La historia de un asentamiento en Villavicencio: el renacer de la esperanza

Para muchas personas, es fácil aseverar que quienes viven en los asentamientos subnormales lo hacen para evadir impuestos o crear carteles de terrenos, y enumeran una serie de juicios que no bajan de catalogar estos sectores como “las ollas de Villavicencio”. Sin embargo, aquellos que se embarquen en este camino de investigar las razones por las cuáles los habitantes de la capital llanera, se ven obligados a acudir a la Periferia, encontrarán historias como la de Daniel Pacheco, un líder comunitario del asentamiento Mirador de Gramalote (o Villa Lorena), quien con tal de ofrecerle a su familia un techo para vivir, junto con otros vecinos, inician la tarea de construir en un antiguo botadero de desperdicios, un terreno aceptable para resguardar a sus familias y así poder ocuparse de otras tareas más importantes: el estudio y la alimentación de los niños.

Daniel pacheco, desde hace casi cinco años llegó al antes llamado asentamiento humano Villa Lorena (hoy, Mirador de Gramalote), inicialmente vivía en el barrio La Azotea, pero la situación económica empeoró y tuvieron que irse “Prácticamente se puede decir que nos sacaron porque estábamos debiendo tres meses de arriendo y no hubo manera de poder pagarlos” explica Daniel, quien trabaja con calzado, pero considera que el comercio chino ha quebrado a muchos microempresarios.

Sin embargo, no fue el asentamiento al primer lugar al que llegaron, su hermano los recibió en la casa a él junto con su compañera sentimental, Diana, la hija de ella y los tres hijos del matrimonio; con la condición de ayudar a pagar el servicio del gas “que era pues lo más barato que podíamos pagar en ese momento, en la situación en la que estábamos” ahí vivieron 10 meses, pero tuvieron que irse.

Hacía poco el ESMAD había desalojado a varias personas que estaban ocupando la parte baja de Villa Lorena; ellos fueron y se ubicaron cerca a la ladera para edificar su hogar, pero vecinos (as) del sector al ver que la familia era grande y conformada en su mayoría por menores de edad, les cedieron un espacio en la parte más plana, en la que hoy, después de varios años, se puede ver una llamativa casa hecha de botellas que con el tiempo va ofreciendo un resguardo más seguro para esta familia.

No obstante, esta colorida casa tuvo una historia complicada, en un principio la familia Pacheco hizo un “cambuche con lona” y cubrieron con plástico negro el techo. “Me acuerdo el día que nos pasamos acá, que fue el 20 de diciembre, el día siguiente amaneció lloviendo, todo lo que teníamos en ese momento se mojó, amanecimos con el agua por encima de los tobillos” rememora don Daniel, quien además me cuenta que poco a poco pudieron comprar retales de madera y zinc para el techo y no volver a sufrir con tal magnitud de inundaciones.

Con los servicios, la historia fue un poco más complicada, y aún es una batalla que están liderando los habitantes del sector. Para tener luz les tocó “tomarse” el servicio y después de dos años vino un personal de la EMSA para tratar de normalizar el consumo. De manera similar tuvieron que hacerlo con el agua, “Nos tomamos el servicio por la fuerza porque no podíamos sobrevivir sin agua y a pesar de que la constitución dice que a todo colombiano se le garantiza un derecho a la vivienda digna y al mínimo vital, en la práctica nos incumplen” agrega. Después de una larga contienda con los miembros del acueducto comunitario de Villa Lorena, tuvieron legalmente la prestación.

Si quieres conocer más sobre el asentamiento Mirador de Gramalote:

Con el tiempo, a pesar de las diferencias, la comunidad aprendió a unirse, y a trabajar en equipo para construir su territorio. “Se han concienciado de lo importante que es que podamos ir ganando esas pequeñas batallas y en este momento podemos tener la tranquilidad de que los niños pueden salir a jugar a la calle, la confianza que no les va a pasar nada porque conocemos a cada una de las personas que viven en el sector y sabemos que es gente buena, gente que está acá por las mismas circunstancias que uno: porque no tenían acceso a la vivienda, porque son desplazados, porque son madres cabeza de hogar, por la falta de oportunidad que no brinda el Estado” me cuenta con la mirada perdida en sus recuerdos.

Para Daniel, es muy difícil ver cómo son las instituciones las que salen ante los medios a catalogarlos como  “invasores profesionales” y a intentar desalojarlos, aunque para él, es el mismo Estado quien no ofrece las garantías necesarias para vivir dignamente, y hace que “la gente” tenga que buscar cómo sobrevivir.

