Yo, migrante: a 1.000 kilómetros del fin del mundo, Iohan y su viaje eterno en las aguas del Canal Beagle.

El periodista del Canal 13 terminó de dar la noticia; todo se iba al carajo, un virus mortal y que tenía en pánico al mundo había llegado a la Argentina. Corría el mes de marzo de 2020, el presidente de la Nación había firmado el decreto por el cual se declaraba la emergencia, aunque las personas podían salir del país hasta que las aerolíneas pudieran seguir volando. Iohan Gueorguiev, de un poco más de 30 años, sintió que el sueño de su vida quedaba en suspenso. Era hora de regresar a Canadá, su patria adoptiva.

Desde siempre el sentido su vida estaba en recorrer el mundo, esa sensación de quien no se siente ni de aquí, ni de allá, esa certeza que el mundo es tan pequeño que quedarse postrado en un solo lugar es la peor de las suertes. El sueño de su vida alcanzó a estar a un poco más de 1.000 kilómetros de distancia, recibió la lapidaria noticia en El Chaltén, provincia de Santa Cruz, Argentina. Ushuaia, la famosa ciudad del fin del mundo tenía que esperar meses, años e incluso la otra vida para llegar a ella.

La pandemia le dijo que se tenía que volver a meter en su soledad, en una habitación en la fría Canadá. Ese día sintió que la vida se le acababa, porque regresar era morirse de tedio, era morirse en vida. La soledad logra que muchos construyan, edifiquen obras y se hagan gigantes, a otros los mata lentamente, los aniquila al interior de sus mentes. Un día se levantan, escriben una nota y se cuelgan en un garaje.

Había salido de Canadá en el año 2014, empezó a pedalear desde su casa, subió a Alaska y luego se fue bajando por autopistas, carreteras, caminos y trochas con su bicicleta para intentar llegar a Ushuaia, Argentina. Su sonrisa tímida tenía el poder de hacer amigos en un instante, su sangre vietnamita y búlgara, así como el influjo de la cultura canadiense, eran una enigmática, pero fabulosa carta de presentación.

Iohan Gueorguiev. 1988 – 2021. Fotografía redes sociales de Iohan.

Atrapó la atención de miles de seguidores y patrocinadores en las redes sociales y en canales de apoyo económico. Generó titulares de prensa, saludos de desconocidos que mencionaban su nombre en la distancia en un programa de radio, en un podcast o en una conversación casual entre amigos. Era una de esas personas que hacen lo que pocos se atreven, esas que llevan la gloria en sus hombros, la atención de seguidores, pero la humildad de quien vive realizando sus sueños todos los días, pedalazo tras pedalazo.

El peso del tiempo, de ver sus sueños suspendidos y la reclusión en una habitación fría que lo mantenía inmóvil empezaron por crear demonios en su mente. Una apnea de sueño no resuelta o que recibió poca atención por parte de los médicos, sumada a una depresión que se fue haciendo cada vez más grande, terminaron por matarlo un día de agosto de 2021. Una soga sujetada en la parte alta de un garaje fue su verdugo.

Desde ese instante sus amigos iniciaron los preparativos para llevar las cenizas de Iohan a Ushuaia y lanzarlas al mar justo en el Canal Beagle, en el lugar en donde la última carretera de América termina y solo queda la vastedad del océano. Sus seguidores en las redes sociales se ofrecieron a cumplir esa parte del viaje inconcluso, salió dinero de alguna parte, hubo reuniones, planes y cuanta cosa era necesaria para que ese homenaje póstumo se hiciera realidad.

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Las cenizas de Iohan salieron de Canadá con rumbo a Argentina a inicios del 2023. La idea inicialmente era ubicarlas en El Chaltén para que otro loco enamorado de la bicicleta las llevara a Ushuaia, como un acto de la vida sobre la muerte, como esa redención que buscan los vivos para cumplir los designios de los muertos. Ese recorrido no logró concretarse por múltiples razones logísticas, por lo que los planes se modificaron un poco.

Finalmente, las cenizas llegaron de manera directa a Ushuaia en un vuelo proveniente desde Buenos Aires y traídas por un amigo entrañable. De otra parte, Federico Cabrera, un argentino aventurero de la bicicleta, logró llevar una placa que Iohan mantenía sujeta en su bicicleta, lo hizo desde El Chaltén hasta Ushuaia y en ese lugar se reunieron los amigos con las cenizas y la placa. La travesía había llegado a su fin, el sueño se hizo realidad de manera simbólica y con muchos sentimientos encontrados.

Matt bardeen, amigo de Iohan, lanzando sus cenizas al mar en el Canal Beagle. Ushuaia, Argentina. Fotografía de Federico Cabrera.
Matt bardeen, amigo de Iohan, lanzando sus cenizas al mar en el Canal Beagle. Ushuaia, Argentina. Fotografía de Federico Cabrera.

La historia me la cuenta directamente Federico, el ciclista que será protagonista en otra crónica o historia que aún estoy escribiendo de algo que parece increíble, casi una epopeya. La charla tiene lugar el 11 de febrero, luego que, en la tarde de ese día, en el Parque Nacional Tierra del Fuego, un grupo de amigos de Iohan pusieron sus cenizas sobre las aguas del Canal Beagle, en el punto donde la ruta nacional 3 finaliza, en donde la civilización termina, en donde dejamos en paz a la naturaleza de nuestra depredación, en donde el joven ciclista quería llegar para emprender nuevos caminos, porque ni el fin del mundo es suficiente para el aventurero.

Los amigos de Iohan llegados desde Canadá se reunieron con algunos argentinos, no eran muchos, pero estaban los que debían estar para darle el último adiós. Hubo algunas palabras, lágrimas, caras largas, incluso algunas sonrisas. Las cenizas inertes, pero cargadas de la incomparable energía de Iohan, cayeron sobre las gélidas aguas del Canal Beagle, se fueron para siempre a darle una vuelta al mundo en medio de un aplauso, en medio de la aflicción de los sueños inconclusos.

 Ushuaia, Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, República Argentina a 17 de febrero de 2023.

 

Diseño de portada a partir de fotografía de redes sociales de Iohan Gueorguiev.

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