Hablemos de salud mental, desde los sentires

Tener la cabeza ‘patas arriba’ o decirle con gracia a alguien ‘Estás tostado/a’, como símbolo de chiste, a veces termina teniendo más de realidad problemática, que de broma. En Colombia, y su territorio en general, hablar de lo que nos agobia y afecta emocionalmente, además de ser un tabú, es vergonzoso, doloroso y un problema sin fin.

Hoy no quiero escribirles acerca de cifras, de los aumentos porcentuales en el último año, en cuanto a la población global en general, si no lo que realmente hay detrás de esos números, que creemos que nos preocupan, pero en realidad desconocemos.

Empezaré haciendo énfasis en lo que no avanza. Se le puso el ojo a la salud mental en Colombia, en estudiarla un poco y generar una encuesta nacional, hasta el 2015, después de eso, no existen registros que nos permitan tener claridad de la población afectada y los diversos temas que han generado afectaciones, como el conflicto armado, la violencia intrafamiliar, violencia sexual, bullying o enfermedades patológicas/genéticas de origen psiquiátrico o neurológico, entre otras, de forma detallada. Lo más déspota de las fallas, es que la salud mental no se humaniza.

La mente es algo mágico. No es una cosa que es importante solo para generar reflexiones o trabajarla. La mente también siente, es una caja de pandora llena de nuestros más oscuros recuerdos y secretos, hasta de los más bellos; pero no siempre tiene la capacidad de mantenerse estable, y en ese momento, todo se empieza a venir abajo.

En algunos/as empieza la tristeza desbordada o depresión, esa que se siente como un pecado, cuando en realidad son diversas cosas que piden a gritos sanar. En otros/as, empieza la angustia, el mareo, a temblar el cuerpo, de forma desproporcional; pensamos que puede ser gripe, pero se vuelve tan repetitivo, en la calle, en el transporte público, ante un hecho estresante, que le damos cabida hasta a un hecho ‘dogmático’, pero en realidad es ansiedad.

Pero también hay una euforia prolongada por días, que hace sentir a algunas personas que todo es alcanzable, que hasta volar no es un imposible. Se siente como un sueño, como suerte, pero después ese vuelo cae en picada, con ira, frustración, llanto, hasta ganas de darle a la muerte un paso, y de forma repetitiva, se va dando el trastorno afectivo – bipolar. Algunos/as personas ven una película, que la mayoría podría disfrutar, reírla, o llorarla; pero alguien, por ahí, hasta de forma que no se nota, siente el cuerpo helado, caliente, con ardor, los sonidos están a reventar, las luces hacen arder los ojos, la boca, las manos. Figuras extrañas generan alucinaciones sensoriales o visuales, algunos tipos de música o hasta el silencio, encierran en una cueva imaginaria, sin vacío a alguien, y después la realidad se vuelve tan etérea, tan extraña, que no sabemos diferenciarla. Esas y otras cosas que no podrían imaginar, les pasa a diversas personas con trastorno psicótico y sus derivaciones. Alguien mientras camina, recuerda su pasado, la violencia y los malos tratos, la imposición toxica del amor, años posteriores no sabe cómo enfrentar la vida, no quiere caer en ese bache infinito de hacerlo todo mal, de repetir la historia que duele a profundidad; aquí podemos hablar de aquellos con trastornos psicológicos diversos, que cree la mayoría, eran fáciles de llevar; lo calificamos en rencores, cuando van más allá de una disposición conceptual.

Todo lo anterior, y lo que falta por tocar, por ser un tema tan extenso, no es ‘le faltó correa’, ¿Pero si lo tiene todo? ¿Otro berrinche más? En realidad, todos somos una esponja gigante, que se llena de vivencias y momentos, pero hay un punto en que esa esponja, ya no soporta más. Toca reconfigurar la vida, los hábitos, para empezar a mejorar y lo más importante, buscar ayuda.

Lastimosamente en este país, enfrentar cualquier tipo de trastorno, requiere más de fuerza de voluntad y una exagerada esperanza de mejoría, que otra cosa, pues lo demás está al revés. La medicación, importante para regular, no llega de forma estable cada mes, entonces el cuerpo empieza constantemente de cero, como un círculo vicioso, para poder sentir mejoría física de los síntomas. Por otra parte, acceder a la mayoría de medicamentos de regulación psiquiátrica, con pago independiente, es casi imposible, pues son medicamentos regulados, en la mayoría de casos, demasiado costosos o difíciles de conseguir. Así mismo, el consumo regular de algunos medicamentos como son los ansiolíticos, neurolépticos o antipsicóticos, generan adicción o dependencia para lograr estabilizar el sueño, algunas emociones, la memoria o la concentración.

Lograr una terapia psicológica decente, en el sistema de salud, es casi imposible. Si se logran tres terapias al año, es exageración. Que se tenga un/a psiquiatra estable, es otra de las fantabulezcas cosas que se piden, pues la irregularidad y la escases de profesionales en salud mental, en cualquier clínica u hospital del país hace que acceder a una atención óptima, sea cada vez más difícil.

Aun así, con todo en contra, tanto interior como exterior, las personas que poseen un trastorno emocional, psicológico o mental, luchan, sobreviven, tienen una capacidad inexorable de empatía, amor y tolerancia; en medio del dolor, la desinformación, la satanización, el tabú, las ganas de no hablar, del no saber qué pasa. Del ocultamiento, la discriminación y el aislamiento.

No tengan miedo de lo que sienten, puede haber inestabilidad y terroríficamente un sistema en quiebra humana, pero lo que hay que tener en cuenta siempre, es que existen personas maravillosas, que nos ayudan a sanar con diálogo, sentimientos preciosos, comunicación. Esa forma colectiva de resistir a nosotros/as mismos/as, hace que se reconfigure la vida, y la humanidad de los más cercanos, termine salvándonos de la desdicha y el horror.

Este artículo está hecho con amor, para unas mujeres, que, en medio de su infierno, me enseñaron grandes cosas, con el peso de sus trastornos, en sus hombros, han resistido al dolor y han revolucionado su existir.

 

*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, más no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.

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