivo para edificar puentes, carreteras y otras obras que beneficiaban la comunidad”, recuerda este adulto mayor. Pero con la llegada del Ejército empezó la zozobra: los acusaban de pertenecer al grupo insurgente y, si no eran estigmatizados, solían pedirles favores a los que no podían negarse, una situación que los exponía frente a los guerrilleros, quienes los señalaban de soplones.
En el 2016 las Farc y el Estado colombiano firmaron un Acuerdo de Paz. Los hombres y mujeres del grupo insurgente dejaron las armas y el pacto que firmaron prometía cambios profundos para el campesinado de la región, como una reforma rural y un plan para la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos.
Pero en la región del Guayabero la implementación del Acuerdo Final de Paz no ha sido fácil. Antiguos miembros de las Farc retomaron las armas y crearon las disidencias que ahora controlan el territorio, mientras que el Estado les ha incumplido a las y los lugareños con los proyectos para sustituir de forma voluntaria los cultivos de coca.
En esta apartada región del país, el Estado hace presencia con sus fuerzas armadas. Ya no combaten a un grupo insurgente, como en el pasado, sino que cotidianamente hacen operativos contra los grupos disidentes de las Farc, los cultivos de coca y las poblaciones que habitan en los Parques Nacionales Naturales.
Como respuesta a las difíciles condiciones de vida, a la relación tensa con las fuerzas armadas y a los hechos que vulneran sus derechos, las y los campesinos —que no sabían de cámaras ni emisoras, y que incluso no sabían leer ni escribir— crearon en diciembre del 2017 un medio de comunicación al que llamaron Voces del Guayabero, donde don Miguel se formó como comunicador comunitario, bajo la dirección de antecesores como Mincho.
Una denuncia viral
A Hurtado se le da bien escribir y hablar. Aprendió a tomar fotos y hacer videos en una escuela de comunicación a la que asistió en el 2017, liderada por una periodista a la que contrataron con el dinero que recogieron en varias veredas. Durante los últimos años ha acumulado experiencia para denunciar los abusos de los que son víctimas los campesinos en la región del Guayabero. Hurtado sabe que cuando hay operativos militares es periodista comunitario, pero dice que ante los atropellos no puede evitar exaltarse y gritar todo lo que siente a los militares.
Después de dos días en la vereda Nueva Colombia, en agosto del 2020 se hicieron evidentes dos realidades. Por un lado, la de los campesinos que no se acogieron al Programa Nacional de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (PNIS), que se creó tras la firma del Acuerdo Final de Paz, en el 2016; y por otro lado, la de quienes se habían acogido al programa. Los primeros eran quienes más sentían el impacto de los operativos de erradicación. Los segundos sufrían por el incumplimiento del Estado, pues al dejar de cultivar coca no tenían la entrada económica más importante para su subsistencia. Por esos escenarios habían tenido que desplazarse muchas personas, y quienes se quedaron en sus fincas vieron más precarizadas sus vidas.
El 08 de agosto del 2020, una semana antes de mi visita, Voces del Guayabero denunció que catorce personas fueron retenidas por el Ejército. Los catorce hombres habían ido, antes del amanecer, a cortar un cultivo de coca de manera voluntaria para que así la fuerza pública no se adentrara en sus propiedades.
El día de las detenciones, Edilson Álvarez, conocido con cariño como Mincho, y Fernando Montes, distinguido como Gallito, caminaron hacia la finca donde los catorce campesinos estaban cortando los cultivos. Querían registrar el proceso para Voces del Guayabero y contar que la comunidad se sentía presionada por el Ejército desde abril del 2020.
En el camino, de repente, escucharon un bombazo, y minutos después sonaron disparos. Mincho y Gallito supusieron que habían quedado en medio de un enfrentamiento entre disidencias de la antigua guerrilla de las Farc y las Fuerzas Armadas del Estado. Pero en ese momento vieron que varios militares corrían hacia ellos.
