Vivir al borde de la inundación, una zozobra que no para

La crisis generada por el covid-19 y los frecuentes desbordamientos del río Guayuriba, ha dejado grandes dificultades para las y los habitantes de la vereda Río Negrito. Héctor Augusto ha sido uno de los afectados. 

A las 7:30 am del pasado 28 de septiembre, mi compañero Javier y yo nos dirigimos hacía el sector de la vereda Las Mercedes donde, sobre la avenida que comunica a Acacías con Villavicencio, la comunidad de la vereda Río Negrito y sectores aledaños realizaba un plantón pacífico para elevar su voz de indignación por las acciones, que según dicen, son insuficientes para mitigar las afecciones por el desbordamiento del río Guayuriba durante la ola invernal.

Desde el sector del Samán de la Rivera se asomaba el trancón, mi compañero y yo pensamos en la magnitud de los autos acumulados en la avenida debido a los bloqueos en el marco de la manifestación. Pero poco después nos encontramos con el cierre del paso por parte de la Policía en la glorieta ubicada en la entrada de Ciudad Porfía, debido a la protesta que realizaba unos kilómetros más adelante la comunidad de Río Negrito y demás sectores. 

Dos agentes estaban al frente del cúmulo de vehículos, nos dirigimos a uno de ellos para explicar que somos periodistas e iríamos a hacer cubrimiento periodístico de la protesta que estaba realizando en esos momentos. Sin embargo, el uniformado nos impidió el paso, nos dijo que ya Caracol estaba en el lugar y que si nos dejaba pasar, entonces los demás conductores que se encontraban esperando, reclamarían que «por a ustedes sí, y a ellos no».

«¿Por qué Caracol si podía estar allá cubriendo y nosotros no? ¿Por qué el hecho de que ese medio esté allá tenía que ver con la posibilidad que nosotros llegáramos al lugar para hacer nuestro trabajo?». Frustrados y sin saber qué hacer, llamamos a nuestra editora quien se comunicó con Felipe Caballero, director de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobierno de Villavicencio, quien a su vez se contactó con la Policía para que se nos dejara pasar para poder ejercer nuestro ejercicio periodístico, sin embargo, nuestra espera continuó sin respuestas.

Minutos después, la Policía abrió el paso para todos los vehículos. Mi compañero y yo pensamos que había concluido la manifestación pero decidimos seguir hasta el lugar para comprobarlo y quizá alcanzar a documentar un poco de lo que sucedía -si es que aún estaban protestando-.

Cuando llegamos al sector, la comunidad sostenía carteles con mensajes de indignación y exigiendo soluciones a la administración municipal en ambos laterales de la vía. Estaban permitiendo el paso pero seguían protestando. Mi compañero aprovechó para tomar fotografías y realizar algunas tomas de apoyo mientras yo buscaba a alguien que me diera un contexto de la situación que los llevó a movilizarse.

Luego de documentar los motivos de la protesta, me encontré con don Héctor, uno de los afectados por esta problemática, quien me habló acerca de las dificultades que ha enfrentado junto a su familia durante este año. Su historia es similar a la de muchos de las y los campesinos que viven en la zona.

Héctor Augusto León, de 56 años vive y trabaja junto a su esposa de 63 y su hijo de 19, en el estadero Cielo Azul, ubicado en la vereda Río Negrito de Villavicencio, su ciudad natal. El establecimiento comercial está dentro de una finca en arriendo con cultivos de yuca, plátano y maíz. Sin embargo, sus actividades económicas se han visto truncadas por dos factores: pandemia y ola invernal. 

Desde hace un año, el hombre decidió establecerse con su propio negocio en la vereda anhelando prosperar y garantizar una vida digna para él y su familia, pero con las restricciones de aislamientos decretadas para evitar contagios por covid-19, tuvo que cerrar el estadero. 

Además, el 25 julio de este año, unas 120 personas resultaron afectadas con el desbordamiento del río Guayuriba entre el sector de la Cuncia y Vegas del Guayuriba, luego de las intensas lluvias que se presentaron desde esa madrugada. Los sectores más afectados fueron las veredas La Concepción -más conocida como La Cuncia-, Cuncia Baja, Las Mercedes, Río Negrito y Vegas de Guayuriba.

Uno de los damnificados fue Hector Agusto quien se vio obligado a salir de su vivienda junto a su familia, pues aunque el afluente no arrasó con su hogar ni sus cultivos, el peligro de permanecer allí se mantenía latente. 

“No he podido trabajar, yo asaba carne, vendía cerveza, hacia sancocho los fines de semana. Por ese motivo (el desbordamiento del río) estoy afectado porque no tengo ingresos de ningún lado”, mencionó Hector con la frustración marcada en sus gestos mientras negaba con desdén.  

La casa de su otro hijo en el barrio Guatapé de Villavicencio, fue su refugio durante los días que tuvo que dejar su hogar abandonado. En este tiempo, el hombre se sintió “amarrado de manos y pies” porque no pudo trabajar y su hijo fue quien vio por sus necesidades básicas y las de los demás miembros de su familia. 

Sumada a esta difícil situación, su hijo de 19 años, quien tras terminar su bachillerato no pudo acceder a educación superior debido a falta de recursos económicos, no ha podido conseguir un trabajo estable y escasamente labora por días como auxiliar de construcción. 

Actualmente, Hector Augusto se ha establecido nuevamente en la vereda Río Negrito y con la reactivación económica tenía toda la dispocisión de regresar a trabajar, pero el río ha representado una amenaza latente para sus labores. Dice que cuando llueve en las noches, difícilmente puede conciliar el sueño pues le invade la angustia y la zozobra. 

Por eso, pide a la Gobernación del Meta, la Alcaldía de Villavicencio y Cormacarena, acciones efectivas e inmediatas para que la ola invernal no siga afectando la tranquilidad y cotidianidad de las y los habitantes de la vereda Río Negrito y sectores aledaños.

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