Alirio Vargas Galeano, fotógrafo y docente en un municipio en conflicto

Después de varios días intentando hablar con él, llegué donde el profesor Jorge Alirio Vargas Galeano, subimos a su apartamento, un lugar que actualmente es un hotel, el cual existe a partir de la necesidad de evidenciar ante quienes determinaban si El Peñón podría convertirse en entidad territorial evaluando varios componentes, entre ellos el económico, que el corregimiento en aquella época, tenía hoteles; don Alirio y su esposa María Denis, ayudaron en esta titánica tarea para la época, pero que luego se convertiría en un ingreso adicional para la familia.

El profe Alirio, como todos lo conocen, nació la vereda El Espejo del municipio de Bolívar, del cual El Peñón era corregimiento. Cuando tan solo tenía 5 o 6 años, no recuerda con exactitud, llegó a este territorio, sin imaginar que al crecer se convertiría en miembro fundador de lo que es hoy el municipio más joven de Santander.

“Yo hacía parte del comité de finanzas por un lado y del comité de comunicaciones por el otro, cuando nos tomamos la Alcaldía en Bolívar” recuerda el profesor, quien tenía “una camarita” y se encargaba de capturar los momentos más importantes del proceso de conformación como entidad territorial, aunque también algunos otros. Es gracias a él que existe un gran número de fotos antiguas del municipio y sus habitantes, por ejemplo, la mayoría sino todas las fotos que están en el libro “Entre dos peñones” de Manuel Moncada, son de Alirio Vargas.

Lamentablemente, la mayoría de las fotos capturadas por Alirio, se perdieron con la humedad, él las tomaba, las imprimía y las que no regalaba a la comunidad o a sus amigos, las guardaba en “una cajita”, pero con el pasar del tiempo se pegaron unas con otras y se dañaron. En los recuerdos del fotógrafo quedó capturada la mejor fotografía que se arriesgó a tomar, la de una toma guerrillera del ELN en el que se presentaron fuertes enfrentamientos con la Policía, allí fallecieron personas de ambos bandos, e inclusive fue asesinado el cabecilla de este grupo armado. Hasta ese momento y desde una terraza estaba tomando fotos este intrépido hombre, presenciando un acontecimiento crucial en esta lamentable confrontación: cuando los guerrilleros sintiéndose ganadores de la toma, empezaron a subir al edificio, y un policía que se encontraba en un callejón, disparó apuntando hacia arriba alcanzando a “Gafas”. Al ver que todo podría empeorar, este líder decidió que cubrir este enfrentamiento podría poner en riesgo su vida, por lo que se fue a resguardarse. Luego su foto sería publicada por Vanguardia Liberal, sin créditos, ya que en ese momento él temía constantemente por su vida.

Pero también lo son las fotos que tomó de la hazaña que lograron los peñoneros en el año 1977, como lo fue tomarse el Palacio Municipal en Bolívar, que sirvieron de insumo a la poca prensa que documentaba este momento histórico que era impensable para la fecha, ya que hasta el momento poco o nada se había escuchado que un grupo de campesinos se tomaran la Alcaldía de un municipio en Colombia, durante tantos días y sin hacer uso de la fuerza.

“A los corregimientos era demasiado poquitas las asignaciones, entonces se analizaba mucho esa situación y principalmente cuando yo pienso la hazaña del punto de partida para pensar el progreso del municipio de El Peñón, fue esa toma, la toma del palacio municipal. Eso se hizo a raíz de que Manuel tuvo la oportunidad de participar en el Concejo (…) Manuel es un tipo demasiado inquieto y se dio cuenta que eso así con solas carticas y solicitudes no se podía” recuerda don Alirio, quien considera que desde ese momento empezó un trabajo duro ya que algunos creían que era descabellado, pero aunque lento, lograron movilizar casi a la totalidad de los habitantes del corregimiento, para que pudieran exigir la llegada de la luz, de servicio médico constante, entre otras peticiones que les permitirían garantizar condiciones de vida digna.