Los periodistas comunitarios huyeron y lograron entrar a una casa, donde evitaron que se los llevaran. El hostigamiento frustró su intención de cubrir la labor de los campesinos que estaban cortando los cultivos de coca y quienes fueron retenidos por el Ejército. “Nos decían que si nos pillaban solos nos iban a dar una plomacera”, recuerdan Mincho y Gallito.
Mincho, Hurtado y Gallito le tienen miedo al Ejército desde que el 04 de junio del 2020 este último fue herido en la mano derecha por una bala de fusil, cuando cubría un operativo militar en la vereda Tercer Milenio. Además, reciben amenazas constantemente: “Usted es el fotógrafo, pero de la guerrilla, no se le dé por nada cuando lo cojamos y lo hagamos picadillo”, “tranquilo, hijo de puta, la próxima vez no le volamos solo un dedo”, “vayan por el de la cámara”, les han dicho algunos soldados.
Los tres periodistas de Voces del Guayabero se encontraron ese 08 de agosto en un sitio acordonado por los militares. Los uniformados evitaron a toda costa que la comunidad llegara hasta la finca donde ocurrieron las retenciones de los catorce campesinos. Las mujeres de la vereda fueron a preguntarles a los uniformados por sus hijos, esposos y hermanos. Ante los cuestionamientos, los soldados lanzaron gases lacrimógenos y, aseguran los vecinos, les dispararon con sus fusiles.
De la detención ilegal se enteró el país gracias a la labor que hizo Hurtado. Él grabó el momento en el que las mujeres hacían el reclamo y lo publicó en las redes sociales de Voces del Guayabero, con la etiqueta #SOSGuayabero. Su publicación se volvió viral y fueron escuchados en el ámbito nacional; incluso algunos medios masivos de comunicación compartieron información sobre el caso.
Uno de los hombres retenidos aquel día manifestó que, de no haber sido por el aviso oportuno de Voces del Guayabero, no estaría contando la historia. Pues gracias a que las personas respondieron al llamado de auxilio y replicaron la denuncia, ellos fueron liberados varias horas después. Tenían morados en el cuerpo debido a las patadas y los culatazos que les propinaron los militares, quienes los acusaban de ser guerrilleros.
En algunos medios de comunicación circularon las versiones del general Raúl Hernando Flórez Cuervo, comandante de la Fuerza de Tarea Omega, y el gobernador del Meta, Juan Guillermo Zuluaga, quienes contaron que ese día a uno de los campesinos lo trasladaron en helicóptero, después de que fuera herido por una bala, en medio del fuego cruzado entre el Ejército y las guerrillas de Gentil Duarte, un grupo armado que tras la firma del Acuerdo de Paz se rearmó y sostiene el control territorial en parte de los departamentos de Meta, Guaviare y otras regiones del país.
Sin embargo, en Nueva Colombia es otra la versión que circuló: la población aseguró que ese día no hubo ningún enfrentamiento, que lamentablemente unos soldados activaron una mina y, ante la explosión, otros militares empezaron a disparar; quienes respondieron fueron los compañeros militares al otro lado del camino. “Es que ese día no hubo ningún enfrentamiento. Sonó un bombazo reduro e inmediatamente ellos empezaron a disparar, nosotros nos tiramos al piso porque no podíamos ni correr, eso venía bala de todos lados. Luego empezaron a gritarse, que no dispararan, que eran todos del Ejército. El bombazo fue en la montaña, pero se desquitaron con nosotros. Duraron un montón disparando, incluso por eso hirieron a nuestro amigo”, contó uno de los testigos.
La experiencia de dar a conocer esa denuncia en las cuentas de Voces del Guayabero, que se hizo viral y que probablemente ayudó a que los militares liberaran a los campesinos retenidos, permitió que Hurtado comprendiera el poder de la comunicación y dimensionara lo que podían lograr con Voces del Guayabero.
