El campesinado en Colombia ha sido fundamental para la construcción del tejido social y la conservación del ambiente. Sus procesos han estado atravesados por la lucha en favor del reconocimiento de sus derechos y el acceso a la tierra.
Las vidas campesinas en Colombia se han constituido como un reflejo de la resistencia, la contribución a la seguridad alimentaria y la construcción de paz en el país. A pesar de enfrentar desafíos como la violencia y el desplazamiento forzado, han sabido aprovechar oportunidades como las técnicas de producción agrícola y la conservación de la biodiversidad, enriqueciendo así sus prácticas y contribuyendo a la sostenibilidad del país.
Desde principios del siglo XX, el campesinado en Colombia ha luchado por una mayor representatividad política y mejores condiciones de vida. Esta lucha se ha manifestado a lo largo de diversas décadas y contextos políticos regionales. Ya en la década de 1920, surgieron las primeras organizaciones campesinas que exigían reformas agrarias y mejores condiciones laborales, respondiendo a contextos de exclusión y desigualdad que han marcado históricamente las zonas rurales del país.
En la década de los 90, un movimiento significativo de jóvenes se movilizó a Bogotá para exigir cambios profundos en el ámbito rural, buscando no sólo mejoras económicas sino también un reconocimiento político y social. Durante este período, se consolidaron varias formas de organización campesina que tenían como objetivo el desarrollo socioeconómico y la participación social.. Entre estas, se destacan tanto las asociaciones campesinas como las juntas de acción comunal, cooperativas y redes familiares de solidaridad, que jugaron un papel crucial en la cohesión y resistencia comunitaria.
La diversidad de estas formas de organización refleja la adaptabilidad y la capacidad de los campesinos para unirse y enfrentar los desafíos colectivos, creando redes de apoyo y acción que han perdurado hasta hoy. Estas organizaciones no solo buscaban el desarrollo económico de sus comunidades, sino que también promovían una participación activa en los procesos políticos y sociales del país. Su influencia y persistencia han sido fundamentales para avanzar en la agenda rural y lograr el reconocimiento de los derechos campesinos en el ámbito nacional e internacional.
Para el 2013, el Paro Agrario se convirtió en un punto de inflexión. Cientos de campesinas y campesinos se tomaron las calles de diversas ciudades para exigir el reconocimiento como sujetos políticos y la garantía de sus derechos. Este hecho evidenció la urgente necesidad de políticas públicas efectivas para atender las demandas del campesinado en sus atributos culturales, políticos, económicos y ambientales .
El movimiento solicitó que se reconociera la categoría “campesino o campesina” en los censos realizados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística -DANE-, argumentando que, sin esta categoría, se invisibilizaba a las personas que habitaban el campo o aquellas que habían migrado a entornos no rurales, desconociendo sus modos de vida particulares.
El 13 de junio de 2023 se convirtió en un hito en la lucha campesina, al aprobarse el Acto Legislativo 001 que modificó el artículo 64 de la Constitución Política de Colombia para reconocer al campesinado colombiano como «sujeto de derechos y de especial protección, que tiene un particular relacionamiento con la tierra basado en la producción de alimentos, en garantía de la soberanía alimentaria, y con formas de territorialidad campesina, condiciones geográficas, demográficas, organizativas y culturales que lo distinguen de otros grupos sociales».
El compromiso con las vidas campesinas
Entidades como el Instituto Colombiano de Antropología e Historia -ICANH- han investigado y resaltado la necesidad fundamental de reconocer y promover los saberes y prácticas culturales propios de cada región, fomentando políticas públicas que garanticen la sostenibilidad del campesinado a largo plazo.
El ICANH, consciente de la necesidad de valorar y visibilizar las vidas campesinas, ha puesto en marcha el proyecto ‘Vidas Campesinas’. Esta iniciativa busca trascender las representaciones Representaciones negativas y limitadas del campesinado cargadas de estigmas, discriminación, falta de dignificación. Entre estas acciones e ideas invisibilizantes se encuentran percepciones como que las y los campesinos, por trabajar la tierra, tienen asegurada la comida o que son actores difíciles que solo quieren protestar en las grandes ciudades. Esta investigación ofrece una visión integral y humana de sus vidas, a través de la recopilación de historias, testimonios y experiencias directas. La entidad pretende promover una narrativa más justa y equitativa, donde las voces de las y los campesinos se conviertan en el eje central de la construcción de una identidad rural más rica y compleja.
