Colombia, después de Afganistán, es el país con más minas antipersonas en el mundo, de ahí la necesidad urgente de labores de desminado humanitario. Aquí le contamos sobre esta peligrosa, pero loable labor.
Según la Red de Práctica Humanitaria (HPN por sus siglas en inglés), para el 2010, las minas antipersonal (MAP) y los artefactos explosivos improvisados (AEI) mataban o herían a cerca de 1.000 colombianos y colombianas cada año; más que en cualquier otro país del mundo.
Diez años después, el panorama sigue siendo desolador. Estos artefactos, más que cifras, dejan personas que, si con suerte pudieron sobrevivir, ahora deben afrontar una cotidianidad llena de obstáculos motrices que a la larga, influyen en sus percepciones, objetivos e interacciones con quienes les rodean.
Colombia, después de Afganistán, es el país con más minas antipersonal en el mundo. En abril del 2020, el Comité Internacional de la Cruz Roja, informó que al menos 118 personas fueron víctimas de minas antipersonas y otros artefactos explosivos en Colombia durante el primer trimestre del año, casi el doble que en el mismo periodo de 2019, donde se registraron 81 víctimas, y en la misma etapa de 2018 fueron 48, lo que indica que el balance parcial de 2020 es el peor de los tres últimos años con un incremento del 45,6 %. Además, según la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, en 2016, año en el que se firmó el Acuerdo de Paz con la extinta guerrilla de las FARC, 89 personas cayeron en minas antipersona; cifra que se redujo a 57 en 2017. En 2018 fueron 178 y en 2019 hubo una reducción a 111.
La razón de esta lacerante práctica radica en el conflicto armado que ha desangrado al país durante más de cinco décadas. Los grupos armados ilegales están presentes en la mayoría del territorio nacional y han logrado mantener sus operaciones gracias al control de la población y la tierra, muchas veces utilizando minas antipersonal (MAP). Pero a veces, como estas son costosas y difíciles de obtener, las guerrillas y los grupos paramilitares suelen preferir las minas “caseras” o técnicamente llamadas artefactos explosivos improvisados (AEI), que son mucho más inestables y complejos de ubicar que las minas convencionales.
Desde la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, se creó la campaña ‘Descontamina Colombia’, que tiene como propósito, liberar tierras de la contaminación tanto de MAP como de municiones usadas sin explosionar (MUSE) para restituir el derecho al uso de la tierra con plena libertad por víctimas, desplazados y la comunidad en general.
Y no es para menos, estos artefactos explosivos, junto con otros efectos del conflicto armado, han creado una sensación de miedo en campesinos, campesinas, indígenas y demás población afectada. La gente teme viajar dentro de su región, lo que restringe el acceso a servicios públicos como salud y educación, así como a la satisfacción de sus necesidades básicas como alimentación e hidratación. Cuando el daño causado por las minas se suma a los otros aspectos negativos del conflicto como desplazamiento, reclutamiento y aislamiento de poblaciones enteras, la crisis se hace insostenible.
Es por eso que se han creado entidades encargadas de realizar el desminado humanitario en Colombia como la Brigada de Ingenieros de Desminado Humanitario No. 1 del Ejército Nacional y la Agrupación de Explosivos y Desminado de Infantería de Marina (AEDIM) de la Armada Nacional, las cuales vienen realizando esta labor en el país, en cumplimiento de las obligaciones suscritas por el Gobierno Nacional como Estado Parte de la Convención de Prohibición de Minas Antipersonales (CPMAP), conocida también como Convención de Ottawa. A partir de 2007, comenzaron a realizar labores de desminado humanitario en comunidades afectadas por las MAP en diferentes áreas del territorio nacional.
Nuestra compañera y fotógrafa Vannessa Jiménez, tuvo la oportunidad de acompañar al grupo de desminadores del Batallón N. 5 del Ejército de Colombia. Recuerda haber vivido toda una experiencia enriquecedora. Vio en primera fila el paso a la historia de un grupo de hombres y una maravillosa mujer, que para hacerle frente al flagelo de las MAP y los AEI, dedican sus días a una labor de alto riesgo con la intención de retornar espacios libres de minas antipersonales a los habitantes, en este caso específico, de la vereda Río Blanco, perteneciente al municipio de Baraya, en el departamento del Huila.
Este lugar fue un corredor de movilidad estratégico de los grupos armados antes de la firma del Acuerdo de Paz en el 2016, y es allí donde el Batallón de Ingenieros de Desminado Humanitario No. 5 ha desplegado un grupo de sus mejores hombres y mujeres para realizar trabajos en el área peligrosa, confirmada más grande, en cuanto a extensión de terreno, con 140.000 metros cuadrados, en donde se han neutralizado once artefactos explosivos desde el 2017 a la fecha.
El desminado humanitario surgió en 2005 con una serie de actividades que engloban la eliminación de artefactos explosivos, incluidos estudios técnicos, mapeo, limpieza, marcado, documentación posterior a la limpieza, enlace comunitario de acción contra las minas y la entrega de tierras despejadas. El desminado puede ser llevado a cabo por diferentes tipos de organizaciones como ONG, equipos nacionales de acción contra las minas o unidades militares y puede ser de emergencia o de desarrollo, según las Normas Internacionales para la Acción contra las Minas (IMAS por sus siglas en inglés).