“Me di cuenta de que muchos de los atropellos a los derechos humanos que se cometían en mi región no salían a la luz pública, no eran informados o eran informados de forma distorsionada. Decían allá, en los medios tradicionales, cosas que no eran; ha sido un poco mala la relación con el Ejército, porque nos vinculan con las disidencias, siempre están los señalamientos y la estigmatización hacia nuestro medio y hacia el campesinado en general”, comentó Jorge Hurtado mientras almorzaba el sancocho en su finca, junto a los otros cuarenta campesinos que participaban en el plantón.
Denunciar la represión del Estado
En el 2018, el Gobierno nacional, con el apoyo de la fuerza pública, llegó a la región del Guayabero para hacer la extinción de dominio de quinientas reses que tenían los campesinos en zonas protegidas por Parques Nacionales Naturales. Los y las campesinas no comprendían por qué, si por un lado les decían que eran grandes narcotraficantes por cultivar coca, por otro lado, los tildaban de delincuentes por tener cabezas de ganado en sus fincas.
En ese momento les hicieron saber que de una u otra forma buscaban que se fueran de esos territorios, que esas tierras no les pertenecían, a pesar de que en ellas vieron envejecer a sus padres y enterraron a sus abuelos. Son zonas de Parques Nacionales Naturales y, por ende, estaban cometiendo un delito ambiental solo por coexistir allí, con el agravante de que realizaban actividades económicas que implicaba la tala de árboles.
“Mi familia llegó hace ochenta y siete años a los llanos del Yarí y tengo la fortuna de ser oriundo de este territorio. Nunca nos dijeron que íbamos a ser penalizados por estar viviendo en zonas protegidas, pero va y uno mira la construcción de los oleoductos, como el Tapir, los cuarenta y seis bloques petroleros que están concesionados entre San José del Fragua y San José del Guaviare y las catorce hidroeléctricas proyectadas, y se comprende porqué no nos quieren en esta zona. Las pretensiones no son cuidar los bosques amazónicos y los ecosistemas, sino desocupar de gente estos territorios para entregárselos a las multinacionales”, comentó don Carlos, un líder campesino que ha estado al tanto de la amenaza que representa la Operación Artemisa para los pobladores del Guayabero.
Don Carlos y la comunidad señalan que en la Operación Artemisa las fuerzas armadas se concentraron en capturar a campesinos con pequeñas hectáreas, mientras que a los grandes ganaderos no los tocaron. Ante la arremetida del Estado que se hizo evidente en el 2018, los campesinos de Voces del Guayabero buscaron a una periodista para que los formara y así denunciar de la mejor manera posible lo que ocurría en la región. Aprendieron lo básico: cómo manejar una cámara, aspectos mínimos de la edición audiovisual y la creación y la administración de la cuenta de Voces del Guayabero en Facebook.
Entre habitantes de veredas del Meta y el Guaviare recogieron diez millones de pesos para comprar un computador y dos cámaras, y mandar a hacer unos chalecos. En el 2019, dos mujeres y tres hombres de la comunidad se formaron en herramientas de la comunicación y viajaron de vereda en vereda entrevistando a los pobladores para hacer un documental sobre los problemas de la región. No obstante, dicho documental no vio la luz porque la periodista se habría quedado con el material, nunca regresó a la región y los reporteros comunitarios no guardaron copias de la información.
Casi todo el 2020 estuvo lleno de denuncias de violación de derechos humanos, estigmatización por parte de la institucionalidad hacia las y los campesinos y atropellos a la libertad de prensa. Las situaciones de violencia intimidaron a las dos mujeres que hacían parte del medio de comunicación comunitario y por eso se retiraron del proceso. Sin embargo, en ese mismo año lograron difundir a nivel nacional varias situaciones en las que militares vulneraron sus derechos humanos, y el perfil en Facebook de Voces del Guayabero pasó de contar con unos pocos amigos a alcanzar el tope máximo de cinco mil.
