El municipio de El Castillo Meta, desde su colonización tiene una historia de trabajo colectivo, sin embargo, la violencia ha llegado a las diferentes familias que lo habitan, así mismo la juventud ha tenido que vivenciar las consecuencias de los diferentes hechos victimizantes, a través de la historia de sus padres quienes aún sueñan con vivir en un municipio en paz, teniendo en cuenta que presenta una riqueza hídrica, agropecuaria, cultural y social.
Por eso, transmiten a sus hijos las experiencias de resistencia y defensa del territorio como apuesta para dar continuidad a los procesos organizativos que se han desarrollado allí, y que han permitido consolidar espacios de diálogo y concertación comunitaria para el desarrollo del municipio. Esto es fundamental para quienes sobrevivieron a los momentos más intensos del conflicto armado.
Las juventudes de este territorio, han persistido en la exigencia del derecho a la educación como una oportunidad para su formación humana, académica e integral en su proceso de aprendizaje. Para ello, se requiere de espacios educativos que fomenten la paz en los territorios, llevando oportunidades a las y los jóvenes desde centros de estudio o una universidad rural que les permita la permanencia en el campo y no emigrar a las ciudades.
Otra de las apuestas es el aprovechamiento del tiempo libre a través de las artes, el deporte y la cultura como entornos fundamentales para las nuevas generaciones, porque a través de la música, las artes y la cultura se evita el reclutamiento forzado, que caigan en la violencia. Es así que al brindar estos encuentros deportivos interveredales en el campo les permite divertirse sanamente y compartir sus alegrías, tristezas y esperanzas, tramitar de manera sana sus emociones. Por tanto, se convierte para las nuevas generaciones en un medio para el encuentro, el compartir y el desarrollo físico, mental y psicológico.
El derecho a la tierra en el campesinado ha sido una disputa histórica por su tenencia, por eso, el reconocimiento y el valor por esta, para las y los jóvenes que decidieron no continuar sus estudios, y se han quedado en el campo desarrollando su proyecto de vida, en torno a la producción y siembra de café, cacao, plátano, yuca, papaya, ganadería, entre otros. Sin embargo, para aportar a la paz total se requiere que se les garantice la titulación de sus propias parcelas, fincas, para poder gestionar créditos para la implementación de sus proyectos agropecuarios.
En los procesos organizativos comunitarios encontramos liderazgos de nuestros mayores y mayoras que trabajaron arduamente por la paz y la defensa del territorio, pero con la preocupación que se están muriendo en nuestra región del Alto Ariari, ahí se presenta un desafío en el relevo generacional, sin embargo, también encontramos liderazgos juveniles campesinos en las Juntas de Acción Comunal liderando encuentros y reuniones comunitarias en las mingas de trabajo, en el mantenimiento de vías terciarias, arreglos de caminos, puente hamacas y placa huellas, lo que refleja el legado que han tenido por continuar contribuyendo al territorio y su crecimiento.
Es así que el compromiso y el trabajo comunitario están presentes en cada una de las actividades desarrolladas, donde hay participación de las juventudes como las y los consejeros municipales, encuentros intercolegiados, interveredales, intermunicipales, pero también en la participación en talleres de derechos humanos, campesinos, la semana por la paz, y encuentros culturales para promover una sana convivencia, como garantía para la no repetición de la violencia que se vivió en una época, mientras esperan cambios estructurales que permitan la inversión social para transitar al cambio social y político que requiere el país, las juventudes de este municipio avanzan en una cultura de la no violencia, dónde las y los jóvenes son también las protagonistas.
Por: Yesenia García Perdomo.
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