Blanca Emma Rincón: el legado de una de las pioneras de las artesanías en Villavicencio

Desde su origen en la vereda Buenavista de Villavicencio, Blanca forjó un legado a través de sus flores de plumas y demás artesanías. Dice que es de las artesanas más veteranas en la ciudad. Su habilidad la llevó a destacarse a nivel nacional. Su historia es testimonio de perseverancia.

Por: Dayana Lara Hidalgo y Simón Zapata Alzate.

Blanca Emma Rincón encontró en las plumas un tesoro inesperado que despertaría su creatividad. Fue criada en la vereda Buenavista de la ciudad de Villavicencio en medio de la fauna, la flora, el agua y la tradición campesina llanera. En la escuela desde 1964 le inculcaron las manualidades y eso la inspiró a inclinarse por este oficio.

Se casó a los 15 años con un hombre que su mamá le escogió y tuvo siete hijos e hijas. Pero esto no fue un impedimento para que desarrollara y potenciara sus habilidades como artesana y emprendedora.

Al año de haberse casado, tuvo su primer hijo y se fijó en las plumas de gallineta. “Si usted viera las flores tan hermosas que yo hago, rosas, orquídeas. Los patos que tenía en la finca los despluma vivos y ellos vuelven y pluman después, y con eso hacía mis flores”, cuenta Blanca.

Su esposo trabajaba en el distrito de carreteras y tuvo que irse para el Vichada. Blanca quedó con sus padres y una vecina, Lourdes Ramírez, le dijo “venga Blanca me ayuda” con unas flores artesanales para una exposición en Venezuela. “Yo fui a ayudarle, pero yo tenía mi doble intención porque ya había visto las flores, pero no sabía cómo se hacían”.

Le colaboró enredando los alambres, “ella trabajaba y yo miraba y miraba y miraba, aprendiendo. Al principio, no me quedaban muy bonitas, pero después, sí me quedaban lindas.» Así fue como aprendió de Lourdes y comenzó a crear sus propias flores a partir de las plumas que encontraba en su camino, todas de diferentes colores, formas y tamaños.

Aquellos plumajes suaves y limpios la enamoraron. En cada flor de plumas que creaba encontraba no solo una fuente de ingresos, sino también de alegría y realización personal en su desarrollo artístico.

Lo que le dio más duro en su proceso de aprendizaje fue la tinturada de las plumas “porque uno tiene que saber qué tinta le echa, qué tanta, cuánto hay que dejar hervir, cuánto hay que dejar para lavarlas”.

Juntanza entre artesanas

Con paciencia y atención a los detalles, Blanca aprendió no solo a armar las flores, sino también a perfeccionar técnicas como el bordado, el tejido y la talla de madera. Utiliza totumo, cuero, reciclaje, bisutería, semillas, calceta de plátano, fique, esbose de ganado, icopor, entre otros.

Su talento no pasó desapercibido y pronto el nombre de Blanca Emma Rincón se destacó a nivel municipal, departamental y nacional por sus creaciones en plumas. Desde 1976 hace parte de la Asociación de Artesanos del Meta -ADAMETA- y empezó participando en exposiciones de artesanas en hoteles como el Hilton, Tequendama y Galería Cano.

En 1981 ganó la medalla de honor al mérito artesanal en el Tercer Mercado al parque Simón Bolívar en la cuidad de Bogotá, este sería el primero de los reconocimientos que recibiría. Al año siguiente obtuvo la bandeja de plata por parte de la Federación de Artesanos de Colombia, por la mejor destreza artesanal en Villavicencio, Meta. El trabajo que había comenzado en una vereda lejana de Villavicencio llegó a ser exaltado en los mejores hoteles de la época.

Cuando sus dos hijas mayores se casaron en 1988 y otro de sus hijos se fue a vivir y a trabajar en la costa, decidió aventurarse con un vivero, aunque no supiera ni cómo se llamaban las plantas. Consiguió quien la acompañara hasta Fusa, Cundinamarca y allí encontró un buen proveedor. Llenó su camioneta de matas, se las trajo hasta su finca en Buenavista al borde de la carretera y a las dos semanas ya las había vendido todas. Este fue el inicio del vivero que tiene hoy en día.

Recibió su tarjeta profesional de artesana en 1990 por parte de Artesanías de Colombia, la cual aumentó su competitividad en el mercado nacional, certificándose con un sello de alta calidad de sus productos laborados a manos.

Se trasladó a la antigua calle de casetas ubicada frente a lo que hoy se conoce como Alkosto. Finalmente se instaló al respaldo de la actual Cruz Roja junto a las demás artesanas que conformarían el 16 de octubre de 1992 la Asociación de Artesanas del Llano -ASOARTELLANOS- con el objetivo de fortalecer el gremio de mujeres artesanas en la región, pues ser mujer y querer emprender no es tarea fácil. Hoy en día más de 20 mujeres conforman la organización.

Según Blanca, al agruparse como artesanas les permitió tener espacio, unión, compartir experiencias y fortalecerse mutuamente. Esta experiencia inspiró a otras mujeres a seguir sus pasos y creer en su capacidad para emprender y tener éxito pese a la falta de apoyo por parte del gobierno.

Fotografía: Dayana Lara

La nostalgia al hacer las flores de plumas

Dice que su esposo era buen marido y buen papá. “Pero a veces lo invadía la inseguridad y le daba mal genio”. Cuando Blanca quiso comprar su camioneta no estuvo de acuerdo, sin embargo, la compró y justo el día que él murió de un infarto, en 1997, se la entregaron.

A pesar de los desafíos, Blanca nunca perdió su espíritu emprendedor ni su deseo de compartir su sabiduría con otras personas. Dice que en la actualidad es la artesana más veterana que se encuentra en ejercicio. “Las unas ya se han muerto, Lourdes ya está muy viejita y no lo conoce a uno, las otras son más recientes”.

Todavía sigue haciendo las flores a pesar de que ya no se ven tantas plumas. “Ahora la gente ya no tiene patos”, se lamenta Blanca. Cada una tiene su propio estilo de flor. Con el cuchillo dobla la dobla y les da forma por ejemplo de orquídeas. “Ahorita que hago esas flores siento nostalgia, por acordarme de mi juventud”.

También rememora a una de sus amigas, también artesana. Era su coequipera, su comadre: “las dos nos íbamos, contratábamos una misma pieza para las dos en las ferias, compartíamos transporte. Pero ella ya murió”. Se llamaba Ilda Bigoya y ambas progresaron juntas en la labor.

Ahora Blanca dice que no “le corre a nada”. Se levanta a las siete u ocho de la mañana, toma aguas de hierbas, tinto, y se va a trabajar hasta las cinco o cinco y media. Tiene el pelo blanco y las uñas de manos y pies pintadas de rojo, menos los dedos anulares. Cuatro de sus hijos están en el exterior, en Europa y Estados Unidos.

Su mirada es firme, su carácter fuerte. Prueba de ello es su historia que es testimonio de un espíritu emprendedor. Además de ser lideresa entre las artesanas, también ejerce un liderazgo político. Milita en un partido desde sus 21 años y una vez fue candidata al Concejo de Villavicencio.

Se siente cansada, pero sigue remodelando su vivero y organizando su espacio de trabajo. Tiene pendientes para tallar y pulir unas figuras en madera de loros y otros animales. En su casa tiene su máquina de coser y con eso también se entretiene. “Yo le pido a mi Dios que me dé salud para seguir trabajando”, concluye.

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