Gallito
Gallito llevaba más de dos meses sin manejar motocicleta. Él estaba nervioso porque quizás no podría soportar el peso de los dos sobre la moto, y yo, porque pensaba que podíamos caernos sobre los barrizales. Nos dirigíamos en agosto del 2020 a las veredas La Reforma y Caño Cabra.
A Fernando Montes sus vecinos lo apodan Gallito porque tiene fama de peleonero. Tiene cuarenta y cinco años, es de piel trigueña, delgado y bajito. Nació en La Dorada, Caldas. Recorrió distintas regiones del país buscando de qué vivir, hasta que empezó a trabajar como obrero en algunas fincas del Guaviare. Finalmente, se radicó en la vereda La Reforma del municipio de Puerto Rico, en la región del Guayabero.
Desde el 20 de mayo del 2020 campesinos de Meta, Guaviare y Caquetá se juntaron en la vereda Tercer Milenio de Vista Hermosa e iniciaron protestas para exigir el respeto de sus derechos, vulnerados por la Operación Artemisa. En las movilizaciones, según cuenta Gallito, la comunidad no lo dejaba andar solo porque había sido amenazado en varias ocasiones.
El 04 de junio la tensión aumentó. En la mañana, cuando los campesinos y campesinas todavía dormían, se escucharon en las veredas ráfagas de fusil disparadas por el Ejército y los gases lacrimógenos lanzados por hombres del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía, que arribaron a la zona en cuatro helicópteros.
Los policías y los militares quemaron las tiendas de campaña y los bultos de mercado que encontraron en el camino. La comunidad respondió a las agresiones con palos y piedras. Para Gallito, que vestía el chaleco distintivo de Voces del Guayabero, la situación se salió de control cuando un disparo lo impactó justo en el momento en que tomaba una fotografía con su cámara Nikon: “Todo se volvió un caos. Yo nunca había estado en una situación de esas, donde hubiese tanto atropello, tanto maltrato al campesino, y mucho menos a los comunicadores de prensa. Eso se volvió como una masacre, porque todos corrían para un lado, otros gritaban y ahí fue donde resulté herido en mi mano. Mi cámara fue destrozada, pero yo pensaba en mi mano, quería salvar la memoria para tener la información, pero todo eso quedó totalmente destruido y en la huida también caí en un charco”.
Era inevitable para Gallito hablar de este tema sin tocarse el dedo meñique, que fue el que sufrió el daño más evidente y el que no podía doblar. A dos meses del hecho, su mano se veía desfigurada. Gallito no acudió a un centro médico porque estaba muy lejos y porque temía ser agredido mientras hacía un desplazamiento hasta San José del Guaviare.
En la noche de ese 04 de junio organizaciones de derechos humanos compartieron en sus redes sociales contenidos que mostraban a personas que resultaron heridas durante el operativo. Gallito se veía pálido y se quejaba, estaba sobre una camilla junto a una bandeja llena de instrumentos quirúrgicos y perdía mucha sangre. Aun así, contaba lo que le había sucedido. Él perdió el registro fotográfico de ese día, pero a partir del trabajo de Jorge Hurtado y Edilson Álvarez, Voces del Guayabero logró denunciar la agresión.
En un artículo de la Liga Contra el Silencio, publicado en el portal 070, el 29 de julio del 2020 el líder campesino Pablo Parrado denunció que la acción de la fuerza pública fue un intento de homicidio, y explicó que “el plantón se dispersó porque estaban tirando a matar a la gente; por ello tenemos varios heridos. Y se puso tan compleja la situación que estaban detonando artefactos explosivos cerca de donde estaba concentrada la comunidad”.
Hasta abril del 2022, la investigación de los procesos disciplinarios contra los militares involucrados en estos hechos no había dejado sanciones. La Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y otras organizaciones le ayudaron a Gallito a conseguir una cámara nueva, le dieron un auxilio de supervivencia y hasta se ofrecieron para que pudiera hacerse un tratamiento médico en la mano, pero por el temor de ir a la ciudad, donde se siente más desprotegido, no recibió la asistencia.
