Deisy, Melissa, Paola y Fernanda son algunas de las mujeres que conforman Criollas Indomables, una facción de la hinchada del Club Llaneros de fútbol. Esta es su historia.
Una hora antes de que empezara el partido de fútbol sala, La Banda Indomable llegó al estadio Álvaro Mesa Amaya en el Parque Banderas. Se ubicaron en la parte de arriba para ensayar los instrumentos y poner los trapos. Uno de ellos decía “Criollas”, el grupo de mujeres que hace parte de la barra. Tenían las camisas del equipo con los colores insignia: blanco, dorado, negro.
Los instrumentos aumentaban el volumen que se escuchaba en todo el lugar. Las demás gradas se van llenando y arriba los trapos de los barrios ya están puestos. San Antonio, La Esperanza, La Madrid, Porfía. Hay 16 personas y cuatro son mujeres, Deisy Calderon y su hija Melissa Castañeda, Paola Cabrera y Fernanda Sabogal.
A las tres de la tarde del domingo 10 de marzo, sonó el pito que dio inicio al partido y las cuatro junto a sus compañeros cantaban y saltaban al ritmo de la música. La primera vez que Deisy asistió a un partido fue hace dos años porque recibió la invitación por redes sociales. “Me senté en el primer tiempo y el líder, Camilo Rincón, al que le dicen El Abuelo, me hizo levantar porque no dejamos que las personas se sienten. Me cogió la mano, me llevó y me dijo ‘para que me ayudes a tener el trapo’ y era el trapo de mi barrio”.
En ese momento la invadió el sentido de pertenencia. Nació, creció y todavía vive en Porfía. Allí tiene a toda su familia. “Lo llevo conmigo”, dice. Se comenzó a involucrar de a poco en La Banda Indomable porque se siente libre y contagia de esa libertad a sus compañeras.
Fernanda es la mujer que lleva más tiempo. Llegó a través de su pareja hace ocho años. “Él me trajo a la banda y me quedó gustando el ritmo, el apoyo, y más que todo porque es el equipo de nuestra tierra. Somos de acá y Llaneros nos está identificando”. Es enfermera y en su trabajo le tienen el apodo de “La Llanerita” por ser hincha.
A Paola la invitó su pareja. Se lamenta porque no puede participar tanto como él por cuidar los dos hijos que tienen pero dice que le gusta “la pasión que se siente, la adrenalina de ver a los chicos jugar y esforzarse”. Él aporta económicamente a La Banda Indomable. Por eso ella decidió que es mejor que él asista más constantemente “porque la barra no se sostiene sola”.
El fútbol, los viajes y la juntanza
En ningún momento dejan de sonar los instrumentos. En el fútbol sala participan cinco jugadores por equipo y los partidos son de 40 minutos con dos tiempos de 20 cada uno, pero el reloj sólo avanza cuando el balón está en la cancha, como en el baloncesto.
La Banda Indomable sigue a Llaneros a todas partes. El equipo profesional masculino y femenino juegan en Yopal debido a que el estadio de allí es el que tiene las condiciones óptimas para hacerlo.
La primera vez que Deisy viajó fue a Neiva. Sorprendió a sus compañeros porque llevaba poco tiempo pero se arriesgó. “Cómo va a ir la nueva y nosotros no” decían. Ha estado en Itagüí, Bogotá, Cúcuta y le cogió un cariño especial a las “muchachas” de la barra de Cartagena cuando ellas vinieron a Villavicencio y se conocieron.
Fernanda ha estado en Tunja, Itagüí y Barranquilla. Viajó en bus en las excursiones. Y por su parte Paola sólo ha podido ir a Bogotá por la dedicación que requiere las labores de cuidado de sus hijos, pero quisiera conocer otros lugares. “Yo te sigo a todas partes a donde vas” cantaban en medio del partido.
Aunque el fútbol ha sido un espacio históricamente masculino, las mujeres han luchado para tener un lugar tanto en las barras como en los equipos y clubes.
