Mujeres buscadoras de Casanare: 25 años trazando los caminos de la verdad

Casanare

Desde hace 25 años un grupo de mujeres ha buscado a sus familiares con pica y pala en mano. De finca en finca por los Llanos, por medio de galerías fotográficas, puestas en escena y ahora con una serie documental, la Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida construye paz y exige verdad y justicia. 

Lyda Quevedo lleva buscando a su hermano Yovany Quevedo desde los 18 años. Empezó en el 2005 en el marco de la Ley de Justicia y Paz que tenía como objetivo la desmovilización de los paramilitares, yendo a las cárceles con una foto de él a preguntarle a desmovilizados del Bloque Centauros de las Autodefensas Unidad de Colombia -AUC- “¿dónde está?”. 

“Yo a él no, pero me acuerdo de otro” le respondieron. Esto la motivó a decirle a más mujeres que estaba apenas conociendo, que le dieran las fotos de sus seres queridos y en un papelito escribieran cada historia para servir de interlocutora. “¿Si entro a preguntar por uno, por qué no entro a preguntar por el otro?” se dijo a sí misma Lyda.

Llevaba toda la información en una agenda y les decía a quienes estaban en la cárcel “venga ¿usted por qué no me ayuda con esto?” Afirma que se creó una relación armónica con los desmovilizados. “En medio de las adversidades se entendía que ellos querían colaborar”. 

En esos momentos Lyda se preguntaba “¿A mí por qué no me sale del corazón esas ganas de agarrarlos a pata?”. Esto debido a que muchas mujeres con las que conversaba al respecto se negaban a hablar con quienes habían sido sus posibles victimarios. Pero ella concluyó que para encontrar la verdad no podía generar discordia, ya que, según ella, para los victimarios tampoco fue fácil darle la cara y ella lo sabía. “En la guerra eso fue todos contra todos, pero ahora para construir paz toca bajar la guardia un tantico”.

Foto: Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida.

Empuñar las banderas de la búsqueda

Jesús Yovany Quevedo Melo desapareció el 25 de noviembre de 1999 junto con su compañera sentimental Luz Neira Achagua en Aguazul, Casanare. Dejaron una niña y cuatro mujeres más huérfanas, cuenta Lyda. Él manejaba una camioneta y trabajaba en el sector petrolero. Ella era comerciante, ganadera y agricultora. 

La madre de Yovany, Yolanda Melo, empezó a andar por todas las sabanas del Casanare, con su morral, buscándolo. Fue a campamentos de las AUC, a Puerto López, incluso llegó hasta Ecuador. “A donde le decían que estaba su hijo, allá iba”. Esto les generó problemas económicos y emocionales dentro de la familia, por lo cual Lyda decide a sus 18 años “empuñar las banderas” y asumir la búsqueda de su madre.  

En ese camino se da cuenta que no solo era Yovany sino también Luis, Ariel, Víctor. En un evento realizado en Yopal en el 2005 sobre la desmovilización del Bloque Centauros, Lyda fue sola a gritar arengas. Allí se encontró con más mujeres que también estaban buscando a sus familiares. 

El Alto Comisionado para la Paz de ese entonces, Luis Carlos Restrepo, las escuchó. Les preguntó al grupo de mujeres cómo se llamaban y esta fue una de las razones que impulsaron la consolidación de la Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida en 2009. Son 15 mujeres fundadoras y actualmente otras 58 componen la línea base de la organización. 

Según la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, en Casanare hay 1963 personas que se están buscando. La fundación hace presencia en los 19 municipios de este departamento y también en parte del Meta, Boyacá y Arauca. Las madres de esta organización buscan aproximadamente a 2500 personas. 

La profesora e investigadora en temas relacionados con la construcción, los lugares y las instituciones de la memoria, Sandra Arenas, cuenta que “cuando las personas se vinculan a una organización, crean un grupo, colectivo o red, buscan inicialmente a pares que hayan vivido su experiencia y la comprendan”. 

Esto es importante debido a las implicaciones que tiene la desaparición forzada: en primer lugar, se encuentra lo que en psicoanálisis se denomina como ‘el desmentido’, que quiere decir que socialmente la historia de la desaparición no es creída. Por eso es que las mujeres buscan “juntarse a otras que han vivido esa experiencia para unirse a alguien como un igual que puede comprender lo que se siente, lo que se vive, lo que se sufre, todo el padecimiento que implica la desaparición”. 

La juntanza se constituye para estas mujeres como un motor, un alivio, como una posibilidad de transitar y trasegar las adversidades. Se acompañan en la búsqueda, en los trámites frente a la institucionalidad que no encuentra, en las demandas de justicia. Se construye de esta forma, una “comunidad afectiva”, cuenta Sandra. “Estas mujeres que vivieron la misma experiencia y que comprenden lo que la otra vive se transforman a su vez en amigas, en cómplices. Se va construyendo una comunidad afectiva basada en un elemento común que es la desaparición forzada de un familiar, pero también basado en el compañerismo, en el colegaje”. 