Gallito y yo finalmente llegamos a las veredas La Reforma y Caño Cabra, escuchamos a sus habitantes, sus sueños y sus temores. Fuimos a un laboratorio donde un campesino nos habló de sus condiciones de vida y de las consecuencias de la erradicación forzada: “Si ellos nos cortan los cultivos, nosotros seguimos talando para sembrar la coca, ¿o de qué vamos a vivir?”.
Algo era evidente en cada vereda que visitaban los reporteros de Voces del Guayabero: las casas de sus habitantes siempre estaban abiertas para ellos. Sabían que Gallito y sus compañeros mostrarían la visión de la comunidad.
Como dice la académica Cecilia Krohling, las y los reporteros comunitarios comparten objetivos, tienen relaciones y puntos de encuentro con la comunidad, por eso en sus contenidos la población del Guayabero es protagonista, se muestran sus luchas y sus intereses. También, según las descripciones del doctor en periodismo Alejandro Barranquero, se trata de un medio alternativo porque presenta una información que interpela las versiones de los medios tradicionales y masivos. En este caso, como lo explicaba Hurtado, lo que sucede es que la versión del campesinado de estas regiones tan recónditas no alcanza a llegar a la agenda de los medios. Al contrario, muchas veces sesgados por fuentes oficiales, estigmatizan la región y a sus pobladores; por eso es importante una información creada por y para la comunidad.
Prohibidos los chalecos
Definir el primer logo de Voces del Guayabero fue una tarea sencilla. Querían que las letras del nombre estuvieran acompañadas con un distintivo de la comunicación, y fue así como se le ocurrió a uno de sus integrantes que un micrófono representaría esa idea.
Mandaron a hacer chalecos para distinguirse como miembros del medio comunitario. Los escogieron de colores negro y rojo porque hacían buen contraste en un territorio caracterizado por los verdes de la naturaleza y los ocres del polvo y del barro. Ellos dicen que la elección fue un error porque, en vez de aumentar la protección, se volvieron blanco fácil en los operativos que hace la fuerza pública; de hecho, señalan que a Gallito lo hirieron porque ese día portaba el chaleco y fue fácilmente reconocido por los militares.
Creyeron que los colores rojo y negro, que están asociados a la guerrilla, eran la razón de la estigmatización, y por eso botaron los chalecos. También pensaron que no se les respetaba su derecho a la libertad de expresar y difundir su pensamiento y sus opiniones, de informar y recibir información veraz e imparcial, y de fundar medios de comunicación, consagrado en el artículo 20 de la Constitución Política, porque no tenían las acreditaciones requeridas. Rediseñaron el logo e imprimieron carnets de prensa. No obstante, la estigmatización continuó y fueron amenazados por portar cámaras.
Mincho
A Mincho muy pocas personas lo conocen como Edilson Álvarez, su nombre de pila. Este hombre sonriente, de piel morena, dentadura blanca y padre de un niño de cinco años es ágil con la tecnología, aunque le cuesta escribir; por eso agradece cuando Hurtado se inspira con los textos. Cuando le corresponde a él redactar las entradas, es breve o publica el contenido sin ninguna explicación textual.
Por su habilidad con la tecnología, a sus treinta y tres años Mincho tiene la responsabilidad de manejar los perfiles de Voces del Guayabero y entablar relaciones con los medios de comunicación y los actores sociales.
Los perfiles de Voces del Guayabero eran un caos. Esto se entiende porque en muchas zonas de la región no hay acceso a internet y, por lo tanto, gran parte de la población desconoce cómo funciona el mundo digital. Por ejemplo, no conocían las diferencias entre un perfil personal y una fanpage en Facebook.
