Tras las movilizaciones que se realizaron el 25 y 26 de febrero, en el marco de la Cumbre Nacional de Gobernadores en el municipio de Puerto Gaitán, campesinos, indígenas, sindicalistas, comerciantes, desplazados y habitantes del municipio en general, consiguieron ser escuchadas por el Gobernador del Meta, Juan Guillermo Zuluaga. El Cuarto Mosquetero estuvo en el territorio visibilizando el sentir de las comunidades.
La alarma del celular me obligó a abrir los ojos a las 7:00 de la mañana. Mi compañero Cristian Arias y yo, debíamos alistarnos y estar a las 8:00 am en el parque Cimarrón. La noche anterior habíamos recorrido 194 kilómetros en moto desde Villavicencio para llegar a Puerto Gaitán a cubrir la manifestación pacífica que se llevaría a cabo el 25 de febrero. Durante el trayecto, sentí los párpados pesados y entre el silencio sepulcral que se interrumpía de vez en cuando por el motor de algún vehículo que pasaba por la planicie asfaltada, por poco fui vencida por el sueño. Por fortuna, Cristian estuvo pendiente de que no me durmiera. Llegamos a las 12:00 de la madrugada, pero las siete horas de sueño fueron reparadoras para el trajín que nos esperaba, así que tomamos un mototaxi para llegar al lugar del encuentro, allá nos esperaba Luis Quintero, un líder social de la vereda Puerto Triunfo del municipio, que nos contactó días antes para acudir a visibilizar el evento.
La mañana estaba fresca y algunas nubes grisáceas se esparcían sobre el cielo indicando, falsamente, un día de bajas temperaturas. Al llegar, vimos unas cuantas personas esperando el inicio de la movilización. De a poco llegaron campesinas, indígenas, comerciantes, trabajadoras, organizaciones sociales y comunidad en general. Vestían en su mayoría, camisetas blancas y portaban banderas del mismo color, insistían en que su marcha sería totalmente pacífica. Algunos/as sostenían pancartas con mensajes de disentimiento y exigencias dirigidos al presidente de Colombia, Iván Duque. Y es que no había mejor ocasión para extender sus voces de inconformidad que esa fecha. Se suponía que el máximo mandatario llegaría ese día junto a su gabinete a la Cumbre Nacional de Gobernadores 2021, en la que para este año, Puerto Gaitán funcionaría como sede anfitriona. Sin embargo, Duque arribó al día siguiente, dato que se vendría a saber horas después.
Al evento asistieron 31 representantes departamentales junto al director ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos (FND), Didier Alberto Tavera. Al inicio se llevó a cabo un sobrevuelo a la planta de beneficio y sacrificio de La Fazenda, una empresa del Grupo Aliar que según una investigación de VerdadAbierta.com en 2013, tiene transacciones de 16 mil hectáreas en Puerto Gaitán, conocidas como la finca El Brasil, las cuales son investigadas por la Superintendencia Delegada para la Protección, Restitución y Formalización de Tierras por presunta violación de la Ley 160 de 1994 que prohíbe la acumulación de varios predios baldíos de la Nación que originalmente fueran adjudicados a campesinos como parte de la reforma agraria. En general, la reunión era para presentar los resultados alcanzados en 2020 y establecer la nueva ruta de trabajo que, tanto los departamentos como la FND, deberán ejecutar en el año en curso.
Medios nacionales y locales estuvieron temprano en la mañana en el Domo del municipio, -una maloca construida en guadua con una gran cúpula que sirve de auditorio- donde se llevaría a cabo la Cumbre. Sin embargo, nosotros fuimos convocados por la comunidad que se manifestaría ese día y acompañarla para visibilizar su grito de auxilio era la prioridad. Por supuesto, buscamos la forma de cubrir el evento institucional, pero cuando me contacté con el área de prensa de la Alcaldía de Puerto Gaitán, me dijeron que los ingresos de prensa eran manejados directamente por la Presidencia de la República.
