
La Indomable: La barra que nunca se fue
En una ciudad cuya historia futbolera ha estado marcada por la desaparición de sus equipos, una pequeña barra ha resistido durante más de tres décadas, sosteniendo la identidad futbolera de Villavicencio con cánticos, memoria y convicción.
En el corazón de los Llanos Orientales, Villavicencio se ha convertido en el escenario improbable de una lección de la más pura resistencia. Con poco más de tres décadas de fútbol profesional en la ciudad, mientras los equipos nacían y desaparecían, una pequeña hinchada ha sabido mantenerse firme, construyendo desde la pasión lo que las estructuras institucionales no han sabido sostener: la identidad.
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La historia comienza en 1991 con Alianza Llanos, es allí cuando la capital del Meta empieza a familiarizarse con el fútbol profesional hasta 1997 que el equipo desaparece. Tres años más tarde surge Unión Meta, el cual duró un año. Luego nace Centauros FC, club que alcanzó la primera división en 2003, descendió al año siguiente y desapareció en 2011. Para entonces, la ciudad ya había conocido el vértigo de la gloria y el silencio de las gradas vacías. Fue entonces cuando, casi como un acto divino, volviendo a apostarle a este deporte en la puerta al llano, nació Llaneros FC.
Con el surgimiento de este nuevo equipo, renació también La Banda Indomable. Solo que esta vez, no era multitudinaria. Era una sola voz: la de Camilo Rincón, conocido en los alrededores del estadio como El Abuelo. Su figura presente en cada jornada, encarna ese tipo de convicción que desafía las lógicas modernas del espectáculo deportivo: no hay patrocinadores, cobertura mediática, ni garantías. Solo una vibrante pasión que mueve las fibras y, eventualmente, convoca al fervor colectivo que generan los reflectores, la gramilla y el rodar incesante del balón.
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«La Banda del Abuelo», como muchos la llaman, ha crecido con los años. Ha sabido reinventarse y, de ser gota, pasó a ser ola. Ya no es solo un hombre. Pero ¿de dónde nace una hinchada cuando no hay victoria? Es desde el anhelo, la necesidad de representación de toda una región que significa hogar, desde el abrazo a lo local, distando de la simpatía por el fútbol vecino. Así, poco a poco se han sumado personas de distintos municipios. Sin embargo, sigue siendo una barra pequeña en un estadio que muchas veces se siente demasiado grande. El aguante de su gente no se mide en número de miembros, sino en años de permanencia. Cada cántico es un acto político, una declaración de que el fútbol no necesita flashes para ser verdadero.
El 27 de octubre de 2022, 10 años después del nacimiento de Llaneros FC y tras 15 años de espera, Villavicencio vivió un partido nocturno. Llaneros, vigilado por un firmamento de estrellas, vencía a Barranquilla FC. Para muchas personas, fue solo un marcador más. Para la ciudad, fue una chispa. Para la barra, un reconocimiento silencioso a su perseverancia. Una oportunidad de volver a ver a un equipo iluminado por los poderosos reflectores que tanto deseaban ver encendidos.
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Esa chispa se transformó en llama el 14 de diciembre de 2024, cuando Llaneros FC finalmente acarició el ascenso a la primera división del fútbol colombiano. Solo dos equipos de esta ciudad lo han logrado en 34 años de fútbol profesional en la capital del Meta. En ambos, La Banda Indomable estuvo presente.
Sus arengas son fragmentos de una lucha cotidiana, una pasión sostenida a contracorriente, una comunidad que ha sabido reinventarse a sí misma una y otra vez. En un país donde la atención suele concentrarse en las grandes capitales y los estadios llenos, Villavicencio resiste, canta y sueña. En cada rostro, en cada trapo colgado, en cada salto al ritmo del bombo, se esconde una verdad simple y poderosa: en el fútbol, como en la vida, a veces ganar es simplemente no rendirse.
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La Banda Indomable vive en cada uno de sus integrantes. Su convicción representa una ciudad, un o una hincha, un sueño. Un grupo de personas que arenga teniendo claro que el último aplauso no ha llegado. Aún queda mucho fútbol y pasión que resiste en las gradas vacías. Los cantos cuando se encienden las luces del estadio en el piedemonte recuerdan que el fútbol es la lengua popular, la máxima expresión de euforia en torno a lo impredecible, casi como otra forma de vivir la fe. Es allí, en la tribuna sur del Estadio Bello Horizonte – Rey Pelé, donde empieza el grito. Un grito contra el olvido, que sostiene al fútbol en pie. Es en ese lugar donde se leen trapos de “Porfía Indomable”, “Criollas Indomables” o “La Banda Indomable” donde nace la esperanza.
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Este ensayo fotográfico es un recorrido visual que acompaña a la barra desde hace poco más de dos años con el fin de contar esa historia, la de La Banda Indomable, la cual, encarna a la perfección el significado de su nombre, que ha trasegado por el vaivén del fútbol en Villavicencio desde 1991, entre ascensos esporádicos y frecuentes desapariciones. Es una mirada íntima al barrismo en una ciudad intermedia de Colombia, donde el fútbol no es solamente un espectáculo, sino una forma de resistir al abandono.
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