La lucha por la vivienda digna desde un barrio periférico en Villavicencio

Barrio periférico de Villavicencio

En las riberas del Caño Maizaro, allá donde parece terminar cualquier atisbo de comunidad, y en medio de la planicie que despide a Villavicencio, se alza un Nuevo Amanecer Llanero. Hombres y mujeres del fin, o el principio del mundo, han erigido varias cuadras de casas en medio de la polvareda que generan aquellas vías de arenas amarillas y piedras pequeñas de las calles de un sector de la comuna cuatro.

Este sector surgió desde la autogestión, organización y determinación de prosperar como protagonistas. Néstor Mora, vicepresidente de la Junta de Acción Comunal de Nuevo Amanecer Llanero, de mirada parca y andar lento recuerda su proceso en el barrio. Rememora cómo llegó y se organizó con don Daniel Huertas, presidente, quien también arribó desde Ciudad Bolívar en Bogotá hasta el terruño que hoy llaman hogar.

Son vecinos del caño, de una planicie verde, del Nuevo Maizaro, Betty Camacho. Al inicio, eran solamente unos “invasores” cuando un grupo que ya ni siquiera vive allí llegó a un acuerdo con el dueño de un predio el cual hoy está en proceso de ser urbanización. Así nació un sector sin nombre donde cada lote costaba entre quinientos mil y un millón de pesos. De a poco, se vendieron doscientos catorce de estos terrenos.

Néstor lleva cinco años y cuando llegó quienes se encargaban de la venta de “el pedazo de tierra” seguían allí. En medio de promesas de beneficios para el bienestar de la comunidad, robaron a la gente. Recolectaron dineros para las supuestas compras de postes y materiales para la luz. Servicio que con ellos nunca llegó y mientras esperaban, pasaban las noches alumbrando con vela, donde en el día cargaban celulares en una tienda cercana que les cobraban mil pesos por carga. A veces eran tantos que solo quedaban con 20% o 30% de batería para pasar todo el día.

Ante esto Néstor y Daniel dieron un paso al frente. A pesar de la incredulidad de quienes habían sido ya víctimas de una inversión que nunca se vio, organizaron un proyecto y recolectaron más de cien millones de pesos para obtener la red completa de energía en el sector. Fueron ocho meses que se demoraron en cumplir con el objetivo de llevar luz en Nuevo Amanecer Llanero.

Al principio la conexión fue fraudulenta, pero al ver que se empezó a generar un consumo, la Electrificadora del Meta -EMSA- sí llegó al lugar para hacer acuerdos y legalizar todo por medio de un macromedidor. Todas las casas tienen un medidor y cada quien paga lo que consume de energía, por medio de unas tirillas que muestran el registro de consumo, en un Consuerte o con usuarios que fueron asignados.

Cuando se pudo instalar la energía, surgió la necesidad de la obtención de agua potable. En el lavadero de busetas cerca al sector, tienen pozo y les facilitaban la obtención de agua, pero el líquido no es apto para el consumo. Les servía para lavar ropa y bañarse. Y para tomar una ducha funcionó hasta que se empezaron a generar enfermedades y afecciones a la piel de personas.

A partir de las diez de la noche suministraban el agua por cuadras, los últimos eran Néstor y Daniel, quienes hacían guardia y se desvelaban acompañados por nada más que el ruido del proceso de bombeo que  entraba con fuerza, rompiendo el silencio de la madrugada, ya que el turno para que llegara el servicio a la casa, era sobre las tres de la mañana.

Cuando la aparente solución se convierte en un problema, encontraron que la tubería madre pasa por el Betty Camacho, barrio vecino. De la misma manera que con la energía, realizaron una conexión fraudulenta al agua, lo cual generó problemas.

Fue por un inconveniente con la comunidad vecina que la empresa de acueducto ratificó el derecho al acceso al agua, facilitó unas explicaciones en el manejo y le solicitó a la comunidad del barrio naciente algunos materiales óptimos para poder hacer la conexión adecuada, esto con el propósito de no tener fugas, para no perder el agua ni afectar el tubo madre. Las y los vecinos  se organizaron y como era de esperarse, la gente pagó.

Hay agua, hay luz, pero no hay salud desde el aspecto sanitario. Antes tenían pozos profundos para las aguas residuales, pero al ser ronda de caño, por más profundo que sea el pozo, con una lluvia leve se rebosaba. Por olores e infecciones principalmente niños y niñas se empezaron a enfermar. Por esta razón ahora las aguas negras van al caño.

En el barrio son conscientes que no debería ser así, la idea de la gente es poder limpiar al afluente en lugar de seguirlo afectando, así que ven una luz en el camino en la urbanización que se está construyendo justo al frente y que está sacando sus tuberías.

Con la autogestión que ha caracterizado a este barrio acomodado en un rincón de la puerta al llano, han logrado adelantar conversaciones con los dueños del proyecto para adherirse a esas tuberías. El principal problema con el Caño Maizaro es que, aunque en verano su andar sea apacible, calmo, paciente, cuando el invierno llega sus aguas son agresivas, imparables.

El proyecto de aguas lluvias que desviaría desde barrios como el Dos Mil y el Popular hacia esa zona, generaría afectaciones, más de las que han tenido por las épocas de invierno. Aunque algunos estragos vienen de antes, con el flujo del líquido que le sumarían, el Caño Maizaro tomaría una fuerza devastadora. Fue esta  la razón por la que Néstor perdió su casa hace pocos más de un año, la cual quedaba en toda la ribera y después del siniestro, ahora paga arriendo en el mismo barrio donde levantó su hogar.

Mientras Néstor recorre lo que quedó de su casa, pausa para ver hacia ese vecino de temperamento impredecible. Ese que en esta época es de andar parsimonioso y poco volumen. A su vez una iguana emerge de las aguas teñidas de un marrón oscuro con algunas manchas que se estancan junto a las piedras de la playa allí formada por tierra, piedra y algunas basuras. A unos cuantos metros un pañal, por el contrario, poco a poco se pierde entre el lento pasar del caño.

La gente ha puesto muros en llantas, lonas y otros materiales. Por el momento están pensando en construir unos diques de contención para protegerse del agua en invierno en medio de las crecientes para que no golpeen las casas directamente. Esta comunidad sigue resistiendo en la búsqueda de una vivienda y que el Estado garantice posibilidades e inversión social para acceder a derechos fundamentales y posibilitar desarrollar sus proyectos de vida.

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