Saltando un poco de los habituales escritos relacionados a la corrupción y el mal gobierno, a quienes en gran parte he responsabilizado por la desigualdad, la falta de oportunidades y de la pobreza que nos agobia, me remitiré a identificar algunas posibles soluciones a la crisis que aqueja no solo a nuestro país sino a toda Latinoamérica.
Partiré haciendo referencia que de las quejas más mencionadas en la actualidad, está el culpar a lo ocurrido en Venezuela y la migración de sus ciudadanos a otros países, como el agente principal a que haya desempleo, escasez, pobreza y un sinnúmero de vicisitudes semejantes. Por esta razón, el clamor en las redes sociales es sugerir al Estado que establezca políticas que permitan devolver a los migrantes a sus propias tierras.
A mi modo particular de analizar este asunto, concluyo que es un planteamiento de contingencia que debe desarrollarse especialmente con los migrantes que manifiestan comportamientos contrarios a las leyes de nuestro país. Pero, que este no es por demás la solución que pondrá fin a la crisis. Por otro lado, al revisar la gran migración ocurrida en los años 1900, cuando más de cuarenta millones de personas viajaron desde sus propios territorios hasta los Estados Unidos de Norteamérica, concluyo, que la solución no está en el hecho de devolverlos a sus países de origen, sino en el planteamiento de sistemas de reactivación de la economía basados en la producción y el trabajo.
Aunque la recesión económica de los años 1900 está catalogada como una de las más grandes para la humanidad, también la historia confirma, que gracias a esta recesión y a la forma en que se le enfrentó, los Estados Unidos tuvieron un resurgimiento y avance, al punto de establecerlo como la principal potencia a nivel mundial. Vale la pena entonces, destacar el modus operandi que logró sortear este gran problema. Nos encontramos entonces ante una solución sencilla y fácil de aplicar. La incentivación a la producción nacional. No existe posiblemente una mejor estrategia económica para desarrollar a un país, que la inversión en la producción nacional, en el fortalecimiento de los canales de producción y en la posterior comercialización de los mismos.
Ya lo planteaba Adam Smith en su obra “la riqueza de las naciones”, donde destaca que el capital fundamental del que gozan las naciones es el trabajo. En la balanza comercial si una nación exporta más de lo que importa, se determina que su economía es sólida, su moneda es estable y por lo tanto conviene negociar con ella. Contrario a esto, una nación que importe más y que su producción sea baja, da a entender que su economía en ningún momento será confiable.
Es fácil deducir sobre estos postulados, que los tratados de libre comercio y demás convenios económicos establecidos por el gobierno son importantes en la medida en que seamos potencias exportadoras de los miles de productos que nuestro país puede generar. Si por el contrario, los tratados solo benefician a los países con los que firmamos, pues, con la idea de importar muchas cosas acabamos la producción nacional, sometemos a los productores nacionales a una competencia inviable e inigualable. Sin lugar a dudas, es necesario re-evaluar dichos tratados, deshacerlos por el bien propio. Es decir, hasta no contar con un sistema de producción que nos ponga a la altura de los países con los que pensamos negociar, no es conveniente concretar dichos acuerdos.
No podemos colocar a nuestros productores nacionales a competir contra la producción tecnificada y mejor desarrollada de países considerados potencias mundiales. Este hecho, es el que ha mermado considerablemente la producción nacional de maíz, garbanzo, lenteja, trigo y muchos productos más, pues resulta más económico adquirir aquellos que son importados de países como Canadá o los Estados Unidos.
Otro ejemplo que puede ayudarnos a ver la gravedad del asunto es, el tratado que estuvo el gobierno a punto de firmar con Nueva Zelanda y Australia para la importación de leche y carne de res. Si esto se hubiera concretado, ¿dónde habría parado la economía de millones de campesinos que viven de la producción de leche y del cuidado de ganados vacunos?
El gobierno debiera plantearse la necesidad imperiosa, de fortalecer el campo. La inversión en la producción nacional reactivará la economía. Permitirá con el solo consumo nacional, que haya ingresos para productores y comercializadores. No es difícil llegar a esta conclusión, no se requiere de grandes estudios para determinar cuáles son los posibles cultivos que potenciaran nuestra región. Basta con fijar la vista del Estado en los sectores agropecuarios, invertir en ellos, apoyar al campesino y crear mecanismos de comercialización de los productos a nivel nacional e internacional generando ingresos que repercutirán en una mejor calidad de vida para todos.
Grosso modo, salpicamos este importante y fundamental aspecto, como punta del iceberg del gran entramado que genera el análisis de la economía de nuestra región y la posibilidad de hoy contar con una condición de vida que no tiene que envidiar la de Europa o los Estados Unidos.
*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, mas no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.