Jonathan Corpas y su trabajo por hacer del arte algo rentable

El arte es un gusto innato. Intentó incursionar en el mundo de la música pero el talento no le alcanzó. Se encaminó entonces por las ciencias aplicadas pero nunca dejó de lado esa pasión que le sacudía la vida, así que por vueltas de la destino terminó inmerso en la gestión cultural.

Mientras crecía, el cabello fue abandonando su cabeza para abultarse en sus mejillas y bigote, mientras tanto, su tez clara sirvió como lienzo de algunos cuantos tatuajes. El sobrepeso que alguna vez tuvo, lo perdió tras una grave crisis de salud de la que logró recuperarse victorioso. Hoy su contextura va de acuerdo a su altura y adoptó hábitos de vida saludables. Se le ve más joven y vivaz que nunca. 

Pero la historia de Jonathan Corpas inició mucho antes. En una gran casa con patio amplio, solar y huertas, creció al lado de su abuelo y abuela en el departamento del Tolima, mientras sus padres trabajaban arduamente. Su infancia fue una época dorada, permanecía rodeado de animales y amistades invaluables. Desde niño se inclinó por la ciencia, la lectura y soñaba con ser astronauta. 

Un sueño que no prosperó

También creía tener una vena artística, una que le dio forma a otro sueño que a la larga, no logró materializar. “Cuando era niño quería ser artista, quería ser músico, cosa que nunca se me dio porque realmente creo que con ese talento nacen unos pocos”, y es que, aunque estudió en la reconocida Fundación Nacional Batuta en Tolima e hizo un concierto con una guitarra, hasta ahí le llegó la formación porque definitivamente la inspiración no le fluía. “Siempre quise ser músico y tener una banda de rock and roll, realmente lo intenté, pero no pude, no nací con el talento”, acepta resignado. 

Tras terminar su bachillerato en el Tolima, su padre murió y por giros de la vida, resultó establecido en Villavicencio, donde estudió psicología e hizo un diplomado en Colciencias sobre métodos alternativos en investigaciones en entornos digitales. También realizó estudios en investigación social, ciencias sociales contemporáneas aplicadas y psicología jurídica forense. “Todo va ligado a la ciencia y el estudio científico del comportamiento humano”, de esta manera se volvió académico y desarrolló esa pasión de la niñez por la ciencia y los libros, combinándolo con arte, cultura y música.

Su trabajo con la institucionalidad empezó hace cuatro años, cuando lo llamaron desde la Alcaldía de Cubarral para asesorar de manera científica unos planes de intervención y terminó trabajando a tiempo completo, mientras que, paralelamente en Villavicencio se vinculó a la Administración Municipal para aplicar métodos de investigación en ciencias sociales aplicadas, logrando obtener el primer diagnóstico de cultura ciudadana para la capital del Meta de cuatro a cinco años. 

En ese acercamiento con la institucionalidad, se hizo experto en reglamentación y regulación para la realización y promoción de espacios de arte y cultura. Así empezó a ayudar a sus amigos artistas y a formalizarlos, “Me convertí en una mano amiga, porque entendí que hay unas leyes y unos decretos que debíamos asumir para poder trascender en el arte y que no se quedara en las calles”. De ahí le surgió la necesidad de irse de lleno con la cultura, pues notó que existe un talento desbordado en Villavicencio. Pero no es una tarea fácil, su nueva misión se pintaba amplia y compleja, por lo que empezó a llamar al Ministerio de Cultura y a la Presidencia de la República y a tener reuniones con profesionales de la cultura en Bogotá y Medellín, para empaparse del tema.

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Empieza la gestión para las y los artistas

Ese cúmulo de experiencias le iluminó el camino, se dio cuenta de que el arte es una profesión y que el artista puede vivir de esta. Pero era necesario tener bases y registros de lo que se realizaba, es decir, en los festivales culturales que solían realizarse no quedaba más que el “recorte del periódico viejo”, pero no se establecía un acta o un contrato, lo que imposibilitaba aplicar a convocatorias nacionales y acceder a recursos. De esas dificultades nació ArteMeta y la Corporación Phrometeo, para ayudar a los y las artistas. 