Siendo así, decidimos estar de lleno con la comunidad y cuando estuve allí, viendo cómo cientos de personas empezaron a caminar en medio de la vía desde el parque Cimarrón con apenas tres medios cubriendo lo que sucedía, me convencí de que habíamos tomado la decisión correcta. La marcha la encabezaba una camioneta de la Unión Sindical Obrera (USO), que se movía al paso de las y los manifestantes. Sobre el platón estaba el bafle que conectaba al micrófono que sostenía Jonathan Urbano, presidente de la USO Puerto Gaitán, que desenvuelto en su oratoria, recitaba las problemáticas del municipio y alentaba a las personas continuar en su movilización pacífica. En ocasiones lo relegaron Jorge Acosta, presidente de Asodecompg y otras personas de la comunidad que sentían la necesidad férrea de alzar su voz pidiendo igualdad y garantías de bienestar.
La industria petrolera llegó a Puerto Gaitán hace más de 20 años. Antes de eso, el municipio contaba con 18.000 habitantes y era el más pobre del departamento del Meta. Con el boom de la explotación de hidrocarburos alcanzó los 45.000 residentes en 2014. Allí la gente llegó a ganar hasta el doble de un salario mínimo mensual legal vigente. En 2007, Campo Rubiales apenas producía 25.000 barriles de crudo diario antes de la bonanza petrolera, pero bajo la gestión de Pacific Rubiales, dirigida por el venezolano Ronald Pantin, la producción superó los 230.000 barriles diarios, el 25% de la producción de Colombia.
Pero con la crisis económica que trajo la caída del precio del petróleo a mediados de 2014, a Puerto Gaitán, regresó el pasado miserable. Ahora el desempleo reina en las calles, pues al parecer, Pacific Energy está dando prioridad a trabajadores de otras ciudades sobre los residentes en el municipio, además, el dinero no alcanza y el extractivismo ha dejado ver los pasivos socioambientales que enfrenta el territorio. El imponente arco ubicado a la entrada del municipio, por el que se pagó más de un millón y medio de euros y decorado con coloridas flores artificiales -porqué naturales poco se ven por la zona- da la bienvenida a las y los visitantes, con el letrero: ‘Puerta al paraíso’, pero a sus habitantes se les esfumaron las razones para concordar con ese mensaje.
Estas precarias condiciones, han generado mayor impacto en comunidades vulnerables que hoy, se han visto arrinconadas a edificar viviendas provisionales con materiales asequibles como lonas, madera y tejas, conformando un asentamiento humano que, según denuncian sus habitantes, es desconocido por la Administración Municipal y que la comunidad decidió bautizar en honor al hombre que lideró las guerrillas en los Llanos Orientales animando a la resistencia y la defensa liberal durante la década del 50: Guadalupe Salcedo.
Con el cúmulo de dificultades que atestaban su cotidianidad, las y los manifestantes desfilaron por las principales calles del municipio ante la mirada de algunos curiosos desde sus casas o negocios, que en su mayoría, mostraban su apoyo a la movilización. Argumentaron no poder unirse por sus ocupaciones, pero acompañar la causa con un ferviente espíritu. La movilización avanzó con normalidad hasta que, en la esquina del parque Jorge Eliécer Gaitán, sobre la calle que da ingreso al Domo donde se encontraba la vicepresidenta de la República, Martha Lucía Ramírez; policías junto a sus vehículos bloqueban la vía. La tensión en ese momento se sintió a flor de piel. La comunidad insistía en llegar a donde se encontraba el alto Gobierno y aprovechar esa mínima distancia que muy probablemente no volverían a tener nunca. Los uniformados mantenían el gesto impasible e intentaban evitar las miradas de las y los protestantes, que una y otra vez aseguraban que su manifestación era pacífica: “Nosotros no vamos a agredir a la fuerza pública y pedimos que la fuerza pública no nos agreda”. Sin embargo, la marcha tuvo que continuar por otro camino.
Sobre la plazoleta de la Alcaldía, había un grupo de funcionarios de la entidad bajo una carpa. Sus rostros advertían una incomodidad que al igual que los policías, les obligaba a apartar la mirada de quienes marchaban. Durante varios minutos, la camioneta de los voceros de la protesta se instaló metros más arriba, las intervenciones continuaron esta vez con más ahínco, como si los parlantes no amplificaran lo suficiente la frustración de sus frágiles realidades.
