Cada día viene con su propio afán. Palabras sencillas que escuchamos a los abuelos o a los mayores que con el paso del tiempo han adquirido una sabiduría que sólo emana de la experiencia. Con frecuencia los dichos populares nos parecen tan comunes que dejamos de prestarles atención. Sin embargo, olvidamos que en ellos habita parte de la sabiduría de la lengua, tanto así que, en uno de los libros cumbre de la lengua española, Don Quijote de la Mancha, encontramos más de 200 refranes.
No obstante, este escrito no es sobre los dichos que encontramos en el libro clásico, sino sobre lo angustiados que vivimos los seres humanos en el mundo de hoy. Somos una sociedad hiper-conectada y sobre-informada que vive angustiada y llena de preocupaciones. Es decir, adelantada en el tiempo, afanados por lo que vendrá mañana, desconociendo que cada día viene con su propio afán.
Hace más de un año, antes de 2020 ninguno de nosotros se imaginó que estaría viviendo una pandemia. Seguramente nadie visualizó cómo la vida cambiaría debido a un virus tan mortífero que paralizaría los sistemas hechos por los seres humanos. Puede que lo más común que hayamos experimentado antes del covid 19, fueran las preocupaciones que nos traería el futuro, sin darnos cuenta que ese futuro no existía y cualquier cosa podría pasar.
Con la pandemia nuestras angustias y anhelos cambiaron. Nuestros planes se rompieron en dos y nuestra única esperanza consistió en que la ciencia fuese capaz de encontrar una vacuna que nos pudiese consolar de tanta muerte, miedo y estados de sitio. Afortunadamente, los científicos del mundo lograron encontrar una vacuna en un tiempo perfecto, en el presente. Bien es cierto que, todavía nadie sabe que tan efectivo será el inmunizador en el tiempo, aun así, hoy, vacunarse es una apuesta por la esperanza que tiene nombre de presente.
Ojalá que esta situación que vivimos, de tanta pérdida y caos, sea la oportunidad para vivir más en el ahora. Para hacernos conscientes de nuestra finitud. Para comprender que somos seres frente a la muerte, y que esa muerte tiene que recordarnos que no tenemos todo el tiempo del mundo, sino que cada minuto que pasa es descenso hacia la tumba y que por tanto, tenemos que vivir plenamente.
Vivir plenamente, en palabras de Panikkar, es hacernos conscientes de la vida. Si fuésemos conscientes de ella, de su fuerza, de su ímpetu en nosotros, dejaríamos de vivir angustiados y preocupados por lo que no ha sucedido. Goethe en su Fausto logró descifrar el susurro de la preocupación en nosotros:
“Al que alguna vez yo poseo
de nada vale el mundo entero;
eterna oscuridad sobre él se cierne,
el sol ya ni se levanta ni se mete;
si sus sentidos externos parecen perfectos,
las tinieblas moran dentro de su pecho,
y de cuentas riquezas la tierra atesora
no sabe entrar en posesión gozosa”.
Estos versos de Goethe, este susurro ensordecedor, puede ayudarnos a reflexionar sobre la trampa de vivir en la inquietud y la preocupación por lo que todavía no existe, el futuro. Si vivimos vigilantes frente a esa macabra trampa que aniquila los segundos, podremos vivir felizmente, aun cuando la muerte y la enfermedad nos acechen.