Pero la Corporación Phrometeo es en realidad más antigua, nació hace aproximadamente ocho años con el objetivo de empezar a impulsar a las y los artistas de manera global. La organización logró por primera vez contratar con el Estado en asuntos artísticos de manera formal, situaciones que exclusiva e históricamente se daban con las grandes escuelas y academias del folclor constituidas desde hace más de 30 años, sin embargo, con el tema alternativo y juvenil no se había podido lograr nada. Y es que, en el departamento, la cultura alternativa ha escalado a paso lento, siendo opacada por un arraigo a las tradiciones ancestrales del llano.

Ni siquiera cuando el arte se quiere expresar en espacios libres, resulta fácil. Según Jonathan, “aquí una banda no puede regalar su arte en un parque porque resulta que tienes que sacar unas cantidades de permisos, tienes que sacar póliza, tienes que pagar Sayco y Acinpro, entonces si tú quieres hacer una tarde de jazz en el parque Infantil inmediatamente te cae todo organismo de control, así no estés cobrando, así lo estés regalando”.

Sin embargo, con los años se ha evidenciado una evolución en la cultura alternativa que acoge en mayor medida a las y los jóvenes pero que tiene espacio para cualquier tipo de población. De esta manera, la Corporación logró obtener proyectos, ganar licitaciones, “y es ahí donde nos damos cuenta que si organizamos la cultura alternativa y juvenil, y la multicultural en Villavicencio, se puede generar un mayor impacto”.

Una fusión para un mismo objetivo

Con el tiempo Phrometeo migra a ArteMeta, convirtiéndose en un colectivo más grande, que nace de la necesidad de, no solo contratar con el Estado bajo las reglamentaciones que existen en las etapas contractuales del Gobierno sino también de capacitar, apoyar y organizar eventos de carácter alternativo y juvenil en Villavicencio. Con eso mente, Jonathan establece cercanía con el Ministerio del Interior y la Dirección Nacional de Derechos de Autor, para brindar formaciones en todas las áreas artísticas. También habló con universidades y empresas privadas para obtener recursos e impulsar su causa. 

“Para mí todos los proyectos fueron y son muy importantes”, afirma Jonathan, uno de los logros que considera más memorables en su trayectoria como gestor cultural, es la capacitación en derechos de autor realizada en el Teatro La Vorágine con más o menos 170 artistas, pues antes asistían no más de 50. También recuerda haber sido asesor del Oktoberfest, del picnic Club Colombia, el Natural Fest y del reconocido comediante Andrés López, entre otros. 

Pandemia: Golpe drástico al arte y la cultura

Su andar en la gestión de la cultura se vio truncado con la llegada de la pandemia y consecuente confinamiento obligatorio, pues los eventos se redujeron drásticamente, provocando una gran crisis entre las y los artistas. Aún así logró realizar el primer festival online con artistas locales y extranjeros con el fin de ayudar a las y los adultos mayores, quienes fueron de los más afectados por por la crisis sanitaria. Con esa iniciativa lograron recoger más o menos 200 mercados, utensilios de aseo y dinero en efectivo.

Entonces, tratando de no dejarse derrumbar por la pandemia, desde Artemeta empezó a buscar convocatorias tanto nacional como internacionalmente.

“Y es allí donde empezamos a encontrarnos una cantidad de convocatorias que existen hace mucho tiempo en el país, hace más de una década y empezamos a ver el registro histórico de las convocatorias de participación y resulta que en Villavicencio participaban una o dos empresas folclóricas”, relató Jonathan. De esa manera, decidió convocar a artistas ya formalizados que habían hecho parte de los talleres y capacitaciones impartidos por su Corporación con antelación para enviarlos a participar.

También se realizó un convenio con el centro comercial Unicentro de Villavicencio para que, por primera vez, las novenas fueran cantadas por artistas alternativos de la ciudad y apaciguar “un poco los prejuicios de la gente con la escena”. 

Y entre alto y bajos, la gestión cultural de Jonathan continua. Cree necesaria la valoración del arte y la multiculturalidad. Considera que aunque Villavicencio tiene un arraigo fuerte con la cultura llanera, se deben defender todas las expresiones artísticas. “Al ciudadano hay que pedirle que no se case simplemente con una sola área cultural, sino que se dé cuenta que existe diversidad cultural en la ciudad”, porque, concluyó él “el arte es para la convivencia y la educación, que traen consigo paz”.

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