Pro vida, pro muerte diferida

Anoche incendiaron los ranchos de las Pérez,

la Rosa, la Pacha y la Chava, que son tan garleras

y tan peleadoras; y les robaron todos los animalitos que tenían…

por la hacienda pasaron los chulavitas echando tiros, y desde lo

alto del camión, el Sacramentico Joya les gritó a los Parras, que

estaban barbechando su lote de la Quinta: ¡Ahora sí, téngase de

atrás, porque los vamos a acabar a todos! 

Eduardo Caballero Calderón. –Siervo sin tierra –

 

El debate sobre el aborto, siempre complejo y polarizante, ha tenido en Colombia un nuevo capítulo, al conocerse el caso de una joven que optó por interrumpir su embarazo luego de siete meses de gestación. La polémica no se hizo esperar, los argumentos en contra y a favor salieron nuevamente a la agenda nacional, y de paso, la amplificación de los medios de comunicación tradicionales, sirvió para desaparecer las revelaciones de la ex senadora Aída Merlano y los señalamientos a través de redes sociales en contra de un reconocido político colombiano (aún en ejercicio) sobre nexos con el narcotráfico mexicano, entre otros temas altamente delicados.

Lo cierto, es que el derecho de la mujer a abortar, está protegido constitucionalmente en Colombia a través de la sentencia C 355/06 de la Corte Constitucional[i]. Un importante número de colectivos (fundamentalmente de mujeres, que también tienen apoyo y participación de muchos hombres) defienden este derecho individual, que no colectivo, de las mujeres a decidir sobre este evento en sus vidas. También, un numeroso grupo de organizaciones, son opositoras al aborto, y se denominan a sí mismas y a sus integrantes «Pro Vida».

Una característica fundamental de los “Pro Vida», es que hacen parte de grupos e instituciones religiosas, principalmente católicos, cristianos y evangélicos. Por supuesto, también pueden estar en la misma posición anti aborto, personas que no hacen parte de los mismos o que no profesan ninguna fé. Pero, la norma en este caso, es que sean profesantes de alguna de las mencionadas; y en la mayoría de los casos, son hombres quienes opinan sobre un asunto que se relaciona directamente con el cuerpo de la mujer.

Desde la Conferencia Episcopal Colombiana, recientemente se creó un video en donde esgrimen sus argumentos “Pro Vida” y que reposa en su página de internet [ii]. Teniendo derecho a exponer sus argumentos, se nota claramente la intención de adjetivar con juicios de valor, el contenido y sentido de la Sentencia de la Corte Constitucional. Lo propio ocurrió con los grupos cristianos y evangélicos durante la campaña por el NO al Referendo por la Paz, en donde, como se descubrió posteriormente por propia boca del entonces gerente de la Campaña por el NO, se tergiversó la información, se sesgaron los conceptos referidos a la familia tradicional, a la ideología de género, entre otros; puntales fundamentales de la plataforma de los “Pro Vida”.

En mi criterio, es imperativo colocarse (hasta donde ello sea posible) en el lugar de la mujer que estando embarazada, llega a la decisión de interrumpir la gestación por diferentes razones que pueden presentarse. Entre ellas, los casos que reconoce la normatividad colombiana.

Un embarazo requiere de la participación del hombre y de la mujer, pero evidentemente, es la mujer quien asume la mayor parte del proceso, no sólo en su cuerpo, sino también en su esfera síquica y emocional. Las alteraciones físicas, bioquímicas y éticas, respecto de cómo varía su futuro, el de su posible hijo o hija, y la asunción de los retos que ello conlleva, son un asunto que compete principalmente a la madre, máxime en un país como el nuestro. Es claro, que tener un hijo o hija, es asunto de pareja (cuando ella existe en la realidad), pero la realidad colombiana enseña que termina siendo un asunto de la mujer. Peor aún, en el caso de una violación, tan común en nuestra “Patria”, en donde además de la violencia asociada a lo intrafamiliar, la violación como arma de guerra sigue siendo un hecho que los “Pro Vida” – incluyendo al alto gobierno y a los medios de comunicación propiedad de los financiadores del mismo – soslayan de forma sistemática.

Creo que en los casos en donde una pareja estable espera un hijo, el hombre tiene pleno derecho de opinar acerca de la posibilidad de interrumpir o no un embarazo. Pero la decisión final es de la mujer, y no debe ser penalizada por ello. Personalmente, no le pediría a mi pareja que abortara en caso de embarazo, pero no por ello, deja de ser una decisión final de ella, o haría extensiva mi mirada a toda la sociedad.

Por otro lado, teniendo en cuenta la moral y los argumentos de los “Pro Vida”, quienes mayoritariamente obedecen a un dogma de credo, cuestiono el hecho de que los mismos hacen parte de aquella población que apoya las políticas que atentan contra el ser humano nacido y crecido, en términos de explotación por parte de una porción minoritaria de las gentes (entre las que se encuentran prelados y líderes religiosos); como bien se aprecia en las condiciones miserables del empleo, de la salud, de la educación, del acceso a la tierra productiva; o en aquellas que atentan contra la naturaleza, como el fracking, la minería en zonas de páramo, los cultivos transgénicos, la ganadería extensiva que apropia tierras cultivables en alimentos y genera gases de efecto invernadero con las heces de las vacas, entre muchos. Atentan con su apoyo expreso o tácito a tales políticas, contra el ser humano y contra la naturaleza (la obra de Dios).

No contentos con lo anterior, los “Pro Vida” apoyan en la mayoría de los casos, un sistema que abona la guerra con los hijos e hijas de los más humildes y excluidos, para que engrosen los ejércitos que se matan defendiendo los intereses y negocios de los más ricos, cuyos hijos, tienen asegurados desde la concepción, la herencia, el poder económico, político, social y cultural; y quienes desde luego, no deben integrar los ejércitos que riegan con sangre la tierra de la Nación (Ver el video “Mi mente no es objetivo militar) [iii].

Una de muchas razones que subyacen a la férrea defensa de la multiplicación de la “prole” – la cual es eminentemente responsabilidad de los humildes -, es que se necesita un gran ejército de reserva que provea mano de obra barata para explotar, aportantes a los sistemas pensionales que son negocio de los jefes “Pro Vida”; y demandantes de mercancías de producción masiva [iv].

En conclusión, los jefes “Pro Vida” inducen a los subalternos “Pro Vida”, para que la prole garanticen su “muerte diferida”.

Referencias:

[i] En tres casos: Por riesgo de la vida o salud de la madre, por malformación del bebé que sea incompatible con la vida y cuando el embarazo es el resultado de una violación.

[ii] https://www.cec.org.co/sistema-informativo/destacados/video-%E2%80%93-mensaje-del-episcopado-colombiano-sobre-el-aborto

[iii] https://www.youtube.com/watch?v=MMODZuBF7uQ

[iv] https://www.es.catholic.net/op/articulos/59181/cat/1192/argumentos-pro-vida-por-que-decir-no-al-aborto.html#modal

 

*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, más no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.

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