Tierras sin títulos: la realidad de María del Carmen y el campesinado en el Vichada

Vichada

Por: Sara Montenegro

Con las manos llenas de agua jabonosa, María del Carmen, frota la ropa mientras recuerda su lugar de nacimiento, el Chocó. Relata que su camino la llevó primero a Medellín, donde conoció a su pareja actual, con quien tuvo dos de sus tres hijos, y luego llegó a Cumaribo, donde adquirió un terreno hace 21 años en Puerto Príncipe, corregimiento situado en el departamento del Vichada. Esta es una zona por la que “estamos luchando por el reconocimiento”, debido a la constante incertidumbre de ser desalojada junto a su familia por la falta de títulos que respalden su propiedad.

María del Carmen Murillo Lemus, es una lideresa comprometida con la comunidad y el bienestar de las mujeres de Puerto Príncipe. Viajó con un grupo de más de 70 personas de su comunidad y de las inspecciones de Werima y Chupave, en un camión, hasta Puerto Gaitán, en el departamento del Meta, a finales de octubre del 2024. Esta fue la primera vez que el campesinado del sur del municipio se unió para exigirle a la Agencia Nacional de Tierras y al Gobierno Nacional que resolviera las problemáticas puntuales del territorio.

Justamente, en Cumaribo, Vichada, estas comunidades, enfrentan tres problemáticas relacionadas con la tierra. La primera hace referencia a la resolución 073 de 1993 del antiguo Instituto Colombiano de la Reforma Agraria -Incora- por medio de la cual se ordena delimitar territorios del campesinado y de las comunidades indígenas, cosa que aún no se ha hecho; la segunda, el abandono total de las vías que conectan hacía Cumaribo; y la tercera, el reconocimiento del Vichada como un territorio de Paz.

Lo anterior, de acuerdo con el campesinado, se atribuye a las promesas incumplidas por el Estado, la Agencia Nacional de Tierras y el impacto que han sufrido por el conflicto armado. “Nosotros pedimos la tierra, pero cuando nos la negaron y nos informaron que debíamos desocupar, fue muy duro ver cómo debíamos dejar nuestra juventud y esfuerzo para salir con las manos vacías”, expresaba Maria del Carmen mientras escurría la ropa.

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El campo es uno de los gustos de María del Carmen, menciona los frutales, las huertas y las siembras e incluso narra con orgullo, mientras se le escapan las sonrisas, que estuvo año y medio dedicada al cultivo de cebolla, tomate y pimentón para el consumo familiar. La cría de gallinas, marranos, vacas y otros animales en la finca, también hacen parte de su vida.

Puntualiza que la falta de títulos fue el argumento para querer desalojarla a ella y a su familia “por allá, son pocos los que tienen papeles de sus fincas, aquí no hay un documento que diga ‘esto es nuestro’. El Estado ni siquiera nos mira o nos apoya, solo voltean para acá cuando son elecciones. Tengo allá a mis tres hijos y nuestra partida no significa que nos vayan a dar todo”.

María del Carmen y su familia, como muchas personas de estas comunidades, cultivaron la hoja de coca, sin embargo, el Programa de Sustitución de Cultivos Ilícitos -PNIS- les ha cumplido, según ella, de forma parcial, lo que ha significado un desafío. No obstante, existen casos de personas que ni siquiera han podido ver avances en su proceso. “A nosotros nos cumplieron, pero a trancas y mochas, también se demoraron; no nos dieron todo lo que debían darnos, fue de a poquito, pasaban seis, siete meses o un año para que llegara lo que nos correspondía”.

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María del Carmen describe que “uno no ve esa ayuda” y evoca el tiempo en el que fue una de las primeras en involucrarse en el trabajo de la coca. “En un tiempo el ejército atropelló mucho al campesino, pues como no sabíamos cuáles eran nuestros derechos, ni hasta dónde podían llegar ellos y hasta dónde podíamos llegar nosotros, nos dejábamos atropellar.”

Tal y como se mencionó anteriormente, la región ha sufrido los efectos del conflicto armado. Según un artículo de Humanitarian Action, publicado el 13 de marzo del año pasado, durante el primer trimestre de 2022 se presentó un desplazamiento transfronterizo de 1338 personas desde Puerto Páez -Apure, Venezuela- hacia el municipio de Puerto Carreño, producto de los enfrentamientos entre Grupos Armados No Estatales -GANE-, grupos armados organizados -GAO- y amenazas de reclutamiento.

Según el informe La nueva ruta para implementar el PNIS Los retos que persisten siete años más tarde, de la Fundación Ideas para la Paz de septiembre de este año, en el Vichada hay 377 familias beneficiadas de este programa que habitan resguardos indígenas, dos de consejos comunitarios y 15 de áreas protegidas.

Sin embargo, María del Carmen no pierde la esperanza, aun cuando su timidez se hace presente ante un gran número de personas o frente a la cámara. Con el tiempo, sus compañeras y compañeros luego de evidenciar su asistencia e integración a la junta, confiaron en ella y en su experiencia, lo que le permitió convertirse en lideresa del conjunto de mujeres de Puerto Príncipe, con el propósito de representarlas y así gestionar apoyos y proyectos ante el Ministerio de Agricultura.

En la conversación, destacó la importante labor de la Corporación Claretiana Norman Pérez Bello, una organización defensora de Derechos Humanos, la cual ha sido clave en la toma de conciencia y reconocimiento de los derechos fundamentales del campesinado. “Ellos llegaron al territorio y nos quitaron la venda de los ojos, porque antes no sabíamos que teníamos derecho a la vida, a exigir, al campo, a todo”. Del mismo modo, la intervención de esta permitió la toma de herramientas necesarias para amplificar su voz ante las problemáticas que afrontan.

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Actualmente, ella y su pareja sentimental, llevan nueve meses dedicados a la siembra del cacao como una de sus apuestas. Reconoce que aunque no es fácil y requiere de mucho trabajo y sustento económico, sigue siendo un cultivo legal y una producción que se puede llevar y vender fácilmente a una federación que les apoya con la extracción del fruto. Por esta razón, además de trabajar en la plantación, realiza labores en las cocinas de restaurantes o en el campo.

Ya terminando de lavar, María del Carmen, cuenta que luchar por la tierra no es solo para tener un espacio donde trabajar para salir adelante, representa también un esfuerzo por el reconocimiento de condiciones dignas, que garanticen plenamente el derecho a la vida, la educación y la salud para ella, su familia y el campesinado.

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