Voces del Guayabero abrió su primera cuenta en Facebook como un perfil personal. Cuando llegaron a los cinco mil amigos, esta red social impidió que aceptaran más solicitudes de amistad. La respuesta del equipo fue crear otros perfiles personales con el mismo nombre del medio de comunicación, pero terminaron confundiendo al público.
Cuando decidieron como equipo que tenían que ponerles más orden a sus redes sociales, fue Mincho el encargado de manejar esta plataforma y pedir la asesoría para migrar a sus amigos como seguidores de la página Voces del Guayabero.
Mincho aprovechó los viajes a Villavicencio en el 2020, cuando las y los campesinos negociaban con el Gobierno nacional la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos, y en el 2021, cuando viajaron para participar en el Paro Nacional, para acercarse a El Cuarto Mosquetero, un medio de comunicación alternativo que lo orientó en el manejo de las redes sociales y que desde entonces los acompaña en las labores de formación de nuevos reporteros.
Con ese acompañamiento, Mincho se dio cuenta de que muchos de los contenidos publicados por Voces del Guayabero eran retomados en otros medios de comunicación sin atribución. Por eso aprendió a usar etiquetas en las publicaciones y empezó a crear introducciones para acompañar los videos, como una forma de proteger la autoría de sus contenidos.
En Villavicencio, cuando viajaron para participar y cubrir el Paro Nacional del 2021, Mincho aprendió a hacer transmisiones en vivo desde la página de Voces del Guayabero. Dieron a conocer las jornadas de protestas y mostraron las demandas particulares de la población campesina del Guayabero. En la capital del Meta se sintieron más seguros en su labor como periodistas, y por eso mandaron a hacer credenciales y gorras que los identifican como integrantes del medio de comunicación comunitario.
Las voces de las mujeres
A lo largo de estos años varias mujeres han hecho parte del equipo de Voces del Guayabero. Pero su permanencia en el medio ha sido difícil debido a que, en la región, además del impacto del conflicto armado, ellas son afectadas por otras conflictividades. Ser mujeres en el Guayabero implica tener que trabajar en las ranchas (cocinas), ser madres e hijas, conformar hogares siendo muy jóvenes y sufrir el desconsuelo de que sus hijos, hermanos, padres y esposos les sean arrebatados por la guerra.
Debido a la ausencia de mujeres en el equipo, los integrantes de Voces del Guayabero se han formado en materia de género. Para ello han tenido como aliados a medios como El Cuarto Mosquetero o a organizaciones como Fondo Lunaria. Como resultado, en el medio de comunicación comunitario prioriza los testimonios de las lideresas y las presidentas de las juntas de acción comunal de la región.
También, retratan las situaciones de violencia que sufren, como cuando padecen el acoso por parte de los militares, quienes al verlas solas por las veredas les dicen piropos. Esta situación trae como consecuencia el temor, al punto en que algunas familias no permiten que sus hijas vayan a las escuelas.
María es una lideresa de Nueva Colombia. Ella hace parte de los procesos colectivos de la región porque su sueño es entregarle un territorio en paz a su hijo de diez años. Valora la labor que hacen los periodistas comunitarios de Voces del Guayabero porque, según ella, son dedicados y se preparan para mejorar la información que producen: “En Voces del Guayabero no nos estigmatizan a nosotras, realmente han mostrado nuestra idiosincrasia. Los grandes medios siempre desinforman las realidades de nuestro territorio y por ello espero que este medio tenga mucho más alcance y amplitud para que más personas puedan saber la verdad”, dice María.
Registrar la muerte
Por todas las situaciones de violencia que han vivido en los últimos años, los usuarios de Voces del Guayabero saben que las publicaciones suelen denunciar hechos graves. Por ahora no visibilizan lo que sucede en las reuniones comunales, los cumpleaños o las integraciones, debido a la falta de colaboradores. También, porque los reporteros comunitarios no dejan de ser campesinos y aprovechan esos momentos de tranquilidad para cuidar los cultivos. “Más que un proceso, el beneficio que ha traído para la comunidad es poder hacer las denuncias públicas de manera más amplia en un medio de comunicación alternativo y sobre todo comunitario de aquí de la región, que sentimos como propio”, reflexiona Pablo Parrado, líder del sector que desde sus inicios ha estado acompañando y ayudando a Voces del Guayabero.
