El hombre pasa sus días atado a una cama, no habla y perdió sus recuerdos. Su familia ha sufrido junto a él las consecuencias de un aparatoso accidente, por eso piden apoyo para costear los tratamientos y medicinas que requiere, con la esperanza de que algún día vuelva a ser el mismo de antes.
El 13 de julio del 2016, bares, restaurantes y casas en varias regiones del país, fueron espacios para reunir a fanáticos del Atlético Nacional, ese día se disputaría la semifinal de la Copa Libertadores contra el Sao Paulo de Brasil. El partido se jugó en el Atanasio Girardot de Medellín. Miguel Borja marcó dos goles y el equipo local resultó ganador. Mientras tanto, en Bogotá, José Jaimes, como hincha fiel del verde, celebraba con unos tragos el triunfo junto a sus amigos. La efusividad del momento no dio pista alguna de lo que vendría después.
A las 5:00 de la mañana, cuando conducía una motocicleta desde el barrio Galán hacia su casa en el sector Macarena del centro de la ciudad, su vida cambiaría drásticamente. Para ese entonces, cerca de la carrilera del tren turístico de la Sabana, había un agujero contra el cual se estrelló, provocando que saliera disparado por los aires, golpeándose la cabeza en su aterrizaje. El accidente le provocó un trauma craneoencefálico severo, que lo llevó a estar durante un mes recluido en una clínica en estado de coma inducido y con una luxación del hombro, entre otras complicaciones. El día en que volvió a abrir los ojos, su memoria se había esfumado y para ese entonces, los médicos le habían practicado una traqueotomía y retiraron parte de su cráneo para descomprimir su cerebro, de lo contrario, José, ese hombre que hasta entonces se mostró soñador, emprendedor y trabajador, no habría sobrevivido.
Su madre recuerda el parto en el que dio a luz a José hace 37 años, en el municipio de Cubarral, como el más bonito de todos los seis que tuvo, quizá por eso se convirtió en un padre consagrado que era capaz de dar la vida por sus dos hijos y su progenitora. Durante su infancia pasaba sus días pateando una pelota de fútbol o jugando lucha libre con sus hermanos. El estudio no fue de su agrado, se graduó como bachiller, pero desde los 14 años empezó su vida laboral. Y así continuó su cotidianidad, entre esas melodías de salsa y vallenato que le encantaba escuchar mientras compartía con sus amigos en el billar. Pero su pasatiempo favorito era ver jugar a su ‘equipo del alma’, incluso repetía una y otra vez los videos en los que Rene Higuita realizaba sus icónicas bloqueos como arquero.
Pero ahora su realidad es distinta. Vive en el barrio La Floresta del municipio de Guamal, donde las secuelas del trauma craneoencefálico, lo tienen postrado en una cama con medio cuerpo paralizado. Sufre de amnesia, no pronuncia palabra y adquirió un trastorno bipolar que lo ha llevado a adoptar actitudes agresivas en algunos momentos. Tampoco tiene control de esfínteres, por lo que debe usar pañales todos los días. Este tipo de dificultades suelen hacer metástasis, afectando también a miembros de la familia, y este caso no es la excepción.
(En otras noticias: Tres personas fueron asesinadas en Barranquilla, Atlántico.)
José se encuentra bajo el cuidado de su madre, quien tiene 63 años de edad, padece una aneurisma en el cerebro y quistes en el cuello debido a una tiroides, por lo que necesita de dos intervenciones quirúrgicas que se ha negado recibir para poder seguir pendiente de su hijo. “En pocas palabras, es una enferma cuidando de otro enfermo”, mencionó su hermana, Viviana Jaimes a El Cuarto Mosquetero. La atención de las EPS no aporta a la mejoría de esta situación. Ha sido trasladado en tres ocasiones, primero estaba afiliado a Cruz Blanca, a la cual se le interpuso una tutela, pero luego fue liquidada. Después fue enviado a Compensar, pero allí no había cobertura para Guamal, entonces resultó en la Nueva EPS en régimen subsidiado porque su familia no pudo seguir pagando seguridad social. Aun así, la empresa de salud está en la obligación de autorizar las terapias tres veces a la semana que él requiere, con fisioterapeuta, terapia ocupacional y fonoaudiología. También debe otorgar una enfermera que lo acompañe durante 12 horas, así como garantizar además el traslado a sus citas presenciales con especialistas en ambulancia, como reza en la tutela presentada a la primera EPS, pero según su hermana, no se ha cumplido con ninguno de estos requerimientos. Además se presentó un derecho de petición a esta última entidad, pero hasta el momento no ha sido contestada.