El sol brillaba abrasador, las pieles empezaban a tornarse morenas, las gargantas secas y los pies adoloridos, pero nada de eso impidió que la protesta continuara. Cada vez más personas se sumaron a la causa. Entre las y los caminantes, varias motocicletas y mototaxis acompañaban la marcha a ruedo lento con las bocinas retumbando descoordinadas por las calles para ir al unísono de los gritos y arengas. Cayendo el mediodía, cerca del cementerio central, concluyó la marcha en completa tranquilidad. Durante varios minutos se mantuvo una discusión sobre el paso a seguir: ¿Continuaría la protesta hasta que el alto Gobierno les prestara atención? ¿Irían al asentamiento a continuar la manifestación? ¿Buscarían la manera de llegar al lugar en el que se encontraba el gabinete del Presidente?
Al final, no hubo un común acuerdo y la movilización se dispersó. Pero si existió algo en lo que todos y todas coincidieron, fue en que al día siguiente volverían a ocupar las calzadas y prepararían sus pulmones para otra jornada de gritos y arengas. Mi compañero y yo no podíamos quedarnos más tiempo en el municipio por más que quisiéramos, teníamos pendientes en Villavicencio que no daban espera. Antes de irnos, Luis Quintero nos invitó a almorzar. Estando en la mesa del restaurante, se le notó un sinsabor y no era precisamente por la comida que nos habían servido. Quería que el Presidente les hubiera visto, que les hubiera dado respuestas a sus peticiones. Sabía que la marcha había salido bien, pero insistía en que se pudo haber logrado más. Pensó que seguramente al máximo mandatario le llegaron noticias de la manifestación que se llevaba a cabo, pero la ignoró, así como esa ocasión en la que un reportero le pidió declaraciones el año pasado sobre el bombardeo del Ejército Nacional a un campamento de las disidencias de las FARC en el que murieron ocho niños en Caquetá, y respondió: “¿De qué me hablas, viejo?”.
A las 3:00 de la tarde tomamos rumbo de regreso a la capital del Meta, llegamos a las 7:00 de la noche con el cansancio casi palpable. Cristian me llevó a mi casa y luego él se fue a la suya. No recuerdo más que haber tocado cama y caer rendida en los brazos de Morfeo. Al día siguiente, temprano en la mañana, ya tenía mensajes de Luis Quintero en Whatsapp. Las comunidades saldrían de nuevo a las calles, querían ser escuchadas por los funcionarios del Gobierno Nacional, sobre todo porque el Presidente llegaría ese día, hacia las 2:00 pm al municipio. La manifestación se llevó a cabo nuevamente de forma pacífica y aunque no se logró llamar la atención de Duque, se consiguió una reunión con el gobernador del Meta, Juan Guillermo Zuluaga y el secretario privado de la Alcaldía de Puerto Gaitán, Gonzalo Agudelo.
La reunión, que se realizó a las 10:00 am del pasado 28 de febrero, también contó con la presencia del secretario de Agricultura del Meta, Julio Romero; el secretario Social del Departamento (e), Omar Vaca, así como también líderes y lideresas sociales, ambientales indígenas y campesinos junto a dirigentes de la USO como garantes. Allí se dialogó sobre los diversos malestares de las comunidades. Sin embargo, el espacio no fue suficiente para abarcar todos los requisitos, por lo que se concertó una mesa de trabajo para el 12 de marzo, con el fin de tratar las problemáticas a profundidad. “Se le expuso al señor Gobernador, más que los problemas, las soluciones en las que queremos estar involucrados como gente del pueblo, gente del territorio”, comentó Quintero.
También se pactó una reunión con el alcalde de Puerto Gaitán, Jorge Plazas, en zona rural, con líderes y lideresas de veredas como Puerto Triunfo, Santa Elena, Rubiales y Cuernavaca, para el 4, 5 y 6 de marzo. Con Luis Quintero, acordamos mantener constante contacto para hacerle seguimiento a lo convenido durante los encuentros y el debido cumplimiento de las promesas institucionales. Las comunidades albergan esperanza, pero no dejan de lado la desconfianza impregnada por años de abandono estatal, esperan que esta vez las cosas sean diferentes.