Hace nueve meses, Yoleida Heredia dejó su país natal, Venezuela, para buscar otros rumbos en Colombia. La compleja situación económica y social que atraviesa el país vecino, la llevó a buscar una forma de supervivencia en la capital del Meta.
Desde su llegada a Villavicencio, Yorleida se levanta todos los días a las 3:30 a.m., para alistarse y preparar varios termos de tinto, los cuales acomoda en un carrito que arrastra desde su casa en el barrio La Salle hasta el parque Los Libertadores. Allí llega a las 5:30 a.m. y se ubica a un costado del lugar, al lado de un árbol. En su puesto de trabajo cuelga un aviso de venta de minutos y ubica tres sillas para los clientes.
En el día, es usual que gane entre 60.000 y 70.000 pesos diarios, lo cual suple arriendo, vestuario y alimentación para ella y sus dos hijas, una de un año y la otra de 10, esta última está en Venezuela y cada mes le envía dinero. De lo ganado, también ahorra de 10.000 a 15.000 para poder pagar el arriendo cumplidamente. Si bien, en Colombia ha logrado subsistir mejor de lo que lo hacía en su país natal, la crisis sanitaria actual ha afectado sus ventas.
Desde que el virus llegó a Villavicencio, Heredia ha tenido un declive considerable en sus ingresos, pasando a ganar entre 40.000 o 50.000 diarios, lo que le ha puesto en serias dificultades, pues el dinero no le alcanza para sus gastos diarios y la situación empeora para ella en medio de la cuarentena decretada a nivel nacional por el presidente Iván Duque.
La mujer siente miedo, no sabe de qué manera conseguirá el sustento diario. “Será esperar a dormir en la calle y morir de hambre porque no voy a tener ni para el arriendo ni para la comida”, menciona con cierto pavor impregnado en la mirada. No sabe qué será de ella ni de sus hijas en un futuro, quiere trabajar y salir adelante para ofrecerle bienestar a su familia, pero quizá eso que tanto dicen, que migrar de un país a otro dentro de Latinoamérica, es como saltar de un vacío a otro.