«… Usted sabe qué terrible fuerza de atracción tiene el suicidio, cuando la idea fija se ha enredado en una madeja de nervios enfermos…», escribió Horacio Quiroga en su libro ‘Cuentos de amor de locura y muerte’.
Una vida de desdicha, conflictos familiares, tragedias y aspectos dolorosos fueron los hechos que marcaron y permitieron que este escritor relatara y canalizara sus sentimientos, a través de los cuentos, libros y publicaciones. Horacio Silvestre Quiroga Forteza, nació en Uruguay, el 31 de diciembre de 1878, pero vivió gran parte de su vida en Argentina. Desde muy joven se apasiono por la literatura, la fotografía y el ciclismo, y participó en la creación de diarios para La Revista y La Reforma, hecho que le aportó a pulir su estilo de redacción.
Cuando tenia dos meses edad, su padre, Facundo Quiroga, pierde la vida tras un accidente al accionar su escopeta cuando estaba cazando. Su madre, Pastora Forteza se volvió a casar en 1891 con Mario Barcos quien, en 1896, quedó paralizado a raíz de un derrame cerebral. El hombre, deprimido por su nueva cotidianidad se voló la cabeza, también de un disparo de escopeta y Horacio, por una desgraciada causalidad y con solo 18 años de edad, observó aquel momento fatídico. De hecho, la muerte rondo siempre en la vida de este reconocido e importante escritor, hizo presencia en su pasado y estaría aún ahí, cuando ya su corazón había dejado de latir.
En 1901 publicó su primer libro, año en el que accidentalmente le disparó con un arma de fuego a Federico Ferrando, un amigo muy cercano y lo mató. Para ese mismo año fallecen sus dos hermanos a causa de la fiebre tifoidea.
Pero el manto fúnebre seguía persiguiéndolo. En 1911 nació su primera hija, Eglé y un año después llegaría Darío. En febrero de 1915, se suicidio su esposa ingiriendo uno de los líquidos que Horacio usaba para el revelado fotográfico. Tenía 25 años y está enterrada en el cementerio de San Ignacio.
Para 1918, Horacio, en medio de un viaje a la selva escribe y publica su libro, Cuentos de la Selva, otro ejemplar que se sumó a las obras que posteriormente se convirtieron en clásicos de la literatura:
• Los arrecifes de coral (1901)
• Historia de un amor turbio (1908)
• Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917)
• Cuentos de la selva (1918)
Con este pequeño, pero excelente repertorio, este escritor se caracterizó por su particular estilo de narrativa y relato, es así que lo denominan el gran maestro del cuento latinoamericano.
Horacio Quiroga murió en Buenos Aires, el 19 de febrero de 1937, luego de haber ingerido cianuro, en medio de una crisis al enterarse que padecía un cáncer de próstata imposible de vencer. Ni dinero para su sepelio tenía. Fue velado con lo que aportó Natalio Botana, director del diario Crítica y sus hijos, en la Sociedad Argentina de Escritores, que él había colaborado en fundar. Tiempo después, sus restos fueron llevados a Uruguay.
La parca, que acompañó a Horacio en diferentes momentos de su existencia, no se fue con el último respiro del desdichado escritor. Eglé se suicidó en 1938, exactamente un año después que su padre y Darío en 1952. Su otra hija, María Elena, lo haría en enero de 1988. Así quedó condenada la estirpe a un pasado dramático con una espesa niebla fúnebre.