Necoclí, un pequeño municipio antioqueño, está abarrotado de migrantes que buscan salir por cualquier medio hacia Panamá, y desde allí, a Estados Unidos.
Miles de migrantes haitianos/as, africanos/as y asiáticos/as, esperan por un cupo en una embarcación que los lleve desde Necoclí hasta Panamá, la ruta para continuar hacia los Estados Unidos. Desde hace varios meses se volvió habitual en este pequeño municipio las carpas y campamentos en las calles, dólares para pagar un plato de comida y migrantes por doquier buscando un cupo en alguna empresa marítima; la única forma o medio de transporte para cruzar la frontera. Y es que Necoclí, un municipio de no más de 20 mil habitantes, con altas cifras de pobreza, con servicios básicos deficientes y con una escasa cobertura de programas sociales, literalmente, no aguanta más.
Según cifras de la Defensoría del Pueblo de Colombia, han transitado en el presente año unas 33 mil personas por el corredor Necoclí – golfo de Urabá – Panamá, proceso migratorio que en los últimos meses se ha disparado. La alcaldía del municipio señala que diariamente las empresas transportadoras logran evacuar un promedio entre 500 a 700 personas, pero arriban cada día unos 1.000 a 2.000 migrantes, lo que ha originado una aglomeración casi permanente de 20 mil personas. Si bien, este proceso de tránsito ha dinamizado la economía del municipio, gracias al flujo de capital extranjero que ha generado aumento en las ventas; la preocupación crece debido a que Necoclí tiene ingentes problemáticas sociales, todas asociadas al desempleo, vivienda, acueducto y acceso a servicios de salud.
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Todo este proceso migratorio ha avivado otras problemáticas como la trata de personas, el narcotráfico, el abuso en los precios de productos y servicios y, claro, el Covid 19. Ante la falta de insumos médicos en el hospital local la crisis en materia de salud está por salirse de control. Los problemas sanitarios asociados a las basuras, vectores y agua no potable dispararon los casos de enfermedades diarreicas y respiratorias. Los abusos de los locales en los precios, que por un lado dinamizan la economía, por otro constituye una amenaza por aumento de delincuencia, mendicidad y grupos de tratas de personas y de narcotráfico aprovechan la situación ofreciendo opciones de empleo como ‘mulas’.
Los salarios que pagan son miserables, aprovechándose de la situación de las y los migrantes que terminan siendo usados por los grupos armados ilegales. Esa situación se habla a voces en Necoclí y en otras poblaciones del golfo de Urabá, pero no existen datos oficiales de las entidades de gobierno, lo que genera alarma entre las organizaciones defensoras de derechos humanos, porque no existe un control estatal en la región y las personas están expuestas a todo tipo de tratos. Por su parte, la Defensoría del Pueblo pide en Twitter medidas, despliega grupos de funcionarios, pero en la practica no hay soluciones inmediatas que alivien un poco la situación humanitaria.
Desde hace meses la alcaldía ha elevado voces de ayuda a las autoridades departamentales y nacionales, pero estas, especialmente en materia de insumos médicos, comida y agua potable no llegan al municipio. De otra parte, Migración Colombia ha sostenido reuniones con sus pares en Panamá, con la intención de destrabar el proceso de tránsito, para permitir que más personas pueda evacuar al día, pero las soluciones no se dan. Actualmente, solo pueden ingresar legalmente 500 personas a Panamá desde el golfo de Urabá.
Ante la imposibilidad de las empresas de transporte marítimo de poder vender más tiquetes al día, situación que la población migrante no comprende, en muchas ocasiones por las barreras idiomáticas, se generan peleas, aglomeraciones y hasta reventa de pasajes, en el peor de los casos utilizan trochas ilegales donde exponen sus vidas. En todos los escenarios son las y los habitantes locales quienes podrían estar ganando y la población extranjera la gran perdedora.