A un mes de las elecciones, la contienda por la gobernación del Meta continúa mostrando señales que la renovación no será el resultado de las votaciones de finales de octubre. Tras revisar las redes sociales de Darío Vásquez, viejo reconocido, es el turno de Wilmar Barbosa. El exalcalde de Villavicencio llega una vez más para luchar por un cargo de representación popular, esta vez por el más importante de la región. Wilmar sabe muy bien lo que son estos procesos, no es nuevo en el escenario político y prácticamente ha estado vinculado de alguna u otra manera con los principales caciques del departamento.
Gigantografías, reuniones con enorme logística, equipos de prensa, sección de noticias con presentadoras, videos, fotografías, equipos de avanzada y las siempre camionetas blindadas aparecen en estas campañas en donde se nota el enorme presupuesto y cabe preguntarse si la reposición de votos alcanzará. La de Wilmar es una de las campañas más robustas, sus redes sociales son un álbum de lo que puede movilizar una campaña que no tiene problemas económicos, pero que, ante todo, se vende como independiente.
Wilmar también apela a desmarcarse de las administraciones actuales, de criticarlas, de mostrarse como ajeno a alcaldes y gobernadores de turno, de lanzar puyas en los actos públicos, de mover sus manos teatralmente para que el discurso tenga la impostura del estadista y de manejar los tonos de acuerdo a la situación.
La W de Wilmar es su especie de logo de campaña, la misma que dejó plasmada en cuanto anden mandó a hacer durante su administración de la alcaldía de Villavicencio. La W con los colores de la bandera de la capital del Meta fueron reemplazados por un verde de varios tonos, está presente en camisetas de agitadores, banners, vallas publicitarias, carteles, gorras, brazaletes y en cada cosa se pueda poner para lograr el tan anhelado alto impacto repetitivo.
También es una campaña de ruedas de prensa, las mismas que sirven para ir aceitando la poderosa maquinaria mediática por si llegan a ser elegidos. Se hacen varias de ellas durante la campaña para que sus equipos de comunicaciones vean quiénes son los periodistas más “juiciosos” cubriéndolos. En las ruedas de prensa Wilmar ha lanzado varias estrategias, como la de seguridad que se hizo en Granada.
Sus asesores han escogido el azul y el blanco como los colores principales de la campaña, y en más de setenta fotografías se ve el candidato vistiendo de camisa blanca, por aquello de la tranquilidad. Todo está en juego y nada se deja al azar y menos en una campaña que tiene de todo, menos falta de presupuesto. Pero las redes sociales no mienten, ante tal demostración y de opulencia hay cosas muy reveladoras, por ejemplo, se contaron más de quinientos comentarios hechos por las mismas treinta personas. Todas ellas tienen amigos en común y se asomó uno que otro exempleado de la alcaldía de Wilmar.
La cantidad de reacciones distan bastante de las personas que dieron me gusta al perfil de Facebook del candidato. Es decir, en un conteo simple de casi 70 mil seguidores, tener un promedio entre 400 a 500 reacciones representa menos del 1%, un número bajo y más si los que reaccionan son casi los mismos de siempre.
En ese intento por verse como el candidato independiente hay videos de personas, de sus seguidores mostrando el apoyo y ellos, figuran en los copies como la “maquinaría” del candidato. Por otra parte, los videos en donde él mismo presenta sus avances en cada una de las reuniones que sostiene y hablar de lo que ha propuesto es algo bastante usado si se compara con las demás candidaturas.
Wilmar también apela al discurso de la familia hegemónica y de Dios, Colombia y el Meta siguen siendo conservadores, una región santiamén, de la foto familiar clásica y de la pintura de la Última Cena frente al comedor. Eso se aprovecha, eso también genera uno que otro rédito electoral.
Queda un mes para las elecciones y todo parece indicar que Wilmar irá hasta el final, que no se va a adherir a otro candidato y que la independencia no sería tal ante la cantidad de recursos en una campaña que gasta hasta el derroche en publicidad. Esas manifestaciones necesitan sí o sí fuertes patrocinadores que una vez el candidato gane las elecciones pedirán su parte en la repartición del pastel de la contratación.