Entre las barras feministas en Colombia se destacan el colectivo La Popular Feminista CISF del Club Independiente Santa Fe, Fortineras del Once Caldas, Fútbola – Fútbol, Mujeres, Conciencia y Sociedad de Millonarios, Viva la Mujer que Alienta, viva la Mujer Pereirana perteneciente a la banda Lobo Sur del Deportivo Pereira, Sororidad Roja del Deportivo Independiente Medellín, y el Colectivo Futbolero Femenino Escarlata del América de Cali.
En un artículo publicado por Manifiesta, un medio de comunicación que le apuesta al periodismo feminista, se cuenta que estas barras nacieron con el objetivo de que las mujeres tengan un espacio seguro en el estadio, en los viajes, en las otras ciudades. Criollas Indomables concuerdan con esto. Desde que Deisy empezó los hombres han bajado la guardia, han cambiado dinámicas internas. “Nosotras llegamos a hacer un orden, ya me escuchan”, cuenta la hincha. Sin embargo, en ocasiones ha tenido que mostrarse firme: “Me ha tocado pararme bien duro con mis ovarios bien puestos porque no faltan los compañeros que nos la han querido montar”.
Pero esos problemas, dice Deisy, se han solucionado por medio del diálogo y la conversación. “Por eso es que nosotras las mujeres somos tan importantes. Les digo que se calmen, que es importante poder pensar, que no se dejen llevar por su impotencia y su machismo. Y nos escuchan”.
Barrismo social que construye paz
Cuando se acabó el primer tiempo Deisy se puso en su espalda el trapo de Porfía que tenía su hija. Más personas llegaron a la parte de arriba del estadio. La Banda Indomable creció. Había más menores de edad, 25 personas en total de las cuales una era una niña que sostenía uno de los trapos.
A Deisy se le soltó el peinado que tenía de tanto saltar. No le importó. Ahora lo tiene en cola de caballo. Le indicó a ocho niñas y niños que habían subido dónde pararse y cuáles trapos podían sostener. “Vamos mi llanero, vamos a ganar”, cantaban todas las personas. Repartieron bengalas de humo, los tambores seguían sonando y el estadio se tornó gris.
Para Fernanda lo más duro ha sido ver perder a su equipo. “Le dan a uno hasta ganas de llorar. Hay que ser fuerte, pero a la vez siempre se le sale una que otra lagrimita”, cuenta. Cada vez que mira a su equipo jugando siente pasión. Utiliza el fútbol para distraerse y descansar. Por su parte, Paola dice que el fútbol “es un deporte estupendo, que lo hace a uno disciplinado. Al apoyar al equipo se ocupa uno la mente y se motiva a tener el propósito de ser alguien en la vida”.
Al preguntarle a Deisy para ella qué es el fútbol no dudó en responder que es “paz y traer amistades maravillosas. Se comparte muy bonito y sin violencia”. Uno de sus sueños es que La Banda Indomable llegue a más barrios de Villavicencio y que las mujeres, con sus niños y niñas apoyen al equipo local, se involucren en las dinámicas del grupo, le apuesten al barrismo social.
La Banda Indomable ya ha hecho presencia en diferentes escenarios de la ciudad aportando a la construcción de paz. El día del partido, en la mañana Deisy estuvo con su hija Melissa en Cristo Rey, acompañando al proyecto “Sokai” sembrando maíz en una huerta. Han estado en fundaciones y hogares geriátricos “compartiendo sonrisas a los abuelitos y abuelitas. También hemos ido a barrios vulnerables, hacemos presencia, vamos con los tambores, con los instrumentos”.
Melissa, la hija de Deisy, acompaña a su mamá hace un año y le gusta la emoción que se siente cuando meten goles. Tiene 12 años y quiere empezar a entrenar. A pesar de que metieron autogol, los tambores nunca dejaron de sonar y la barra nunca dejó de saltar. Faltando un minuto para acabar, llaneros anota un gol que desempató el marcador. Todas las personas saltaron, festejaron, sonrieron y reforzaron su unión con un abrazo colectivo.