Fue víctima de desplazamiento en dos ocasiones y ahora trata de sobrevivir junto a su familia en Villavicencio. Sin embargo, la esperanza la acompaña día a día.
Sus ojos ensombrecidos brillan con tristeza recordando aquel 2008 cuando un grupo armado llegó a su vivienda en el corregimiento Pitalito del municipio de Vista Hermosa, Meta. “Se tiene que ir, le damos 24 horas”, le dijeron integrantes del Frente 27 de las extintas FARC. Para Diana Marcela Rozo no fue una sorpresa, pues en ese mismo lugar, su familia también había sido víctima de desplazamiento forzado en el pasado.
Su tortura no terminó ahí, la incertidumbre la invadió cuando llegó a Villavicencio, una ciudad que le era desconocida y donde encontró la selva asfaltada que empezaría a ser parte de sus días. Pero antes intentó rehacer su vida andando por fincas entre Vichada y Guaviare, de este último departamento huyó por miedo a que los grupos armados ilegales reclutaran a su hijo mayor, Alejandro. El temor no era infundado, según información obtenida de diversas fuentes por la Comisión de la Verdad, entre 1990 y el 2017 hubo 16.238 actos de reclutamiento forzado en menores de edad.
Luego de huir para salvaguardar la vida de Alejandro, Diana arribó hace un año a Villavicencio, sin bienes materiales pero con la resiliencia para empezar nuevamente de cero, pasando por diferentes barrios vulnerables como Cataluña, Covisán, Portales del Llano y actualmente, la vereda Parcelas del Progreso, lugares que se adaptan a sus condiciones económicas, pues actualmente está desempleada, tiene dos hijos y el único sostén de su familia es su esposo, quien acogió como parte del hogar a tres mascotas que adora: dos perros y una gata. Diana tiene otros dos hijos mayores pero viven con su excompañero.
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Aunque tiempo después de haber sido desplazada hizo la declaración en Bogotá de la afectación sufrida, la respuesta hasta ahora sigue siendo que “está en espera”. También intentó acceder al subsidio de vivienda pero con el enredo burocrático no le fue posible avanzar con el proceso. Y como si fueran pocas sus penas, hace algunos meses interpuso una tutela para recibir una indemnización por su hecho victimizante pero tampoco ha recibido respuesta.
A estas dificultades se suma que Parcelas del Progreso está ubicada sobre la ronda del río Guatiquía, que en invierno se desborda y deja gran cantidad de familias damnificadas. Aún recuerda cómo la anterior casa donde vivía en arriendo se inundó a medianoche y tuvo que salir junto a su familia, asumiendo con impotencia que no podría recuperar sus camas, su ropa y demás pertenencias que a duras penas había logrado obtener con el escaso dinero que le llegaba.
A sus 33 años, Diana pasa sus días en casa encargada de las labores domésticas, a la espera de que, quizá, algún día su vida pueda dar un giro y garantizar un bienestar, no solo para ella, sino para su familia.
Investigación: Camilo Rey y Dayanna Lara
Redacción: Shirley Forero Garcés