Por: La ODA política
El año 2020 parece incrustarse en la historia como un año bisagra para la humanidad, la pandemia mundial de COVID-19 ha irrumpido con fuerza a lo largo del mundo desnudando la crisis del sistema político, económico y social, transformando las rutinas individuales y colectivas, las formas de relacionamiento y en general cada uno de los aspectos de la vida en la tierra. Pareciera que entramos como advierte Zibechi a un “periodo de caos del sistema-mundo que antecede a un nuevo orden mundial”.
En medio de días que se repiten, de horarios que carecen de sentido y de una avalancha mediática de acontecimientos apocalípticos (que parecen la trama de una mala película de terror) hay un espectro que recorre tras bambalinas los estados de excepción y las medidas de emergencia para enfrentar la propagación del virus, uno que desnuda nuestras profundidades y hace palpable una tentación que ha estado siempre presente en nuestra historia e idiosincrasia, un espectro que se fortalece día a día en medio de estrictas medidas de control-castigo y de un miedo que se propaga aún más rápido que el virus mismo; la aparición de la pandemia parece, paradójicamente, haber fortalecido las capacidades decisorias de los gobiernos y en particular del ejecutivo, una oportunidad para presidentes, gobernadores (as), alcaldes y alcaldesas que cuentan hoy con toda la atención ciudadana y que bajo la premisa de la lucha contra el virus, han adoptado una serie de medidas extraordinarias para atender la crisis. Medidas como el distanciamiento social, la prohibición de aglomeraciones y el confinamiento, necesarias para el control del virus, también se han constituido en un obstáculo para las movilizaciones sociales que irrumpían con fuerza en la región y para el funcionamiento de los órganos colegiados legislativos cuyas funciones parecen ser hoy suplantadas por decretos.
En Colombia asistimos a un escenario sin precedentes en donde las bancadas mayoritarias del congreso, (afines al gobierno nacional), proponen una serie de medidas que parecieran ir en contra de su propia labor, la reducción del mismo, la imposibilidad de sesionar presencialmente e incluso su intervención por parte del ejecutivo, “la democracia no puede ser un obstáculo para enfrentar la crisis” señaló el Representante César Martínez del Centro Democrático. Una intervención que podría pasar por anecdótica (y desafortunada) pero cuyo contenido amerita una lectura cuidadosa de las posibilidades que parecen abrirse en medio de la atención a la pandemia y que podrían profundizar la crisis de nuestro ya de por sí precario sistema político.
“La aplanadora” de las mayorías en el congreso parece estar decidida a perpetuar lo más posible este estado actual de desbalance del poder, un ejecutivo fortalecido en un país con una fuerte tradición presidencialista no parece caer nada mal en las toldas uribistas quienes ven un repunte de la imagen presidencial y celebran la aparición del mismo todos los días en cada televisor de Colombia, ondeando las banderas de la unidad nacional para enfrentar estos tiempos aciagos, y entonces ante este panorama de excepcionalidad hecha regla surgen una serie de preguntas sobre el futuro en el corto y mediano plazo, ¿Copiaremos los modelos de control a partir de un estricto orden social y policivo?, ¿profundizaremos las prácticas de vigilancia uno a uno?, ¿se reprimirá de manera cada vez más violenta las expresiones colectivas de inconformidad bajo la excusa del control a la pandemia? El gasto de más de nueve mil millones de pesos en munición para el ESMAD y siete mil millones en nuevas tanquetas parecen darnos una pista, gasto que fue denunciado por un congresista opositor, el Senador Wilson Arias del Polo Democrático, justamente en uso del control político que tanto parece estorbar por estos días, caminamos en el filo de tiempos oscuros, con la incertidumbre de saber si lo serán para un nuevo amanecer o si sucumbiremos finalmente a la tentación autoritaria.
*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, mas no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.