La lucha armada y sus degradaciones

Colombia deviene de un conflicto armado con las FARC, guerrilla de vocación insurgente en sus comienzos, pero con el colapso del marxismo quedó a la deriva, y contrario a los demás movimientos armados, persistió en la guerra deslindándose de los actos estrictamente políticos para incurrir en acciones alejadas de cualquier intención revolucionaria, tal es el caso del narcotráfico y el secuestro. Sobre este tema tuve la oportunidad de hablar con “Iván Márquez” durante un foro en Unillanos. En ese momento me pareció un hombre de buenas intenciones, y creo que los amigos de la paz esperábamos ver en él a uno de los protagonistas del proceso de paz. Reconoció que los tiempos de la lucha armada eran cosa del pasado, y la guerra daba paso a la política en términos de Michael Foucault.

Las imágenes posteriores de “Santrich” y del propio “Iván Márquez”, nuevamente en armas, se explica según los analistas y lo corroboran los hechos, en el narcotráfico, los llamados disidentes, o grupos residuales, les llegó la que parecía ser la parte ilustrada de la antigua guerrilla. Pero no, son organizaciones narcotraficantes; y a partir de ahí, su innegable regresión a la de simples facinerosos, sin ninguna connotación política.

Hoy hablar de grupos residuales, de disidencias, es equivalente a “Rastrojos”,” puntilleros” o “Clan del Golfo”, ni más ni menos. Un propósito común los caracteriza: el narcotráfico. Los mismos métodos y los mismos crímenes sistemáticos; a ese nivel se rebajaron “Iván Márquez” y compañía, pero se llevan consigo parte de la credibilidad en el proceso de paz, se autodestruyeron perennemente porque los caminos que les quedan pueden ser desde la cárcel hasta una tumba, pero jamás un escenario político (Márquez despreció dos veces la oportunidad de ser congresista), perdieron cualquier perfil político y hoy reducidos a la condición bandolera, pueden hacer daño, como la muerte reciente de soldados en el Meta, y más grave aún colocar a la población campesina en objetivo militar por confusión, o porque deliberadamente los enemigos de la paz se las arreglarán para meterlos en el mismo paquete de todas las medidas de erradicación violenta de los cultivos ilícitos.

Las disidencias, o grupos residuales, son producto de la dinámica de la degradación del conflicto; las FARC en su época insurgente, descuidaron la formación política de sus cuadros, forjaron una especie de cultura “traqueta” del buen vivir, y esa vida de riqueza fácil explica la débil voluntad de quienes prefirieron volver al monte sustrayéndose de la política. No tienen capacidad de fuego ni les interesa el poder.

Los rezagos “traquetos”, sirven a los enemigos de la paz; cada salida en falso como la muerte de los soldados, alienta a los enemigos de la paz, para insinuar que las FARC no entregaron las armas y en un gobierno como el actual, son un pretexto para confundir y justificar su proclividad en contra del proceso de paz, involucra a los campesinos en la trifulca, llevando a enredar su vida en el mismo tráfago del enfrentamiento, con temerarias suposiciones como la del Gobernador del Meta de señalarlos de encubridores de las fechorías, pidiendo mano dura contra ellos.

El partido FARC Se mantienen inamovible en la paz; honrando su palabra; en el Congreso de la República; ni siquiera las altaneras provocaciones de la bancada de la derecha los sacan de su serenidad. Deliberan con altura y demuestran que el proceso de paz de Juan Manuel Santos, no fue en vano.

Ilustración de: Pacifista.

 

*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, mas no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.

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