Los periodistas del medio dicen que registrar la muerte de sus vecinos es una de las tareas más difíciles. Ellos van a los velorios de las personas que fallecen por muerte natural, como colonos que han sido importantes líderes en el territorio. Pero muchas veces acompañan las honras fúnebres de personas que mueren en el contexto de la guerra.
El 02 de marzo del 2021, los medios de comunicación nacionales anunciaron la noticia de un bombardeo en Calamar, Guaviare, donde murieron diez integrantes de las disidencias de las Farc, comandadas por Gentil Duarte. Días después, el 11 de marzo, se conoció que una mujer de apenas dieciséis años había muerto en el operativo de la Fuerza Aérea.
La adolescente se llamaba Danna Lizeth Montilla y era oriunda de la vereda Nueva Colombia, es decir, era vecina de Mincho, de Hurtado y de Gallito. Danna Lizeth estaba en décimo grado, y para asistir a las clases virtuales debía ir a las casas de los parientes que contaban con conexión a internet. En diciembre del 2020 su familia la dio por desaparecida. Supieron que supuestamente había sido reclutada forzosamente por las disidencias de las Farc cuando se enteraron de que murió en el bombardeo; para sus seres queridos esta información es falsa.
Ella era una admiradora de la labor de Voces del Guayabero, incluso acompañó a los reporteros comunitarios por las veredas en el primer intento de hacer un documental. La población del Guayabero y los reporteros comunitarios sintieron dolor cuando los medios de comunicación informaron que había sido asesinada. La indignación aumentó cuando Diego Molano, entonces ministro de Defensa, justificó la muerte de Danna al decir que los niños bombardeados eran máquinas de guerra. Una polémica afirmación que circuló por todos los medios de comunicación del país.
Acompañar el sepelio de Danna ha sido la labor más difícil para los campesinos de Voces del Guayabero; a pesar de la indignación que produjeron los señalamientos del ministro, los reporteros decidieron no publicar información sobre el sepelio.
El futuro
Después de la despedida de Danna, los reporteros del Guayabero reflexionaron sobre la posibilidad de crear espacios para la formación de reporteros/as jóvenes, de protegerlos en sus veredas, de evitar que los acusen y que los estigmaticen. También son conscientes de que Gallito, Mincho y Hurtado solos no pueden estar al tanto de todas las actividades que demanda el medio comunitario. En ese momento, el medio El Cuarto Mosquetero de Villavicencio les ofreció un proceso de formación apoyado por la Convocatoria de Comunicación y Territorios del Ministerio de Cultura.
En los procesos comunitarios son las juntas de acción comunal (JAC) las que tienen un papel preponderante en los territorios, especialmente si hay liderazgos como el de don Ronald Echeverry, un hombre de unos cuarenta y cinco años, alto, delgado y moreno. Él era el presidente de la JAC de Nueva Colombia y hace cinco años fue uno de los que impulsó la creación de Voces del Guayabero y motivó a las veredas de la región para que se unieran al proceso.
Ronald, ayudó en la convocatoria para fortalecer el grupo de reporteros de Voces del Guayabero. No todas las veredas de la región se sumaron al proyecto, pero logró conformarse un grupo de quince personas, con niños desde los doce años hasta adultos mayores de setenta.
En el primer taller de ese proceso las y los estudiantes se acercaron al género de la crónica. Escribieron en primera persona sobre algunas vivencias significativas. Hablaron de sueños truncados, como el de ser futbolistas, pero la mayoría escribió sobre heridas abiertas, como una mujer que contó la historia de la violación y el asesinato de su hija, un crimen que sigue impune. Sus compañeros la rodearon y entendieron su dolor. Eso también ha logrado Voces del Guayabero: crear espacios de confianza y apoyo mutuo, y dar valor a las vivencias de sus habitantes.
