El desenlace no son sólo los hechos: Uribe preso, ya dice mucho; o mejor dice poco de lo tanto que hizo sin deberlo hacer: Las muertes de un desprotegido profesor de Barranquilla, un defensor de derechos humanos en Medellín, o del alcalde de El Roble, víctimas del DAS y del paramilitarismo que el presidente pudo evitar, pueden perfilar al gobernante hoy en calidad de recluso. Que me perdonen sus seguidores pero no ha sido el estadista, no se leen sus libros porque no ha escrito ninguno, no tiene tesis económicas porque tampoco es economista; no es pensador, ni siquiera buen orador, apenas si un palabrero. Hoy sólo lo sostiene la única bandera que ha enarbolado: seguridad, exterminio de la guerrilla, como si solamente de la guerra dependieran la de la sociedad y el Estado.
También las FARC, que ayer como guerrilla mostraron indolencia, excesiva crueldad muchas veces, desprecio por el rico y por el pobre; alejada de su inicial vocación insurgente, creo, casi sin proponérselo, su propio “alter ego” político: el uribismo. Ninguna guerrilla de América Latina, engendró tal acumulación de odio mutuo, como las FARC que fueron el catalítico de Uribe. A más torpezas criminales de la guerrilla el crecimiento correlativo de Uribe, fue una lógica de dialécticas reciprocas en cuyo seno el paramilitarismo, tomas guerrilleras, secuestro, DAS, desapariciones de lado y lado, destrucción de la política y sobre todo polarización, son los resultantes, de llevar a un país a enfrentarse en la peligrosa relación amigo-enemigo.
Hoy como partido político, las FARC tienen ostensible raquitismo electoral al no alcanzar una votación significativa; cero organizaciones regionales y poca ascendencia sobre las masas a pesar de su propia autocrítica, y de la dignidad como algunos de sus dirigentes afrontan las provocaciones. También, y téngase por seguro, el Centro Democrático, empezará su declive no sólo por el encauzamiento de su máximo líder, suma y pegamento de la derecha, sino por el agotamiento de la violencia como medio de expresión electoral. La guerra es un discurso desgastado.
La polarización del país tiene su engendro entre guerrilla y Uribe, unos y otros empiezan a sentir el agotamiento de la violencia, porque como enseña Ernesto Laclau, las confrontaciones políticas hoy no son ideológicas sino de discurso político, y el país empezará a demandar los discursos en torno a sus verdaderos problemas y quién tenga las mejores actitudes que seguramente será la izquierda, se convertirá en la intérprete de este momento. La derecha seguramente se decantará, si logra liberarse del extremismo del uribismo; la izquierda ya se liberó del estigma de las FARC.
En conclusión, las FARC hicieron de un modesto director de la Aeronáutica Civil, de estirpe no muy sana, a todo un falso Mesías, que iba llevar a Colombia a la paz prometida, y éste, Uribe, logró una larga confrontación contra una guerrilla longeva que no había entendido el mensaje de la caída del muro de Berlín, fue la oportunidad para cobrar venganza por el asesinato de su padre a manos de la guerrilla, así se llevara por delante principios y personas; las durezas de uno y otro bando, no repararon en condiciones ni en formas de crueldad. Hoy el expresidente estará terminando su carrera sin posibilidades de endosarla y las FARC no arrancan políticamente por su estancamiento ante la opinión pública. Unos y otros cosechan lo que sembraron.
*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, mas no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.