Mal acostumbrados

Al estar en frente de la majestuosa construcción del Partenón en Atenas, recordé la muy conocida historia, “la mulita del Partenón”; la cual narra la experiencia de una mulita (animal híbrido, resultado del cruce de una yegua con un asno), que fue usada en el agotador trabajo de transportar tierra y escombros desde el sitio de la construcción hasta otro punto donde se depositaban los desechos. Tarea que desempeñó por muchos años, al punto que ya no era necesario cabrestearla desde el establo hasta el sitio de labores, pues por la COSTUMBRE, lo hacía cada día, yendo y viniendo desde un punto hasta el otro, sin desviarse en la ruta, intentar escapar, o detenerse en procura de pasto fresco para comer.

Tal era la rutina a la que estuvo sometida en todos esos largos años, que cuando los constructores consideraron que la mulita ya estaba vieja, lenta, y con la visión casi perdida, la ubicaron en un potrero de grandes pastos, donde se suponía pasaría sus últimos días de vida de la forma más cómoda y placentera.

Qué sorpresa se llevaron, cuando al día siguiente como de COSTUMBRE la mulita fue al lugar de trabajo y aunque esta vez los constructores no pusieron ninguna carga a sus espaldas, junto con las demás mulitas caminó una y otra vez el sendero que había recorrido toda su vida, hasta que murió en el camino.

Es lógico entender, que se trataba de un animal y que por su irracionalidad se sometió hasta el último día de su vida a hacer lo que siempre había hecho. Pero, no dejamos de expresar o por lo menos pensar, que mula esa mula que no prefirió el descanso placentero y los pastos frescos del potrero a donde fue llevada.

Según la RAE costumbre es: “hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por tradición o por la repetición de los mismos actos y que puede llegar a adquirir fuerza de precepto. Aquello que por carácter o propensión se hace más comúnmente”.

Concepto que nos lleva a comprender que es mucho más triste, la facilidad con la que nos habituamos los seres humanos al estado de cosas en el que vivimos.

Por costumbre asistimos a una congregación religiosa, ya que nuestros padres siempre asistieron allí y nos enseñaron desde niños a hacerlo. Por costumbre vivimos en condiciones básicas, porque se nos ha hecho normal ver la vida, la casa, la cama y demás objetos que nos rodean como están al presente. Por costumbre apoyamos a líderes políticos que sabemos que sus intenciones posiblemente no son buenas; por sus promesas,  porque nos brindan un agua amarga o una pequeña dádiva, y decidimos así sea en contra de todo el mundo a apoyarlos o, simplemente por el hecho de que siempre hemos pertenecido a esa corriente política y no podemos faltar a nuestra costumbre.

Por costumbre, votamos por aquellos que desde el gobierno nos someten con leyes que en su mayoría atentan contra nuestro patrimonio e integridad, como las leyes tributarias, el plan nacional de gobierno, la Ley 100 del sector de la salud, la que mantiene el 4X1000, las alzas a la gasolina, los peajes donde se captan dineros para todo menos para las vías, las pensionales que hacen que el disfrute de una vida de trabajos sea cada vez más un sueño utópico. Los Tratados de Libre Comercio (TLC), y mil cosas más que nos tienen como nos tienen.

Estamos acostumbrados a que se nos oculte con el fútbol, un reinado, un reality, novela o cualquier tipo de programa de entretenimiento, las estrategias y planes del gobierno para hacer nuestra vida cada vez más difícil y para someternos a sus directrices.

Pero lo más lamentable de todo esto, es que estamos acostumbrados a este sistema de cosas, y, la simple idea de transformar esta realidad, de luchar contra las injusticias, de protestar, de pensar diferente, de salir de nuestra zona de confort para defender nuestros derechos, nos produce escozor, pereza y hasta rabia.

Estamos MAL ACOSTUMBRADOS, pues lo malo nos parece normal, y lo bueno nos parece un extremismo. Razón que nos lleva, cada vez que hay elecciones a decidir siempre por los mismos, y a padecer siempre por las mismas circunstancias. Estamos como la mulita del Partenón caminando sin razón alguna hacia nuestra propia destrucción, pues la ceguera en la que nos tienen los medios tradicionales de comunicación viciados por la corrupción, no nos permiten despertar e iniciar de una vez por todas, una revolución que someta a prisión a los corruptos, que se transformen las leyes para que sean equitativas, y para que los canales de producción sean apoyados de tal forma que el progreso y una mejor calidad de vida venga como resultado y beneficio para todos/as.

 

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