Los campesinos y campesinas también apoyan a los excombatientes que están en proceso de reincorporación en la región. Mery es una exintegrante de las Farc del Antiguo Espacio Transitorio de Capacitación y Reincorporación de Colinas que se vinculó al proceso de formación meses después de que hubiera iniciado. Ella le mencionó a Ronald su deseo de ingresar para contar desde Voces del Guayabero su apuesta por la paz, un camino que recorre desde el 2016, cuando dejó las armas.
Mujeres, hombres, niños y niñas aprendieron de profesionales en fotografía, radio y producción audiovisual. Pasaron horas con un esfero en la boca, diciendo trabalenguas que los hacen reír para mejorar su pronunciación. Recorrieron las veredas con cámaras y micrófonos, arriesgándose a hacer entrevistas, a veces sobre temas ligeros y otras veces sobre asuntos dolorosos. Compitieron entre ellos en ejercicios de improvisación para aprender a expresarse ante un caso de emergencia. Hasta Mincho, quien siempre ha sido muy tímido y se refugia tras sus cámaras, ya puede hacer transmisiones en vivo sin estar en completo silencio.
Para ellos lo más difícil fue la escritura, especialmente si se trataba de reconstruir la memoria de la región. Quienes no saben escribir se apoyaron en sus compañeros y tutores para contar lo que vivieron. Estos ejercicios les sirvieron, más que para comunicar un texto, para abrir su corazón por primera vez y encontrar un espacio para liberar el dolor.
Las escuelas itinerantes de comunicación para la paz se hicieron en distintas veredas. Mincho, Hurtado y Gallito, que en muchas ocasiones se han visto desbordados por el trabajo cotidiano de Voces del Guayabero, esperan que en este proceso más vecinos se vinculen al medio, que este deje de ser un compendio de páginas en redes sociales, donde denuncian los atropellos que sufren, y fundar un portal donde las y los habitantes de la región y del país encuentren un contraste con respecto a los contenidos que publican los medios tradicionales. Quieren mostrar la realidad desde sus ojos y eliminar la estigmatización a la que han sido sometidos. Hoy son un medio sólido integrado por hombres y mujeres campesinas, firmantes de paz y población víctima.
*Escrito y publicado en el 2022 en el libro Defender el Territorio de la Universidad de Antioquia y el programa Somos Defensores.
Referencias
Barranquero, A. y Torres, L. (2015). Imágenes contemporáneas de la comunicación ciudadana en América Latina. Un encuentro entre Clemencia Rodríguez y Cicilia M. Krohling Peruzzo. Revista Internacional de Comunicación y Desarrollo (RICD), 1(1), 13-18. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4981139.
Barranquero, A. y González, M. (2015). Los medios comunitarios y alternativos en el ciclo de protestas ciudadanas desde el 15M. Athenea Digital. https://atheneadigital.net/article/view/v15-n1-barranquero-meda.
El Universal (9 de agosto del 2020). Fuerza de Tarea Conjunta Omega denunció violación del DIH. https://www.eluniversal.com.co/regional/sucre/fuerza-de-tarea-conjunta-omega-denuncio-violacion-del-dih-JN3249795.
Liga Contra el Silencio (29 de julio del 2020). El descontrol militar en Guayabero deja civiles heridos y el Estado calla. 070. https://cerosetenta.uniandes.edu.co/el-descontrol-militar-en-guayabero-deja-civiles-heridos-y-el-estado-calla/
Molano, A. (1989). Aproximación al proceso de colonización de la región del Ariari-Güejar Guayabero. https://repositorio.unal.edu.co/bitstream/handle/unal/3025/05CAPI04.pdf?sequence=12&isAllowed=y.