Con todas estas trabas, José ha logrado sobrevivir gracias a la solidaridad de algunos allegados/as que conocen su situación. También, desde hace un mes, el grupo de voluntarios ‘Tejiendo desde el corazón’, en cabeza de Gloria Arroyave, ha donado terapias, un valioso apoyo ha sido un bálsamo en las grietas que se han formado entre la familia desde el accidente, pues el afectado no cuenta con ningún tipo de auxilio económico y para solicitar pensión por discapacidad, contó su hermana, Colfondos solicita tener el proceso de interdicción con el fin de radicar la documentación, pero para este requisito, es necesario un certificado del estado de discapacidad, el cual, a raíz de los inconvenientes presentados con las EPS, no ha sido posible obtener.
Las dificultades se han agudizado con la pandemia y no por su salud exactamente, pues las pocas personas que lo han visitado, no han contraído el covid. Lo que resultó trágico para la familia en medio de esta situación fue la muerte de su padre. “Mi hermano lo único que notó, es que cuando estuvo enfermo, entró en su habitación a despedirse y nunca más volvió. Nosotros como familia no le mencionamos nada porque no sabemos qué tanto entiende y no queremos afectarlo emocionalmente con malas noticias”, relató su hermana.
La que más se ha visto afectada con esta situación es su madre, quien durante los primeros años que José estuvo en Bogotá, trabajó en servicios domésticos en un apartamento cerca de la clínica en la que estaba internado su hijo. Todos los días se levantaba a las 4:00 a.m. para realizar sus labores y a las 10:00 de la mañana se iba a cuidar a José ayudándolo a bañar y estando pendiente, pues cuenta Viviana, él sufrió de negligencia y maltratos en ese centro médico, donde se quedaba hasta las 5:00 p.m. y luego regresaba a su lugar de trabajo a continuar sus oficios, todo esto por un pago mensual de 300 mil pesos.
Aquella rutina extenuante terminó cuando por medio de la tutela, se logró que José fuera trasladado a Guamal, donde vive su hermano Leonardo, quien junto a su esposa e hijas, ha ayudado en los cuidados que requiere José. Muy temprano en la mañana, la mujer se levanta para prepararle el desayuno, después Leonardo le ayuda a pasarlo de la cama a una mecedora, la cual es arrastrada hasta el patio, donde recibe un baño y luego es llevado a la camilla la camilla donde le ponen la ropa. Antes del mediodía, la mayor empieza a preparar el almuerzo y hasta que José no ha ingerido sus alimentos, ella se priva de comer, pues debe estar pendiente de que no se atore. El resto del día lo ocupa lavando sábanas y ropa de José, dándole los medicamentos a las horas requeridas y cambiándole el pañal las veces que sean necesarias.
Viviana vive en Medellín junto a su cónyuge e hijo y se ha mantenido haciendo acompañamiento desde la distancia a través de videollamadas. “Él se pone contento y lo digo porque cuando nos vemos a través de la cámara sonríe”, comentó. También se ha encargado de buscar apoyo realizando tutelas y contactándose con ‘Tejiendo desde el corazón’, la cual ha prestado un apoyo invaluable. De hecho, es gracias a la fundación que El Cuarto Mosquetero pudo conocer este caso.
Aunque se encuentre a 564,9 kilómetros, para Viviana tampoco ha sido fácil enfrentar esta situación. Cuando se enteró del accidente de su hermano, se encontraba en embarazo sin saberlo y viajó a Bogotá para acompañarlo a él y a su mamá durante cerca de 30 días. Cinco meses después tuvo un aborto involuntario debido al estrés y llanto provocados por pensar incesantemente en lo que estaba pasando con su familia. Este ha sido un golpe que al día de hoy, le colma de tristeza.
Aun así, mantiene el optimismo, al igual que su familia, sueña con volver a verlo caminar y hablar. Quiero llevarlo al estadio Atanasio Girardot de Medellín para que cumpla uno de sus sueños: ver jugar en vivo y en directo a su ‘equipo del alma’, el Atlético Nacional. “Quisiera que fuera mentira, despertar y volver a verlo como él era antes, o al menos para darle calidad de vida a mi hermano porque no la tiene y para ello el requiere el compromiso del Estado y de la sociedad que vuelve invisibles a estas personas”, concluyó Viviana.
Si quieres ayudar a José y su familia, comunícate al 319 4381690 o 320 3802849.