El miedo a ser desalojados fue una constante, que hasta hace poco los perseguía “duramos casi dos años con una zozobra de no saber en qué momento nos sacaban. Muchas veces se levantaba algún loco a cualquier hora de la madrugada y decía: ahí vienen los del ESMAD y todo el mundo corría a esas horas” y fue la razón por la cual buscaron a la organización social y política Proyecto Gramalote, para que los asesoraran cuando las misivas de las instituciones empezaron a informarles que “estaban en zonas de alto riesgo”, que habían dañado las zonas verdes del lugar y que debían irse de su hogar.

 A finales del 2014 un poco sobre el tiempo, buscan a los jóvenes y profesionales que conforman dicha organización, porque tenían una resolución administrativa que ordenaba el desalojo que había sido firmado en octubre 30, mientras que a ellos los notificaron el 22 de diciembre “Pareciera que los notifican con la intención que la gente no responda al recurso de reposición y por ende sean desalojados en los términos de los 10 días” explicó en su momento el actual Concejal del Polo Democrático, Felipe Harman y miembro fundador de Proyecto Gramalote.

Fue una época complicada para los habitantes de Mirador de Gramalote, especialmente para la familia Pacheco, quienes lideraban muchas de las actividades que pretendían mejorar las condiciones a las que estaban expuestos, estaban batallando dos luchas, una por no ser desalojados y la otra con la llegada de consumidores y expendedores de vicio.

 El sector se volvió muy difícil “Tres asesinatos ocurridos en el sector de Villa Lorena, según la Policía, están relacionados con ajustes de cuentas por micro tráfico” eran las noticias que normalmente los medios de comunicación emitían. Sin embargo, seguían trabajando en equipo para saber cómo enfrentarse a la amenaza de desalojo y momentáneamente lograron detenerlo cuando le pidieron al Defensor del Pueblo, que hiciera un control de advertencia a la Alcaldía sobre las condiciones políticas y jurídicas del desalojo de Villa Lorena ¿cuáles eran las mediaciones y sus obligaciones a la hora de respetar los derechos humanos? ¿Para dónde se iban a ir? ¿Tenían que revivir sus desplazamientos y el estar a la intemperie con tantos menores de edad?

El panorama empezó a cambiar cuando las autoridades desmantelaron la red de micro tráfico. Después de ello, decidieron armarse con silbatos para convocar a toda la comunidad cada vez que una persona consumía sustancias psicoactivas. “Nos dimos cuenta que unirnos es tan sencillo, que sí alguien llegaba al sector, simplemente todos salíamos y les decíamos que no queríamos que consumieran más acá y poco a poco fueron entendiendo”.

 Fue el inicio que marcó el fin del miedo que los acosaba “siempre tiene que haber miedo, o sea, uno sin miedo creo que no puede ir a ningún lado. Cuando llegamos estaba la circunstancia de que si no era acá entonces dónde. Miedo porque nuestros hijos crecieran en ese ambiente de las drogas, y miedo a ser desalojados, igual toca echar para adelante sea aquí o sea en cualquier lado, pero no se puede uno dejar morir o irse a vivir debajo de un puente, cuando hay unos terrenos que no le están sirviendo a nadie” me explica, y aunque las 60 tutelas exigiendo su derecho a la vivienda digna que hicieron en su momento, prácticamente a todas las declararon improcedentes por no ser el momento oportuno para tal mecanismo, siguieron organizándose.

Hoy don Daniel, sabe que el problema de legalidad del barrio no está solucionado, que existe una demanda que interpuso el dueño del sector en la Fiscalía. Aun así, la comunidad intenta ofrecer a sus hijos un lugar digno donde vivir. Están aprovechando las nuevas tendencias de eco-parques o edificaciones en botellas, para paulatinamente transformar su territorio.

Hoy tienen un poco de calma gracias a que Proyecto Gramalote Solicitó una revisión a la Corte Constitucional sobre la base de una tutela realizada en el antiguo asentamiento humano La Victoria, que fue desalojado sin las condiciones necesarias para dicho procedimiento, generando la sentencia- T454, y ésta, sumada a dos dictámenes que se generaron en Neiva por los mismos casos, determinan que la Corte genere la sentencia T5 en donde se le informa a la Alcaldía de Villavicencio, que no puede realizar desalojos sin ofrecer garantías de re ubicación a la población habitante.

Daniel, sigue haciendo zapatos, viendo crecer a sus hijos (tres pequeños de ojos claros), construyendo una casa completamente en material reciclable, al igual que una caseta comunal; cantando y componiendo canciones, como la del éxodo que consiste en la visión que tienen los niños de su barrio “Esta es la tierra que habitamos a la que nos dio derecho a la igualdad, jugamos futbol en sus calles de arena y en bicicletas intentamos pedalear” que se escucha canturrear los fines de semana, cuando todos salen a trabajar en la construcción de vida digna en su terruño.

 

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