Es fundamental replantear la manera en que se construyen las narrativas sobre las vidas campesinas. Dejar de imponer visiones externas y totalizantes sobre estas comunidades y, en cambio, fomentar que sean ellas y ellos mismos quienes narren sus propias historias, es clave para construir una sociedad más justa y equitativa. Al permitir que las voces campesinas sean escuchadas en su diversidad, podemos superar los estereotipos y construir puentes de comprensión entre diferentes formas de vida rural.
Entre los territorios representados en esta investigación está la Serranía de la Lindosa, en Guaviare. Allí, un grupo de campesinas y campesinos ha construido una relación simbiótica con la tierra. Sus manos cultivan huertas que son mucho más que fuentes de alimento: son el corazón de una comunidad. A través de sus prácticas agrícolas, protegen la biodiversidad y defienden su territorio ante las amenazas externas. Cada semilla que siembran es una apuesta por el futuro, una afirmación de su identidad y un legado que transmitirán a las próximas generaciones.
A este territorio llegó Dayana Novoa durante su adolescencia al Raudal del Guayabero, procedente de Cali. En el tiempo que duró su estancia se dedicó a las actividades del campo y la pesca, al considerar que las mujeres, especialmente las rurales, debían tener más incidencia en otros espacios diferentes al hogar. Desde su llegada, impulsó la creación de huertas tanto para el sustento familiar como para la práctica de la herbolaria.
El campo se ha convertido en un espacio no solo para el desarrollo de actividades agrícolas, como sostiene Jorge Luis Cano, habitante del Raudal del Guayabero. En los territorios donde antes se hacía cacería de forma indiscriminada, ahora se dedican al cuidado y protección de la flora y fauna. Esto con el fin de impulsar otras actividades económicas en las que las y los campesinos se involucren, como el avistamiento de aves, que tiene un potencial turístico que se está explorando en las regiones.
En el departamento del Cauca, como lo registra el ICANH, las comunidades han tejido lazos de apoyo mutuo en torno a la defensa del territorio en medio de las dinámicas del conflicto armado. La Guardia Individual Kiwe-Thegnas en la vereda Altamira en Suárez se ha convertido en un referente de los procesos comunitarios y de resistencia pacífica. Aquí se prioriza el cuidado de la tierra y la armonía del pueblo.
En ese mismo sentido, la investigación ‘Vidas Campesinas’ presenta a la Asociación Campesina -Asocordillera-, que surgió como un proceso comunitario cuyo objetivo primordial es recuperar la tierra para la siembra de alimentos. Esta iniciativa no solo se centra en la producción agrícola, sino que también promueve la sostenibilidad y la autosuficiencia alimentaria. Al devolverle a la tierra su capacidad productiva, también fortalece la economía local al generar empleo.
Este proceso ha tenido un impacto significativo en la preservación de prácticas agrícolas tradicionales y la protección de la biodiversidad. Asocordillera se ha convertido en un ejemplo de cómo la acción comunitaria puede transformar las realidades rurales y empoderar a las y los campesinos, ofreciéndoles las herramientas y el conocimiento necesario para gestionar sus tierras de manera eficiente y sostenible.
Las narrativas sobre el campesinado: medios de comunicación
Tanto el proyecto ‘Vidas Campesinas’ del ICANH como el medio de comunicación El Cuarto Mosquetero coinciden en la necesidad de transformar la visión que se tiene del campesinado. Ambas iniciativas buscan visibilizar los aportes de las comunidades rurales a la economía, al ambiente y a la defensa de sus territorios, desafiando así los estereotipos negativos que históricamente han rodeado a este sector.
A través de investigaciones y reportajes, nuestro medio de comunicación alternativa y popular ha visibilizado las complejas realidades del campesinado en el sur del Meta. En esta región, convergen múltiples desafíos: la necesidad de garantizar la tenencia segura de la tierra, los impactos devastadores de la deforestación y la falta de acceso a mercados justos que permitan a las y los campesinos comercializar sus productos. Estas problemáticas se entrelazan, dificultando la transición hacia sistemas alimentarios más sostenibles y equitativos.
Las narrativas producidas por los medios comunitarios como Voces del Guayabero no solo visibilizan las luchas y los desafíos de las y los campesinos, sino que también contribuyen a fortalecer su identidad colectiva. Al contar sus propias historias, estas comunidades se apropian de su narrativa.
De esta manera, el ejercicio realizado por Voces del Guayabero se convierte en una herramienta fundamental para la defensa de los derechos campesinos y la construcción de un tejido social más justo y equitativo. A su vez, incide en contrarrestar las narrativas que han encasillado al campesinado del sur del Meta, ofreciendo una perspectiva más inclusiva y real de las vidas campesinas.
