En el transcurso del año 2022, desde la aprobación de la resolución N° 100-67.20 el 6 de abril que puso en marcha el Plan Especial de Manejo y Protección del Centro Histórico (PEMP Centro histórico), un instrumento que indica las bases para ordenar y clasificar los bienes de interés cultural en niveles de conversación. La Corporación Cultural Municipal de Villavicencio (Corcumvi) ha dado pasos tímidos en la preservación del patrimonio arquitectónico de la ciudad, como tanteando el terreno para no incomodar, llevando a cabo diversas acciones destinadas a promover y promocionar la cultura con eventos en el centro histórico y su área de influencia. Sin embargo, es inevitable cuestionar si estas medidas son suficientes para abordar el desafío que enfrenta la ciudad en la preservación de su identidad arquitectónica.
Una de las iniciativas más recientes se tituló «Enamórate del Patrimonio”, que aún sigue pendiente de ejecución, un llamado a los propietarios de bienes de interés cultural de nivel 1 y 2 para el mejoramiento de sus fachadas, junto a la creación de una reseña histórica a ser colocada como placa identificativa. Sin duda, esta propuesta busca resaltar la importancia estética y la historia de las construcciones históricas, lo cual es loable en muchos aspectos, sin embargo, como apuntamos, la preservación del patrimonio arquitectónico va más allá de la belleza de las fachadas. Requiere un compromiso real con la conservación de los interiores y la autenticidad de los elementos originales.
En este sentido, entendemos por patrimonio arquitectónico, una serie de bienes edificados en el pasado que resisten al presente y que, de una forma u otra, retienen un valor estético y símbolo de identidad para alguien.
Es esencial entonces plantear la pregunta, porque al parecer en nuestra ciudad todo pasa por la penosa obligación de preguntarnos lo esencial: ¿Estamos abordando la problemática del patrimonio arquitectónico desde una óptica integral? Lamentablemente, la respuesta es negativa.
A pesar de nuestras acciones destinadas a resaltar la belleza superficial de las estructuras patrimoniales, la falta de enfoque en medidas de fondo y la verdadera conservación integral es evidente.
Se hace necesario ampliar nuestro enfoque a medidas de conservación efectivas, que no solo se limiten a la superficie, como indicamos en nuestra discusión: nuestras medidas de conservación deben incluir la restauración de interiores, la preservación de elementos originales, la promoción de la participación ciudadana en la conservación. Además, proponemos una capacitación para llevar a cabo reparaciones locativas por los mismos propietarios y la implementación de incentivos para comprometer la restauración integral de inmuebles.
Pero también resulta en pedir demasiado el definir la identidad de una ciudad sin identidad, o más bien, con múltiples identidades funcionando simultáneamente entre la volatilidad y la temporalidad, en una identidad líquida. ¿Podemos hablar de patrimonio arquitectónico en la ciudad de los cruces? ¿Se conversan los valores de los llaneros, pero, de cuáles llaneros?
Detrás de estos muros, en los muros de la memoria, ocurren cosas inconfesables, disputamos la identidad llanera en una lucha por la narrativa cultural, contrastada con ese reluciente reflejo del centro inamovible, el del papel y los decretos, como una escultura inacabada, que no podemos tocar, que no podemos recuperar, que es de todos, pero a la vez de nadie. También me gustaría vivir en el centro histórico de las redes.
Nos preguntamos si derruir muros, desmontar puertas y cambiar las cromáticas es renunciar al pasado arquitectónico de Villavicencio. ¿Y si el futuro de estos bienes sea justamente ese?, ser renunciados para dar lugar a nuevas identidades. Nuestra apuesta se desenvuelve por la memoria viva, una normativa flexible y no retroactiva. De unos valores que hoy ya no representan la identidad del mutable llanero.
Por: Gustavo Ortiz, voluntario de ECM.
