
Raíces de paz: el adiós a Domingo Biojó, 15 años después
En el ETCR Mariana Paez, de Acacías, Meta, se llevó a cabo el homenaje de Domingo Biojó, quien falleció durante un bombardeo en 2010.
Sobre una mesa sencilla, en el salón comunal del ETCR Mariana Páez, reposaban tres velones encendidos, un pequeño ramo de flores y una fotografía enmarcada de Sixto Antonio Cavana. En ella, su rostro pensativo parecía mirar a quienes se reunieron ese 17 de mayo para rendirle homenaje. Durante años fue conocido como Domingo Biojó, nombre que adoptó al enlistarse en las FARC.
Ese día, en la vereda Dinamarca, de Acacías, Meta, los murmullos se escapaban en medio de silencios. En primera fila estaba su familia, vestían camisetas blancas con el estampado de su fotografía. Hablaban poco, pero reflejaban recuerdos y emociones contenidas. También estaban amigos y antiguos compañeros y compañeras que llegaron para cerrar un ciclo que durante quince años permaneció abierto: la incertidumbre de su desaparición.
Biojó murió en 2010, durante un bombardeo en San Miguel, Putumayo, en medio de la operación Fortaleza II, que dejó 21 guerrilleros muertos. Pero su cuerpo, como el de tantos otros caídos en combate, se desvaneció sin rastro. Durante más de una década, su familia vivió el dolor de no tener un lugar para llorarlo, sin respuestas y sin duelo.
La Corporación Humanitaria Reencuentros -conformada por firmantes del Acuerdo de Paz que se dedican a buscar a personas desaparecidas por el conflicto armado- retomó su historia hace cinco años. En alianza con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas – UBPD, comenzaron la paciente labor de reconstruir su paradero. Y finalmente, lo encontraron.
Ese sábado de mayo, en una ceremonia que bautizaron Raíces de Paz, la comunidad se reunió para despedir a Biojó con dignidad. “Es pesado comenzar una intervención con lágrimas (…) Voy a hablar de mi padre, no como mi papá, sino como un amigo”, dijo su hijo Farid Cavana, con la voz entrecortada. Las lágrimas bañaban sus mejillas. Luego respiró hondo y continuó: “No hay palabras que puedan descifrar la nostalgia (…) despedir sus restos y decir adiós, quizás hasta que nos volvamos a encontrar”.
Tras el homenaje, las y los asistentes se dirigieron al cementerio municipal. El sol brillaba y el calor fulminaba, pero con determinación sus allegados cargaron el ataúd hasta el lugar donde ahora Biojó podrá ser visitado y recordado. El ambiente se colmó nuevamente de llanto, mientras lo despedían entre abrazos.
Cuando la bóveda estuvo colmada de flores, cartas y mensajes escritos durante el homenaje, el sepulturero tomó la espátula y comenzó a sellarla con cemento. Nuevamente, los sollozos rompieron el silencio. La placa conmemorativa que la UBPD había llevado no pudo instalarse de inmediato: el concreto aún estaba húmedo. En su lugar, y de manera provisional, alguien trazó con cuidado el nombre del homenajeado sobre la superficie fresca, como un gesto urgente de memoria que se niega a esperar. Y por fin, después de tantos años, su familia pudo comenzar el duelo.
“Fueron 15 años de búsqueda, de sufrimiento”, señaló Yaritza Paniagua, coordinadora regional de Oriente de la Corporación Reencuentros. “Hoy, como muchas otras familias a las que hemos apoyado, pueden cerrar una herida, mitigar su dolor y contar su historia”.
Domingo Biojó fue una figura política dentro de las FARC, a menudo la afrocolombianidad y sus derechos eran el centro de sus discursos. Integró el estado mayor del bloque Sur y el comité temático durante los diálogos del Caguán, por designación directa de Manuel Marulanda. Su historia, como la de muchos y muchas excombatientes, está atravesada por las complejidades del conflicto armado colombiano.
Pero la desaparición forzada no entiende de bandos. Es una herida que rompe el tejido de cualquier comunidad, que suspende el tiempo para quienes esperan respuestas. Buscar a las y los desaparecidos no implica justificar sus decisiones, sino reconocer su humanidad y el derecho de sus familias a la verdad.
Por eso la labor de la UBPD es crucial. Su mandato, de carácter humanitario, es buscar a todas las personas desaparecidas en el contexto del conflicto, sin distinción de militancia, género, edad, religión o ideología. Solo así es posible reconstruir la memoria colectiva y avanzar hacia una paz duradera.