Investigaciones realizadas en cocreación entre El Cuarto Mosquetero y Voces del Guayabero evidencian cómo en esta región del país, el campesinado cocalero ha sido catalogado por las autoridades como “terroristas” y “enemigos del Estado”. Esta estigmatización no solo vulnera los derechos humanos de estas comunidades, sino que también perpetúa un ciclo de violencia y discriminación que impacta negativamente en su calidad de vida y en su capacidad para desarrollarse de manera autónoma. La situación se ha visto agravada por las actuaciones y declaraciones de la Fuerza Pública, que han intensificado el clima de represión y miedo entre los habitantes de estas zonas rurales.
En este sentido, Víctor Hugo Moreno, habitante de la vereda El Triunfo en Caquetá, explicó: “Aquí no es un secreto que nos han judicializado campesinos, que nos han quemado viviendas a las y los campesinos. Los que no están muertos, están heridos. No es otra cosa que represión hacia las y los campesinos”. Este testimonio refleja la cruda realidad que enfrentan muchas comunidades campesinas en Colombia, evidenciando la urgente necesidad de reformas y políticas públicas que protejan sus derechos y promuevan la justicia social.
La Reforma Rural y las vidas campesinas
Las comunidades rurales en Colombia han estado marcadas por desafíos históricos como el acaparamiento de tierras, el despojo y el desplazamiento forzado, lo que impacta gravemente los medios de subsistencia de las vidas campesinas y su arraigo al territorio. Estos problemas no solo afectan a la economía local, sino también a la estructura social y cultural de estas comunidades.
En este contexto, la Reforma Rural Integral se presenta como una respuesta a las necesidades urgentes de las comunidades campesinas. Esta reforma aborda no sólo las desigualdades estructurales que afectan a estas comunidades, sino también la necesidad de democratizar el acceso a la tierra. Este enfoque es crucial, considerando que en Colombia el 26.2% de la población se autoreconoce como campesina, es decir, 10.208.534 personas según cifras del DANE.
Fue entonces cuando se comenzó a abordar la relevancia de las vidas campesinas en el marco de la Reforma Agraria. Este componente responde a puntos negociados en el Acuerdo de Paz con las extintas FARC-EP, y abarca aspectos como la multiactividad productiva, la dimensión territorial, la organización social y la cultura campesina.
El objetivo que sigue la Reforma Agraria es la implementación de políticas que no sólo aseguren el acceso a la tierra, sino que también promuevan el financiamiento y faciliten el acceso a programas estatales que respalden diversas actividades productivas como la agricultura, la pesca y la minería artesanal. Esto implicaría un enfoque integral que garantice las condiciones necesarias para que los campesinos puedan llevar a cabo sus labores de manera efectiva.
Las investigaciones realizadas por el ICANH y los medios comunitarios y alternativos como Voces del Guayabero y El Cuarto Mosquetero, convergen con los objetivos de la Reforma Rural Integral al visibilizar las necesidades y aspiraciones de las comunidades campesinas. Al documentar las experiencias y luchas de estas comunidades, estas iniciativas contribuyen a construir una narrativa más justa y equitativa sobre el campo colombiano, lo cual es fundamental para avanzar en la implementación de una reforma agraria integral. Esta reforma, al garantizar el acceso a la tierra, el financiamiento y la participación en la toma de decisiones, tiene el potencial de transformar las vidas de millones de campesinos y campesinas en Colombia. Es crucial que las voces de estos actores sean escuchadas y consideradas en la implementación de esta política pública.
El proyecto de investigación multiformato «Vidas Campesinas», donde el ICANH incluye las voces y realidades del Guaviare, Norte del Cauca y Caquetá, permite que cada persona narre, desde sus propias formas, sus historias de vida y reflexiones sobre el ser y hacer campesino. Estas historias revelan las diversas formas de vida que existen en cada contexto territorial, así como la necesidad de un marco jurídico y legal que proteja a las comunidades campesinas.
Finalmente, el reconocimiento del campesinado como sujeto de derechos y su participación política implica una mayor visibilización de un grupo de personas que “durante décadas ha sido relegado y desprotegido social e institucionalmente, sin reconocérsele sus aportes a la economía del país, en particular, la producción de alimentos y su relación de cuidado y protección con el medio ambiente, las aguas y los bosques”, menciona Edilberto Daza, Representante legal de la Fundación por la defensa de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario en el Oriente y Centro de Colombia – DHOC.
Las producciones audiovisuales de Vidas Campesinas se pueden ver en https://vidascampesinas.icanh.gov.co y en los medios digitales del ICANH:
YouTube: Instituto Colombiano de Antropología e Historia
Instagram: @icanh_co
X: @El_Icanh
Facebook: Instituto Colombiano de Antropología e Historia