Antes del despuntar del alba, Vannessa observó cómo un grupo de soldados encendía el fuego en las dos cocinas destinadas para preparar los alimentos de los desminadores que saldrían a territorio. Una vez ordenados sus catres, vestirían sus uniformes, darían parte a los superiores y se dispondrían a salir del campamento para empezar una caminata hasta el lugar donde el proceso de desminado del día daría inicio. Tras estar instalados se realizaría una última reunión para dar instrucciones de la jornada, informar novedades y preparar el equipo de protección personal (EPP). Siempre les acompaña un enfermero y un equipo de primeros auxilios en caso que un evento desafortunado suceda y sea necesario atender a algún herido, con disposición de un helicóptero que siempre está atento al llamado desde el campamento en caso que se necesite evacuación del personal.
Pero existen otros lugares enfocados en esta labor. Por ejemplo, en el Fuerte Militar de Tolemaida, ubicado en el departamento de Cundinamarca, se encuentra el Batallón de Desminado, donde el Ejército Nacional capacita a cientos de hombres en esta labor. Allí reciben clases, entrenamiento físico, e instrucciones en el manejo de desminado manual, mecánico y canino.
Para este trabajo, el Batallón cuenta con maquinaria especial como la Barreminas DOK-ING, con la que se realiza la detección y posterior destrucción de las MAP. El entrenamiento también está dirigido a los caninos, quienes desde los cuatro a los doce meses de vida son estimulados a través del juego en el Centro de Entrenamiento Canino (CEREC) mediante la caza, presa y cobro. Las razas ideales para esta labor son los belga malinois y los labradores, quienes junto a un soldado seleccionado rigurosamente conforman el binomio de Desminado Humanitario.
El teniente coronel Jaiver Andrés Muñoz Hoyos, comandante del Batallón de Desminado N. 5, al mando de más de quinientos hombres distribuidos en Putumayo y Huila, junto a la subteniente Lizeth Natalia Guío Perez, única mujer de este grupo, cuenta que la razón que los motiva a realizar esta labor es cumplir con la misión de brindar estabilidad y seguridad a la población liberándola de estos artefactos explosivos.
El desplazamiento desde la sede del Batallón de Artillería No. 9 hasta el municipio de Baraya, es un trayecto de cuatro horas en el que Vanessa pudo viajar en el mismo vehículo con la teniente Guío, a quien describe como una mujer joven con voz de mando, orgullosa de su labor y consciente del trabajo que desempeña, no solo por el compromiso con la institución sino con la comunidad. La militar porta una fortaleza indiscutible que la hace resaltar entre todos los hombres de este Batallón, convirtiéndola en la única que en medio de cada designación deja el cuerpo y corazón para hacer lo mejor posible.
Para la subteniente, lo más gratificante de esta labor, es ver cómo las familias retornan a esos hogares que tuvieron que abandonar porque estaban atestados de MAP y AEI. Así lo hizo saber en entrevista con El Cuarto Mosquetero: “Ver la sonrisa de los niños al poder volver a jugar en el campo, que vuelvan a sus escuelas y compartir con la comunidad es de las mejores experiencias que tiene el desminado humanitario”, relató.
Guío afirmó que, además de las socializaciones sobre estos peligrosos artefactos en las comunidades, a esta labor se le está implementando un componente pedagógico enfocado en la infancia a través de Nata Desmina, un títere que está educando a las y los niños acerca de los riesgos de las minas y los comportamientos seguros que deben tener al respecto. “El desminado humanitario ha entregado miles de metros libres de sospecha de contaminación de minas en diferentes territorios a nivel nacional”, enfatizó.
Todos los integrantes de este grupo de desminado han pasado por un proceso de preparación y entrenamiento en el Fuerte Militar de Tolemaida, en donde el ambiente empieza a tener un tinte que parece ser diferente. Y es que si bien todos ellos y ellas reciben entrenamiento militar, una vez se dirigen y permanecen en cada centro administrativo (campamento donde vive y pernocta cada grupo de desminado), son despojados de su armamento, ya que uno de sus principios es la neutralidad, por tal razón no le es permitido el uso de ningún elemento de guerra.
De hecho, además del desminado, este grupo de militares ha podido incidir de manera positiva en escenarios comunitarios llevando a cabo otras labores humanitarias como prestar primeros auxilios a las y los campesinos de las zonas en las que trabajan, contando con el servicio de ambulancias y enfermeros de combate. También han brindado apoyo a proyectos productivos y a mejora de vías terciarias.
En esta labor, también apoyan organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales, bajo la reglamentación de la Ley 1421 de 2010, a través del Decreto 3570 de 2011, y siempre y cuando cumpla con los estándares y se someta a los procedimientos de certificación y de aval previstos para tal fin. De esta manera, podrán realizar las actividades de desminado humanitario que le sean asignadas por el Gobierno Nacional.
El desminado humanitario representa un desafío enorme. En medio del prolongado conflicto armado, el Estado es responsable de eliminar el miedo y el daño producido por las minas. El Ejército debe realizar procesos de desminado mientras guerrillas y paramilitares siguen colocando más de estos artefactos explosivos. También es una responsabilidad estatal el identificar y asistir a supervivientes de explosiones de minas, que muchas veces se esconden por miedo o se confunden entre las otras muchas víctimas del conflicto, que en consecuencia, no acceden a la restitución de sus derechos, mientras continúan participando en una guerra ajena cuyo fin es incierto.
Por: Vannessa Jiménez y Shirly Forero.