Fotografía tomada de «Entre Dos Peñones», libro del autor Manuel Moncada.

En la toma realizó en un principio múltiples tareas de bajo perfil: logísticas, estratégicas y de comunicaciones, ya que él era docente y director de núcleo, sin embargo, tuvo un papel protagónico en este espacio, luego hasta participó en la comisión que dialogó con los funcionarios para llegar a acuerdos durante el paro.  Posteriormente, desde el Gobierno se dieron cuenta que tanto él como los demás docentes estaban inmersos en este paro siendo funcionarios, pero no tomaron represalias porque comprendían que los profesores estaban en condiciones paupérrimas y poniendo en riesgo su vida para educar, inclusive muchos pedían traslado pues no aguantaban las condiciones tan complejas que se vivían en la época. Sin embargo, ni Alirio, ni su esposa, ni muchos otros docentes peñoneros, se atrevieron a abandonar su territorio y esa lucha que también les pertenecía.

Poco a poco fueron teniendo pequeños logros, que les supusieron grandes esfuerzos, pero que les permitió tener vías, salud y mejor educación. Sin embargo, no solo tenían que estar luchando contra el abandono estatal, sino además padeciendo en medio de un conflicto armado que no los representa. Para el docente, lo más complicado del conflicto era el hecho que los grupos armados siempre solicitaban apoyo a la comunidad, sin ponerse a pensar que luego eso se convertía en problemas para los mismos habitantes de El Peñón. Por ejemplo, al tener una condición económica mucho más cómoda que otros campesinos del municipio, él tenía automóvil, específicamente una camioneta Toyota, que luego tuvo que vender, porque un día un grupo le “pedía el favor” de transportarlo, al siguiente otro, y no podía negarse. No siendo suficiente, cuando iba a Bolívar a retirar su sueldo, tenía que aguantarse malos tratos por parte de la Policía, quienes inclusive aprovechaban la situación para pedirle cosas, como elementos de aseo, al tildarlo de “auxiliador” de las guerrillas. Su historia es muy similar a la de varios peñoneros y peñoneras que prefirieron caminar o andar con sus mulares, a tener moto o carro y poner en riesgo su vida.

El profesor Alirio junto con su esposa Maria Dennys.

Lamentablemente, cuando su sueño de ver a El Peñón convertido en municipio, casi se iba a hacer realidad, sufrió un atentado, él se encontraba con su esposa María Dennys en su casa, la que habían adecuado como hotel, cuando un hombre llegó a preguntar si tenía alcobas disponibles “teníamos unas piezas que habíamos guardado para recibir las comisiones del municipio, yo salí a entregar la alcoba, pero tan pronto abro la puerta sacaron un revólver… yo reaccioné fácil porque yo medio abrí la puertita, miré al señor de reojo y de inmediato traté de cerrar la puerta, pero me alcanzó a disparar” rememora Alirio Vargas, a quien los médicos le dijeron que estaba vivo de milagro, ya que la bala perforó parte del cuello y salió por detrás. Ya era la segunda vez que se había salvado de la muerte, la primera fue cuando no pudo ir con la comisión que iba a interlocutar con el gobernador de la época, en donde fueron asesinados a manos de paramilitares su amigo Ciro Antonio Güiza, Nicacio Jerez y Over Yesid, además que dos de las mujeres de la comitiva quedaron heridas, una de ellas, doña Marinita Galeano, quedó cuadripléjica.

Lamentablemente, aunque el profesor tenía una hipótesis bastante acertada sobre el autor intelectual de su atentado, la Fiscalía nunca resolvió el incidente. A pesar de ello siguió trabajando de manera incansable por el desarrollo de su municipio, como docente y ciudadano, ahora tal vez, aunque sigue interesado en el desarrollo político y social de El Peñón, su avanzada edad le ha enseñado a ser más sosegado y saber qué peleas batallar.

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