A pesar de la pandemia que tiene en alerta a todo el país, para Adriana Martínez, quedarse en casa no es una opción. La mujer, que ronda los 45 años, se levanta todos los días a las 5:00 a.m. para realizar los quehaceres del hogar y dejar su almuerzo y el de su esposo hecho. Después de estar lista para salir a la rutina diaria, se dirige hacia el centro comercial Villa Julia, el más antiguo de la ciudad. Allí se abastece de la mercancía (dulces) necesaria en su trabajo.
A las 9:00 a.m. llega al parque Los Libertadores y se ubica en una esquina, junto a una pequeña arboleda rodeada por muros de cemento, los cuales suelen usar como asiento los transeúntes. Allí, Adriana ubica una de esas populares mesas Rimax y en pequeñas canastas ordena de forma clasificada todos los dulces y «galgerías» que comercializa. Al lado cuelga también un aviso de venta de minutos, en la mesa mantiene tres celulares que cumplen únicamente la función para la que fueron creados en el inicio: realizar llamadas. Mientras ella trabaja allí hasta las 5:00 p.m., su esposo lo hace en el parque Los Centauros vendiendo fruta. Entre los dos tratan de solventar los gastos diarios.
Martínez asegura tener buena clientela, cuando logra buenas ventas puede obtener entre 60 o 80 mil en el día, pero últimamente se ha visto afectada por la crisis sanitaria generada por el Coronavirus pues sus compradores han disminuido. “La gente no quiere comprar, esta es la hora (10:40 a.m.) y no se han vendido ni 6000 pesos, y eso que hoy vine a las 8 de la mañana”, manifiesta la mujer preocupada alzando las cejas con un asomo de angustia en la voz. Su expresión no es para menos, pues ella vive el día a día, lo que reúne debe alcanzarle para arriendo, alimentación, transporte y vestimenta, esto último cada tanto tiempo.
Alargar su jornada laboral tampoco es una opción, pues cuando empieza el anochecer, las calles de la zona se transforman y en el ambiente se siente cierta pesadez, una sensación de peligro latente que le impide quedarse por más tiempo del acostumbrado. “Después de las 5 de la tarde ese Centro da miedo” comenta Adriana con un gesto que sugiere negación rotunda.
La mujer, además, vive con su hija de 33 años, quien no ha podido conseguir trabajo y sus dos nietos, cuestión que se suma a sus preocupaciones pues en caso de decretarse cuarentena, se vería en graves aprietos. “Yo no tengo la opción de trabajar desde la casa”, afirma la mujer quien todos los días debe salir a la calle para conseguir el sustento diario.