El encuentro de la comunidad afectiva de las mujeres de la fundación, permitió que crearan estrategias de búsqueda. “Con un almanaque, un volante y tocando las puertas de los finqueros, hacendados, cacaoteros, palmicultores fuimos a explicarles la importancia de que nos ayuden a encontrar los cuerpos de nuestros desaparecidos” De esta forma le solicitan a  las personas que identifiquen puntos claves de sus terrenos como pozos sépticos o para pescados donde pueden estar sus familiares”. Muchas veces sucede que en las fincas se encuentran cuerpos pero no se sabe que hacer con ellos.  “Son las ilusiones de una familia”, dice Lyda. 

Otra de las estrategias son las galerías fotográficas que se llevan a todos los municipios para dignificar a las personas desaparecidas. “La idea es que no fueran una estadística, sino que le pusiéramos rostros a esos números y le podamos decir a la gente que no son 2 500 marranos sino 2 500 almas”. En la última galería denominada “Color esperanza” se le hace un homenaje a los padres buscadores. “Algunos de los que están en las fotos ya han fallecido esperando encontrar sus familiares”, cuenta Lyda.

También impulsaron la idea de realizar un partido de fútbol en la cárcel de Yopal. Con el lema “Vale la pena jugarnosla por la reconciliación”, el objetivo es que los excombatientes puedan tener un espacio psicoterapéutico y a poder construir esos lazos de confianza para que ellos entreguen información. 

También, han Han realizado puestas en escena y actos simbólicos. Lyda recuerda de manera especial los realizados en diciembre del año pasado en el municipio de Paz de Ariporo. Dice que estas expresiones las llaman “arte como instrumento para la reconstrucción social”, y aunque no han tenido profesor o profesora de teatro, en las historias que han construído se muestra el proceso de búsqueda de las mujeres y cómo se le cierra la puerta en las instituciones. 

El camino por la verdad continúa 

En la actualidad las mujeres de esta fundación están en el proceso de la producción de una serie documental de tres capítulos de siete minutos cada uno denominada “Lanceras de la Esperanza” Quieren “visibilizar lo que hemos venido haciendo durante 23 años de lucha en el territorio, con pala en mano, buscando los cuerpos de nuestros seres queridos”, dice Lyda. 

El primer capítulo abordará la búsqueda en campo “de manera artesanal y de manera silenciosa”. El segundo se tratará sobre el rol de la mujer buscadora en la sociedad “muchas veces en el caso de nosotras las lideresas no somos entendidas o comprendidas en la labor que hacemos y que le dedicamos una vida al servicio”, dice Lyda. Por eso quiere mostrar el rol social y familiar que desempeñan respondiendo a las preguntas: “¿Qué hacemos? ¿Cómo es nuestra vida?”. El tercero será sobre el relevo generacional que han llevado a cabo para que la búsqueda no se detenga. “Lo ideal es que no hubiera mujeres buscadoras y que no se hicieran series como estas, eso significaría que no hubiesen desaparecidos, pero no es una realidad”.

Esta producción se logró gracias a un espacio de formación en el que estuvieron las mujeres en el Centro Nacional de Memoria Histórica la última semana de mayo. Allí obtuvieron los insumos y aprendieron las herramientas para presentarse a una convocatoria del Ministerio de las Tecnologías de la Información y Comunicaciones -MINTIC- en asocio con Proimagenes, para la cual fueron seleccionadas junto a otros seis grupos de mujeres de todo el país. Por medio de la serie también se le quiere hacer un homenaje a Mariela Avendaño Menjure, una mujer buscadora que murió el 22 de febrero de este año. 

Yeiny Mesa, coordinadora de la Mesa de Víctimas de Yopal y representante del hecho victimizante de desaparición forzada en Casanare, explica que los procesos de búsqueda en este departamento son “demorados, lentos y difíciles porque actualmente muchas personas de las que hicieron parte de esas desapariciones ya fallecieron o sencillamente no están”. Según la lideresa, quienes cometieron la mayoría de desapariciones en este territorio fueron paramilitares y muchas de estas personas ya van a salir de la cárcel o no se acogieron a Justicia y Paz “entonces uno siempre encuentra verdades a medias.”

Lyda concuerda con que una de las mayores preocupaciones de las mujeres de la fundación es que quienes están en la cárcel y todavía no han dicho toda la verdad, cumplan su condena y no brindan toda la información. Sin embargo, destaca el hecho de que hayan podido encontrar personas como la compañera sentimental de su hermano, Luz Neira Achagua. Las mujeres buscadoras no sólo de la Fundación Yovany Quevedo Lazos de Vida, recorriendo el camino por la verdad, enfrentando la imposibilidad del Estado de encontrar a todas las personas desaparecidas en el marco del conflicto armado.

Este año fue aprobado en el congreso la Ley 2364 que les otorga especial protección a las mujeres buscadoras y establece el 23 de octubre Día Nacional de Reconocimiento a las Mujeres y Personas que Buscan a Víctimas de Desaparición Forzada. Se les debe asegurar condiciones y garantías para recibir atención psicosocial, participar en políticas de paz, y acceso a servicios de salud, educación y seguridad social. Sin embargo, ellas siguen luchando por la verdad, la justicia y la no repetición. 

Casanare

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