A mi abuela Chepa la conocen todos y todas en Rincón del Mar. No hay niño, niña, adulto o anciano que no haya pasado por sus manos. No es médica, pero en el pueblo la buscan más que a los doctores. Ella cura con hierbas, compone huesos, baja fiebre, alivia cólicos y, hasta hace unos años, traía niños al mundo con la misma seguridad con la que pone a hervir un remedio.

Mi abuela no aprendió en una universidad, sino viendo a su madre, porque en este rincón del Caribe colombiano, donde el hospital más cercano queda a media hora en moto, la salud de la gente siempre ha dependido más del conocimiento ancestral que de una bata blanca.

Desde que tengo memoria, he visto a mi abuela en acción. Cuando era niño, jugando me lastimé un dedo. Corrí a mi casa llorando y ella, sin apurarse, me lo agarró, me untó mentol, me lo sobó y sentí que el hueso tronando. “Ya se acomodó”, dijo, como si nada. Y sí, dejó de doler.

Pero si algo hacía especial a mi abuela, era su labor como partera. Con sus manos recibió a muchos niños y niñas del pueblo, a veces en ranchos de palma iluminada solo por una vela. Nunca perdió a un bebé, y su fama traspasó generaciones. Sin embargo, con la llegada del hospital, las cosas cambiaron. Las mujeres empezaron a ir a parir allá, muchas veces programando. A las parteras, que antes eran las únicas encargadas de traer vida, les empezó a dar miedo seguir ejerciendo. “Si algo sale mal, pueden meternos a la cárcel”, dicen algunas.

Foto: Elkin Murillo

Investigando encontré que mi abuela Chepa no es la única. Como ella, hay muchas mujeres en Colombia que han dedicado su vida a la partería. En el Pacífico, en los Llanos, en la Guajira, en los pueblos donde los médicos no llegan, las matronas han sido las guardianas de la vida, de la tradición y del conocimiento ancestral. Muestra de lo anterior, son las cifras que el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas-DANE evidenció, dónde para el año 2020, de los 512.185 niños y niñas que nacieron en el país, 2.979 fueron recibidas por parteras.

Por eso, en 2022, el gobierno colombiano reconoció la partería como Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Nación, como parte de un reconocimiento a esas mujeres que, con sus manos, su sabiduría y su conexión con la naturaleza, han salvado vidas y han mantenido vivas prácticas que vienen de generaciones.

Hoy, aunque muchas parteras han dejado de ejercer por miedo o porque las mujeres prefieren ir al hospital, el legado sigue ahí. En algunas comunidades, las nuevas generaciones empiezan a interesarse de nuevo por estos saberes, entendiendo que la partería no es solo un oficio, sino un acto de resistencia, de identidad y de amor por la vida.

Foto: Colombia.unfpa

En Rincón del Mar, mi abuela Chepa ya no recibe niños y niñas, pero sigue siendo la curandera del pueblo, la que sana con sus manos y sus yerbas. Su legado, como el de todas las matronas de Colombia, sigue vivo en cada historia, en cada vida que ayudaron a traer al mundo y en cada persona que, al igual que muchos vecinos y vecinas, ha sentido sus saberes de sus manos.

Lea también: Policía no capturó a presunto responsable de intento de feminicidio en Villavicencio pese a encontrarlo en la escena

Deja una respuesta

Solo los administradores pueden añadir usuarios.