Huellas de dolor

Íbamos en la moto por caminos en medio de selva virgen, que parecían no terminar pronto, a mí me había entrado la duda de si realmente transitábamos por el camino correcto. Después de andar por caminos, trochas y potreros, llegamos a la casa de Don Emiliano Daza, un líder del que luego les hablaremos. Nos invitó a su casa en el caserío Caño Ánimas de la vereda La Reforma en Vista Hermosa, lo conocen como el Alto del Avión, ya que allí, según recuerdan sus habitantes, hace 26 años el avión sufrió una falla en un motor y se estrelló en la parte alta de este sector. No hubo víctimas fatales.

La mayoría de las partes del aparato se las llevó el otrora grupo armado de las FARC, pero quedó esta parte que se terminó convirtiendo en un escudo para la familia, ya que la coraza de metal tiene varios orificios de impacto de bala, al igual que la casa de don Emiliano.

Pero en realidad, ni el metal ni la madera eran protección suficiente cuando había combates entre el ejército y el grupo armado en las inmediaciones de su hogar.

-¿Eran muy seguidos los combates? –

-uff sí, antes sí, apenas empezaban nos íbamos para la trinchera-

-¿Habían creado una trinchera, dónde? –

-No, allá ese hueco que hay entre la casa y el barranco, ahí nos metíamos-

-¿Y las bombas?-

-Menos mal no nos cayó nunca una, pero a la casa sí, por eso esas hojas de zinc están tan remendadas-

Silencio.

-Mi nieto, el que usted vio que es enfermito, siempre empezaba a gritarme, abuelito, dígales que paren ¡Y yo qué podía hacer! – concluyó con un tono como de impotencia en su voz, probablemente la misma que sentía en aquella época. Actualmente aunque están lejos de vivir en un territorio totalmente en paz, sí viven mucho más tranquilos.

Don Emiliano nos contó sobre su vida, sobre cómo poblaron y crearon los caminos de herradura, confió en la palabra de esta periodista para abrir su corazón, confiar sus miedos frente a las capturas ilegales que se están adelantando en su vereda en el marco de la operación Artemisa, nos orientó qué camino debíamos tomar hasta La Macarena y finalmente se despidió. Hasta se tomó el tiempo de llamarnos al día siguiente para saber cómo habíamos llegado, pero la señal no nos permitió intercambiar mayor palabra.

Su confianza hará parte de la investigación que vengo adelantando con apoyo de la Fundación Gabo y que será compartida en los próximos meses. Nos leeremos pronto.

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