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Misión por la Niñez, un recorrido de paz por escuelas rurales del Sur del Meta

A través de una jornada de contemplación activa en dinámicas de paz, ampliamos la mirada a las realidades académicas en la ruralidad.

Por: Sebastián Cifuentes y Alejandro Leal, voluntarios de El Cuarto Mosquetero 2025-2026

La cita fue en colegios de los municipios de La Macarena, Vista Hermosa y Puerto Concordia, en medio de pupitres alineados y un barullo de voces de niños, niñas y jóvenes que apenas cabían en el salón. En representación de El Cuarto Mosquetero, estábamos acompañando la Misión por la Niñez, un recorrido por escuelas rurales del sur del Meta que se llevó a cabo del 22 al 26 de septiembre, organizado por la Pastoral Educativa de la Diócesis de Granada, Meta, con el acompañamiento de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia y la Gobernación Departamental. En la Misión teníamos la tarea clara de realizar talleres de comunicación para la paz con las y los estudiantes que habitan territorios en los que hoy se le está apostando a la transformación social. 

Lo que no sabíamos es que la realidad nos cambiaría los planes. Imaginábamos pequeños grupos de estudiantes, organizados, quizá, por grados, con los que podríamos trabajar cada ejercicio en detalle. Pero al entrar al aula descubrimos un panorama distinto. En el recinto había más de un centenar de participantes en cada sesión, desde pequeños de transición hasta jóvenes de once. Una hora para todos y todas. ¿Cómo hacer de ese tiempo una experiencia significativa?

Afortunadamente contamos con muy buena compañía por parte de todos los delegados y delegadas de la Misión, con quienes articulamos en cada paso las diferentes habilidades dispuestas a la colaboración en la jornada con dinámicas enfocadas en la comunicación para la paz.

Logramos tejer conjuntamente amplias experiencias con las y los estudiantes a medida que íbamos avanzando en la ruta que traía esta Misión. Encontramos en la resistencia a participar, una fuente de nuevos perfiles prácticos como en los casos de la mímica. A una estudiante que no quería actuar, se le propuso narrar, y así surgió el rol de la narradora en este taller, el cual replicamos en los siguientes encuentros. También tuvimos la opción de planear las actuaciones desde la acción directa en la mímica, con lo que esperábamos que rápidamente se distribuyeran las funciones. 

De esta manera, entregamos al público una obra actuada y narrada en menos de 50 minutos. Actividad propuesta desde la teoría del Teatro del Oprimido, de Augusto Boal, quien creó un método teatral interactivo, que busca que las y los participantes dejen de ser meros espectadores para convertirse en «espect-actores» o actores sociales activos, capaces de analizar y transformar su realidad. Utiliza juegos, ejercicios y técnicas de imagen para que las y los asistentes puedan visualizar problemas sociales y encontrar soluciones colectivas, guiándo a través del liderazgo por grupo. Fue un ejercicio práctico a la hora de trabajar en un contexto reunía a estudiantes de todas las edades, desde primaria hasta bachillerato.

Esta participación, en la cuál integramos fortalezas, se designaron a quienes fungieron como presentadores, organizadores, asesores y soportes emocionales. Nosotros -Alejandro y Sebastían-, siempre como buenos reporteros, preguntamos sobre la Paz, su proceso y consolidación en el territorio. A pesar de ver y leer una que otra tristeza llevadera, despertamos abundantes sonrisas, lo cuál no fue demasiado laborioso de hacer pues en el ambiente se percibió el fulgor de los amores que han llegado al compás de los avances que han permitido el proceso de Paz, tales como el trabajo, la academia, las unidades productivas rurales, la industria del turísmo, entre otras, que no sería nada complejo de implementar en los territorios sin la existencia de esas rutas en intrincadas que llevan a caudalosos caños, ríos y quebradas que rodean municipios y veredas repletas de talento, de curiosidad y de inteligencia emocional, tan vibrante que incluso nos han inspirado también. Descubrimos nuevas tácticas en la actividad de los árboles, en donde el que terminaba muy rápido se quedaba al lado poniendo las hojitas en estos, explicando a quienes iban preguntando y ayudando a quienes lo necesitaban para completar su aporte respectivamente.

Primeras dinámicas: comunicarnos distinto

Identificamos que podría ser una necesidad, antes de salir en la Misión, conocernos, escuchar las perspectivas que llevaba cada quien frente a todo lo que fuéramos a hablar o realizar. Por tanto quisimos como voluntarios en El Cuarto Mosquetero, recoger esa información y llevarla en un mensaje que incluso se combinara con la introducción y así dar curso al taller rápidamente, así que optamos por un “¡Buenos días!” en coro, que rompió el hielo y reflejó sonrisas. 

