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Museo Memorias del Río, un espacio para la historia indígena en Puerto Lleras, Meta

Tras un hallazgo en 2022, el municipio pudo recoger parte de su historia antes de la colonización española, reflejada en piezas cerámicas, fragmentos óseos y elementos líticos.

En 2022, don Saúl, un campesino del sector Puerto Nuevo, en la vereda La Unión del municipio de Puerto Lleras, Meta, encontró un objeto extraño mientras andaba cerca de la margen derecha del río Ariari. Impulsado por la curiosidad, continuó excavando y desenterró 39 piezas más. Aunque no estaba seguro de lo que había hallado, intuía su valor histórico, por lo que decidió entregarlas a la Alcaldía Municipal.

El hallazgo resultó ser una colección de piezas arqueológicas, datadas entre los siglos XV y XVII. Entre ellas se encontraban 33 urnas funerarias, cinco platos, tres cuencos, dos herramientas líticas -objetos de piedra usados para cortar, raspar o perforar- y más de 200 fragmentos cerámicos y óseos.

Gracias a un estímulo del Ministerio de Cultura y al respaldo del Instituto de Cultura del Meta, la Alcaldía de Puerto Lleras creó el Museo Memorias del Río – Muarí, ubicado en las instalaciones de la administración municipal. Este espacio busca preservar la memoria ancestral y abrir preguntas sobre el pasado indígena del Ariari.

“Se hicieron muestras de carbono 14 a tres piezas cerámicas para determinar sobre qué fechas están y lo que se encontró es que están sobre el siglo XV a XVII (…) Este es el periodo tardío prehispánico, que quiere decir que estos son como los últimos momentos de estas civilizaciones precolombinas antes de la conquista». Afirma la gestora cultural y tatuadora Luisa Rodríguez.

Ella considera que este hallazgo es particularmente revelador porque permite explorar la transición entre la vida precolombina y los cambios que trajo la invasión europea, incluido el desplazamiento forzado.

Aunque comúnmente se ha creído que el territorio estaba habitado exclusivamente por los guayupes -una etnia de la familia arawak considerada extinta hacia finales del siglo XVIII debido a la colonización, enfermedades, esclavización y campañas de «pacificación»-, los descubrimientos recientes abren el panorama. Además de los guayupes, también habitaron la región pueblos como los Saes, los Buchipas y los Operiguas, con diferencias culturales propias, pero con prácticas funerarias compartidas.

El museo Guayupe y las prácticas rituales

Uno de los hallazgos más importantes son las urnas funerarias que aportan indicios sobre las creencias en torno a la muerte. Según los estudios, los ríos, especialmente el Ariari, tenían un rol central como canales hacia el más allá, razón por la cual muchos entierros se realizaban en sus riberas.

Las comunidades del Ariari compartían un complejo ritual mortuorio: cremaban a sus muertos, trituraban los huesos, los depositaban en urnas, y realizaban una segunda quema. Luego, las cenizas se dividían en dos usos simbólicos: una parte se mezclaba con una especie natural de betún, que servía para pintar el cuerpo durante el luto; la otra se incorporaba en bebidas ceremoniales, como forma de mantener el vínculo entre vivos y muertos.

Los restos óseos encontrados en las urnas de Puerto Lleras confirman estas prácticas. Sin embargo, los investigadores insisten en que todavía queda mucho por estudiar, y las interpretaciones actuales podrían evolucionar con nuevos hallazgos.

La experiencia del Museo Guayupe en Puerto Santander, Fuentedeoro, ha sido clave para este proceso. Allí también se han encontrado evidencias similares: vasijas funerarias y restos cremados que refuerzan las hipótesis sobre las tradiciones funerarias de los pueblos originarios del Ariari.

Resignificar el río Ariari

Este territorio, que en décadas pasadas fue escenario de conflicto armado, hoy apuesta por resignificar su historia a través de la cultura y la memoria ancestral. Para Luisa, el río Ariari es símbolo de esa transformación.

“Para mí el llano era ganado (…) y entonces hemos interiorizado eso y sí, claro, hace parte de las costumbres, pero tampoco son propias del territorio, sino heredadas de la conquista”, reflexiona la artista, quien tras investigar la historia de Puerto Lleras, ha descubierto una herencia más profunda: comunidades agroalfareras, mineras, tejedoras, con redes de intercambio que se conectaban incluso con la Sierra Nevada y otras regiones.

Aún no es posible afirmar con certeza a qué etnia pertenecen los objetos hallados, pero el antropólogo Juan Acosta, quien ha estudiado las piezas, sugiere que podrían estar asociadas al pueblo Operigua.

El museo como patrimonio vivo

Desde su formación en artes visuales, Luisa comprende el valor del arte para apropiarse de la historia y resignificarla. Por eso impulsó la creación de un mural colaborativo en la entrada del museo, inspirado en los patrones decorativos de las vasijas halladas. Estos símbolos, que podrían haber sido parte de la pintura corporal, los tejidos o la cerámica ritual, ahora sirven como puente entre el pasado y el presente.

“Por lo menos cuando miramos las vasijas y las decoraciones, uno puede decir: ‘¿Será que aquí querían representar el río Ariari? ¿Qué será eso? ¿Qué querrá decir?’, se pregunta Luisa.

Gracias a nuevos recursos gestionados por la administración municipal, el museo entrará en una segunda fase de fortalecimiento. Además, se viene desarrollando un laboratorio de cerámica liderado por el maestro Marco Rey, en alianza con Artesanías de Colombia y el Instituto Departamental de Cultura del Meta. En él, 15 artesanos y artesanas del Bajo Ariari se están formando en alfarería, con el objetivo de rescatar un oficio ancestral y consolidar un turismo cultural con identidad.

Actualmente, muchas de las artesanías que se comercializan en circuitos turísticos del Meta provienen de otros departamentos. Luisa plantea una alternativa: “¿Por qué no fortalecer las nuestras? Queremos que quien visite el Cañón del Güejar pueda llevarse una pieza hecha por manos locales, con arcilla local, cargada de historia. Que cada objeto cuente una experiencia, una memoria, una cultura viva. Esto es más que turismo: es memoria, resistencia y construcción de paz”, enfatiza.

Y es que, para ella, contar con un museo en un municipio rural como Puerto Lleras no solo es un logro cultural, sino también un acto de reparación simbólica.

“El río (Ariari), que ha estado en un municipio tan impactado por el conflicto armado, que fue escenario de guerra, que de alguna manera también habitó la muerte desde esa mirada, desde el conflicto; ahora puede contar esta historia, que la misma gente vea el río y lo reinterprete. Que le demos otro valor y otro significado, es ir hacia la construcción de diálogos que apunten a la paz y la reconciliación”, concluye.

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