María Cristina Gómez González, la abanderada del feminismo en El Salvador

Se soñó gestora de cambio, se soñó ayudando, se soñó transformando. Desde joven ejerció como lideresa comunitaria vinculada con el Movimiento Ecuménico, principalmente con la Iglesia Bautista Emmanuel. 

María Cristina Gómez González, nació el el 5 de mayo de 1942, en el Salvador. Se casó con Salvador Amaya, con quien estuvo hasta el día de su muerte y tuvieron tres o cuatro niños. En su trabajo, se destacó como maestra de educación primaria y sindicalista activa de la Asociación Nacional de Educadores del Salvador 21 de junio -Andes 21 junio-. 

A su labor, sumó su lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres y fundó la Coordinadora Nacional de la Mujer Salvadoreña –CONAMUS-, en 1986. Abanderó el movimiento feminista en su país enfrentando problemas que afectan a las mujeres pobres, como son la violencia sexual y doméstica, la falta de participación política, la inequidad social y la subsistencia económica. La labor fue tan exitosa que tres años después, en 1989, la organización abrió un centro hospitalario para atender a mujeres víctimas de violencia sexual y doméstica. 

Su muerte llegó de manera inesperada, llena de tormentos e injusticias y en un momento en que cumplia su trabajo, aportando a la educación en el país. Según versiones, hombres armados y vestidos de indumentaria civil obligaron a Gómez a ingresar un auto mientras regresaba de la Escuela John F. Kennedy en Llopango, municipio de El Salvador. Transcurrida una hora, fue sacada viva del vehículo frente a cientos de testigos cerca de un cementerio en las afueras de San Salvador. Recibió luego cuatro disparos que le significaron de inmediato el último aliento de vida. Tres en la espalda y uno en la cabeza. El secuestro y asesinato de la maestra se llevó a cabo en un área en la que funcionaba una base de la Fuerza Aérea del Salvador.

Su cuerpo mostró signos de tortura y quemaduras posiblemente causadas por químicos como ácido, durante la autopsia. Fuentes extraoficiales implicaron al general Juan Rafael Bustillo, entonces jefe de la Fuerza Aérea Salvadoreña, en el asesinato. 

Por su parte, la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños, declaró que Bustillo había amenazado públicamente a Gómez anteriormente y ordenó un paro por dos días de todas las actividades magisteriales como forma de protesta en contra del asesinato de Gómez, exigiendo además que el Procurador principal de la nación iniciara los procedimientos requeridos para llevar a los responsables a la justicia. Líderes de la Unión Nacional de Trabajadores de El Salvador (UNTS) han sugerido que Bustillo ordenó la ejecución.

También, el Movimiento Pan, Tierra, Trabajo y Libertad (MPTL) se alzó en protesta llamando al pueblo a resistir la nueva ola de represión que ya se esparcía en todo el territorio nacional y que había marcado las semanas siguientes a la victoria electoral de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), partido de extrema derecha que gobernó el país entre 1989 y 2009. Quienes se habían unido a la protesta terminaron la marcha en la vigilia que fue organizada en memoria de la maestra asesinada.

El Gobierno de El Salvador declaró en defensa que el móvil detrás del secuestro y posterior asesinato de Gómez fue primeramente con el objetivo de desacreditar la Fuerza Aérea, área donde ocurrió la ejecución. Explicó además que ella nunca fue arrestada ni cuestionada por las autoridades. Sin embargo, hasta el momento no hay indicios de justicia frente al crimen.

Luego de su fallecimiento, la iglesia a la que pertenecía, le encomendó a un artista local que pintara una cruz de madera en la que mostrara escenas de la vida de Gómez mientras laboraba junto a las mujeres de El Salvador. Las imágenes de esa cruz han sido reconocidas internacionalmente al ser utilizadas por iglesias y escuelas alrededor del mundo con el objetivo de contar la historia de la vida y la muerte de la activista feminista.

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