La desidia también es violencia, y el Guaviare ha sido centro de esta desde hace varias décadas.
La construcción de una casa de paso indígena en San José del Guaviare se ha convertido en una necesidad, en un tema prioritario que responde a criterios directamente relacionados con la dignidad humana, y además a la posibilidad de iniciar procesos de preservación de identidad cultural -en el caso de Guaviare un espacio pluricultural- pensando también en el bienestar de los pueblos indígenas de la zona.
Actualmente el arribo de indígenas al casco urbano de la capital del departamento de Guaviare sin contar con un lugar adecuado y pensado para su alojamiento, ha derivado en situaciones que además de excluyentes, son generadoras de vulnerabilidad extrema para estas familias. En el caso de los Nukak que desde hace un mes llegaron a San José, se han visto obligados a tener su estadía a la intemperie, estando expuestos a las inclemencias del clima que por estos días es de lluvias torrenciales y bajones de temperatura abruptos, exponiendo así a familias enteras a condiciones precarias que afectan su salud y seguridad.
San José del Guaviare es un epicentro cultural de comunidades indígenas como los Cubeo, Tukano, Piratapuyo, Guanano, Nasa, Jiw y más recientemente Nukak, estos son el último pueblo indígena nómada de Colombia, la cual fue contactada por la población occidental hasta 1988, hace apenas treinta y seis años. Su transición a compartir con la urbanidad y la accidentalidad les ha permeado en distintas maneras y a su vez, el Estado que prometió velar por ellos, les condena a la precariedad. Es por esto que esta situación no sólo es inhumana, sino que también la falta de celeridad, gestión y el permitir que hombres, mujeres, niños y ancianos duerman en la calle es seguir perpetuando un ciclo de marginalización y exclusión social que viene afectando gravemente a las comunidades indígenas.
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Según Fabio Lijbe, líder del grupo Nukak proveniente de Filo de Hambre, la falta de una infraestructura adecuada de manera idónea para recibirles vulnera sus derechos fundamentales, como el acceso a condiciones de vida dignas, además del respeto por su cultura y tradiciones. Cuenta que fue hace un mes aproximadamente que inicialmente venían de tres lugares: La Trocha Ganadera, Guanapalo y Filo de Hambre. Estos se movilizaron debido a que en la vereda Guanapalo los indígenas de esta zona estaban siendo amenazados y se vieron obligados a desplazarse. Sin embargo, debido a las condiciones, están pensando que quieren devolverse pronto. “Dentro del Coliseo no nos dejan dormir, ni siquiera nos dejan utilizar los baños” afirma Lijbe. Continúa diciendo que “deben cocinar, alimentar a los bebés en medio de basuras, olor a orines y los aguaceros que caen”.
El hijo de Fabio, enfermo, llora de fondo mientras su mamá le da algunas gotas para ver si cesa el vómito que lo agobia hace ya varios días. Son casi cincuenta personas que buscan refugio en la parte exterior del Coliseo Azul de San José del Guaviare, resguardándose bajo las gradas. Bebés, niños, personas de la tercera edad, hombres y mujeres esperan soluciones que aparentemente no van a llegar. “Nosotros cuando llegamos de lejos esperamos que tengan una casa para poder dormir, tener al menos un baño, agua limpia. Llevamos desde hace un mes comiendo aquí afuera, en medio de la basura, de los aguaceros, del frío” cierra tajante el líder Nukak. Cuando se les pregunta cómo sobreviven, cuenta que dentro del grupo hay varias artesanas que día a día salen a vender sus productos para comprar algunas cosas para cocinar.
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Este caso da muestra de por qué la casa de paso indígena no sólo es una construcción necesaria en una zona como San José del Guaviare, sino que debe proyectarse para ser un símbolo de justicia social y resignificación del respeto y la dignidad hacia los pueblos originarios. Su construcción es una medida imperativa para contrarrestar la imagen que hoy se ve cuando se camina cerca del Coliseo Azul, pues hasta el momento, los pueblos indígenas que hoy habitan este territorio son tratados de manera despectiva, excluyente y hostil desde la institucionalidad.
La inclusión y el reconocimiento de los derechos de la población indígena no pueden quedar simplemente reflejados en las estatuas del Parque Principal de la ciudad. San José del Guaviare debe convertirse en un hogar de paso adecuado para los pueblos étnicos, este es el llamado que hacen desde el asentamiento Nukak que actualmente habita las afueras del Coliseo Azul. Solicitan medidas para que esta situación no se siga presentando. Esto contribuiría no solo a mejorar su calidad de vida inmediata durante los procesos que deban realizar en la capital, sino también a fortalecer los lazos con el mismo pueblo, permitiendo fomentar un sentido de pertenencia y comunidad dentro de un contexto urbano que históricamente los ha estigmatizado.
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