Habiendo recorrido a través de la narrativa de integración con las y los estudiantes, maestras, instituciones, entidades, la escuela, las empresas,  los hogares y el entorno natural con todo su ecosistema biodiverso, nos permitimos reconocer la forma en la que se expresan (en este contexto rural), las aves, los árboles y los animales. También a las niñas y los niños, desde su forma de vestir, los gestos, las palabras, las acciones, hasta en sus pasatiempos como la danza y el deporte. Así rompimos el hielo e identificamos la ruta en cada uno de los talleres que nos mostraría el avance del Acuerdo de Paz firmado en 2016.

Después, distribuimos a las y los estudiantes en diez grupos. A cada uno/a le dimos un reto que debía resolverse colaborativamente, no con palabras, sino con mímica. “El puente se rompió”, “Está lloviendo y estamos a la intemperie”, “El motor del carro se dañó”… Cada situación planteaba el desafío de cómo actuar en comunidad para salir adelante. Así, el salón se llenó de risas, gestos exagerados y sobre todo trabajo en equipo.

Sembrando rutas hacia la paz

La tercera actividad fue más reflexiva. Les pedimos pensar cómo se construye la paz desde sus propias habilidades. Para facilitarlo, formamos cuatro grupos: quienes prefieren las matemáticas, el arte, las ciencias o el deporte. Frente a carteleras con la silueta de tres grandes árboles -Verdad, Justicia y Reparación-, cada participante dejó un mensaje en un papelito, podía ser un dibujo, una frase, una idea.

En el árbol de la verdad aparecieron emisoras comunitarias, fotografías de la naturaleza y hasta cómics. En el de la justicia, surgieron propuestas sobre alimentación saludable y defensa del territorio. Y en el de la reparación, se plasmaron sueños como estudiar en la universidad, trabajar en lo que más les gusta o simplemente poder comer lo que más disfrutan.

Por límites de tiempo, no pudimos realizar esta actividad en todos los talleres pero teníamos claro que nuestro objetivo era leer en la expresión gráfica y oral, este concepto que llamamos Paz, así que nos fueron suficientes tan solo dos de ellos.

Siendo así, descubrimos toda la dinámica en la interacción con los y las participantes. Al principio trabajamos con cuatro árboles y al final sólo tres: Verdad, Justicia y Reparación. Pero la clave fueron las preguntas que llegaban: “Si me gustan las matemáticas, ¿Cómo construyo Paz?”, ”Si me gusta el arte, ¿Cómo dibujo la verdad?”. Todo este cuestionamiento, talló en nuestros corazones una figura de fuerzas intensas que esperamos, se puedan alinear con objetivos claros y discursos precisos a la hora de propiciar la Paz en el territorio desde la alimentación, la sostenibilidad, la educación, las ciencias para la vida y la garantía de la no repetición, en compañía de todas y todos los actores, desde la iglesia hasta el Estado.

Un aprendizaje compartido

Lo que parecía un taller imposible por el número y la diversidad de participantes se convirtió en una jornada de creatividad y aprendizaje colectivo. Fueron las y los niños y jóvenes quienes nos enseñaron que la paz no es un concepto abstracto, sino, más bien, una suma de pequeños gestos, tan sencillos, como levantar a quien se cae, resguardar a quien no tiene techo o sembrar juntos y juntas para no pasar hambre.

Salimos del salón con la certeza de que, en los lugares más marcados por el conflicto y el abandono, la niñez y juventud sigue imaginando caminos para que la paz, más que una palabra, sea la cotidianidad en los territorios de la ruralidad dispersa.

Con estos talleres hemos tejido voces y miradas de conciencia tan transparentes como el agua de Caño Cristales, entrelazando la memoria en poderosas entregas. Fuimos espectadores ante las presentaciones culturales y artísticas que nos recuerdan nuestros bailes, armonías y rutinas con sus colores. También bordamos la memoria, plantamos la esperanza y transformamos el amor en arte, organización e investigación, sin ánimo de profundizar en lo técnico para observar en perspectiva. Son dinámicas del cuidado que siempre están presentes pero que las conocemos de forma diferente, como por ejemplo: el chisme, el secreto, el recao, el catorce, el fa o el favor, dependiendo del genio, el mandao y la lista del mercado, entre otras palabras y expresiones que adoptamos para solucionar problemas o construir conjuntamente. 

Todo esto es lo que hemos podido llevar, desde El Cuarto Mosquetero, al ser parte de la Misión por la Niñez, que logró recorrer la Serranía de La Macarena por trochas y puentes en madera que aunque intentaban dificultar el paso, no detuvieron la comitiva gracias a la inteligencia y experiencia de quienes iban al volante y a los copilotos, quienes han de ser buenos conversadores porque no hay tinto que supere una buena charla y el tiempo o las tribulaciones se desvanecen ante el cruce de historias, recomendaciones, discusiones y observaciones durante rutas que llegan a extenderse por nueve horas de viaje -más o menos-.

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