Azul de Fuego, la artista imperfecta

Artista, muralista y graffitera de Villavicencio. Es una mujer feminista que no solo se expresa a través del arte, sino que lo utiliza como una herramienta de resistencia, memoria y transformación. 

Cuando Azul hizo su primer fanzine o libro de arte, recortó las figuras que quería dibujar como si fuera una revista. Fue recién salida del colegio y en ese momento ya firmaba solamente como “d”, pero sentía que le faltaba algo. “Pensé en el imperfecta porque no hay cosas perfectas y me gusta porque cada vez que termino una obra es un pequeño recordatorio”. Desde entonces, hace ocho años, su firma artística es d.imperfecta. 

La música fue una revolución para Azul.. Estuvo en la banda sinfónica de Villavicencio en la percusión. “Me gustaba la música, interpretarla, pero nunca me gustaron los espacios de conciertos. Debía ir entaconada, el protocolo, abrirle, por ejemplo a la alcaldía, a la gobernación. Yo no me sentía afín a eso”, cuenta Azul. Sin embargo, duró varios años tocando tambores allí. 

Su madre quería que fuera enfermera. Cuando vio que su hija tocaba percusión y asistía de manera constante a la banda sinfónica, decidió dejar de apoyarla y eso a Azul no la detuvo. “Empecé a ir caminando hasta los ensayos, mi hermano me prestó la bicicleta y eso también fue toda una revolución”. 

Tenía unos amigos que montaban BMX y la acompañaban a los ensayos de la banda. Ahí empezaron sus acercamientos al feminismo. “Yo me preguntaba, ¿por qué no hay una chica que monte BMX?”. Un día estaba aprendiendo a montar con un compañero y otro muchacho le estaba coqueteando. “Le dijo al otro: ‘está pedaleando como una niña’ y a mí me ofendió: ¿por qué pedalear con una niña está mal?”. 

Eso la motivó a formar un grupo de mujeres que montaran bicicleta. Un día vio la invitación a una conmemoración del 08 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, convocada por varias organizaciones de la ciudad, entre ellas Yo Puedo, que busca promover la defensa de los derechos de las mujeres y niñas en Colombia. Decidió asistir para ver si conocía a mujeres que montaran BMX y allí se cruzó con Julieth Barbón. 

“Se creó Bici-osas y empezamos a pintar. Ella tenía muchas preguntas sobre el feminismo y yo tenía muchas preguntas sobre las mujeres, entonces nos juntamos y fue muy bonito”, recuerda Azul. El primer mural que pintó fue en Cali, en el Festival Internacional Femenino de Hip Hop Siempre Estuvimos Aquí. También fue con el que arrancó Bici-osas, logrado realizar gracias a la autogestión. 

Por medio de esta colectiva artística y feminista, además de crear arte, buscaban su autonomía y su independencia como mujeres. Esto, dice Azul, fue un precedente para la ciudad porque considera que fueron de las primeras en reconocerse como feministas. Después nacieron más colectivas feministas que han sido fundamentales. Incluso se movilizaron de manera activa en el marco del estallido social de 2021. 

Azul también desde muy jóven empezó a ser cercana al Grupo Ampliado de Memoria y de Teatro El Tente. Con ellas tuvo acercamientos a las luchas de las mujeres, a los trabajos por la construcción de memoria histórica y asistió a su primera marcha, una del 01 de mayo.  Incluso recuerda con mucho cariño a Katherine Mogollón: asistía a su casa a aprender sobre feminismo y la considera su mentora.

Durante el paro nacional de 2021, dejó la banda sinfónica y entró a formar parte de la batucada Resistencia Sonora para tocar el redoblante. En esos momentos adoptó su nombre identitario: Azul de Fuego, identificándose como queer. En medio de este contexto nació otra colectiva de la cual hizo parte Azul: ruda-osada. Desde allí siguieron resistiendo a través del arte llegando a realizar murales en regiones como el Guayabero.

“Nosotras no podíamos nombrarnos por nuestro nombre real, porque el contexto del paro era muy delicado acá en Villavicencio”. Fue víctima de persecución en medio de las manifestaciones. “Yo ya no estaba tranquila aquí en Villavicencio”. Sintió miedo por las individualizaciones y las dinámicas de violencia del territorio: “Vivía en un barrio donde nunca iba la policía y siempre que regresaba de una manifestación me acompañaba una patrulla”. 

Esa fue una de las razones que la motivó a irse de Villavicencio. Afirma sufrir un “éxodo académico” debido a que no hay carreras relacionadas con el arte a las cuales pueda acceder. Es normal ver gatos azules y blancos en toda la ciudad. Fue su manera de firmar y de mostrar su transitar por las calles de este municipio  que considera machista. 

Desde donde está, Azul sigue pintando, haciendo arte, creando. “Su creación artística ha estado enfocada en transmitir lo que siente, las emociones. Es muy buena para hacer poética a través de la imagen y desde el sentir. Ella fue un motivo de inspiración en mi vida para sentirme más fuerte al transitar la calle. Con ella podíamos tratar mal a los hijueputas que nos acosaban en la calle. Tiene muchas ideas, estimula mi mente”. ”, dice Vicio, una de sus amigas. 

Le gusta vestirse con colores, piedras, accesorios, pañoletas. Unos cuarzos la protegen y su ánimo y la energía que irradia son como el fuego. En la actualidad prefiere acompañar los procesos desde la gráfica sin ejercer tanto liderazgo. Ahora vive en Bogotá pero regresa a Villavicencio de vez en cuando, para seguir haciendo arte. Su último mural fue en el Parque de la Memoria Histórica de Villavicencio, como un homenaje a las víctimas de desaparición forzada. En octubre viajará a México a presentar una ponencia sobre su proyecto artístico. Azul no sólo transforma los muros que pinta, sino también con quienes comparte. Construye memorias que arden, resisten y se reinventan desde el arte.

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