Tras 46 años trabajando como vendedor de libros en una concurrida esquina del centro de la ciudad, don Juan Bautista ahora hace parte de la Corporación Cultural Municipal de Villavicencio – Corcumvi, como promotor de lectura. Esta es su historia.
Juan Bautista Bustos López, nació en Bogotá, pero llegó a Villavicencio cuando tenía 11 años y en octubre cumplirá 72. Desde hace 46 años se desempeñaba como librero en una improvisada locación al aire libre ubicada en la concurrida esquina de la calle 38 con carrera 32 del centro de la ciudad, frente a la Plaza Los Libertadores; allí exhibía en casi dos metros de pared un sinfín de libros de todo tipo de literatura. Su oficio lo heredó de su padre, con quien inicialmente salía a vender estos ejemplares en el parque Los Centauros, pero que durante las diferentes administraciones municipales, fueron siendo reubicados en diferentes lugares hasta terminar en el sitio donde hasta inicios de este año se le veía todos los días con su característica boina a cuadros color gris ofreciendo libros a los transeúntes.
La literatura es la más grande de sus pasiones, y esta la fusiona con su amor por el llano. Por eso admira profundamente a Silvia Aponte, la escritora araucana que vivió sus últimos 40 años de vida en Villavicencio. Don Juan la describe como una pionera de la poesía llanera, y la más importante exponente de este género en Colombia.
“Yo no soy de aquí del llano, pero yo a esta tierra la amo”, afirma con arraigo. Por eso recuerda sus días de antaño cuando el Parque Central era un modesto espacio con poco cemento y el imponente árbol ubicado en la mitad; el parque Los Centauros cuando su suelo era de tierra y la calle 38 que va desde el banco Davivienda hasta el centro comercial Exito, antes de que fuera pavimentada.
Sentado frente a la catedral de Nuestra Señora del Carmen de Villavicencio, dice “Allá en esa esquina -señala el banco Davivienda ubicado en la esquina de la Gobernación del Meta, donde actualmente se ubica una sucursal de ConSuerte-, ahí había una casa de un primer piso, ahí había una fuentecita de soda que alma bendita don Luis, era uno de los grandes personajes dentro de la cafetería. El mejor café y el mejor tinto que se podía tomar en ese tiempo, era en esa tienda (…) Ahí llegaban a tomar tinto los grandes personajes de aquí de Villavicencio como políticos, ejecutivos y figuras de la farándula”.
Don Juan también recuerda que en esa esquina en la que solía ubicarse para vender sus libros y donde hace más de una década está un almacén de la marca Polo, funcionó antes, durante más de 18 años una joyería, después se ubicó otros 18 años una oficina de la extinta empresa Colseguros.
Cuenta también que en el ya inexistente Teatro Cóndor, entraba al cine gratis “a mi no me cobraban la boleta. A veces me daba hasta pena que ellos (los dueños) me decían: dentre, Juanito, dentre. Ellos me llamaban, me invitaban a saborear un tinto o un té sabroso”.
Todos son recuerdos nostálgicos, que permanecen grabados en su memoria y los relata con una sonrisa. Pero no todas sus memorias sobre el paso del tiempo en la ciudad son causa de alegría. La indignación y un poco de tristeza se reflejan en su rostro cuando cuenta cómo las primeras casas que se construyeron en Villavicencio, ubicadas sobre la calle 37 fueron tumbadas. “Destruyeron lo más agradable que tenía Villavicencio”, afirma arrugando el entrecejo.
Se refiere a lo ocurrido en 2017, cuando cerca de 17 casas en el sector de El Pedregal, que aún conservaban la arquitectura histórica de la ciudad y que eran consideradas patrimonio, fueron demolidas para conectar la calle de las tipografías con la vía que viene de la Clínica San Ignacio, diagonal a La Cruz. Muchos lo consideraron un crimen patrimonial.
Dichas casas, relata don Bautista, estaban hechas en bloque de barro, cada uno de 45 cm de largo por 25 cm de ancho y 12 cm de grueso. Contaban con una infraestructura antigua, y tan firme, que pudieron sobrevivir durante más de 100 años al paso del tiempo y la modernidad. Lo único que no pudieron resistir, fue la mano abusiva del hombre.
En cierta medida, le echa la culpa de estas acciones a los “politiqueros”, afirma que ningún funcionario “se ha amarrado los pantalones como se los deben amarrar” para defender la honra y bienes de las y los colombianos. Rescata a dos partidos, los cuales considera frenteros y honestos. “Sí, se lo voy a decir, son de la izquierda”, dice como si estuviera frente a un confesionario. Segundos después continúa “la gente coherente con respeto a su pueblo y a su patria, es el Polo (…) así le pasa también al Partido Verde -actualmente Alianza Verde-, que está dando la pelea para el pueblo colombiano”.
Luego de dejar a un lado el tema político, habló sobre su trayectoria como librero, dice que ya perdió la cuenta de sus lecturas, pero que ha adquirido la experiencia suficiente para saber qué libro recomendar a un lector novato o para un cliente que le solicite una asesoría. No importa el tipo de literatura requerida, don Juan siempre sabrá qué libro es el indicado.
Aunque ahora ha hecho una pausa en su venta de libros, -pues no descarta de regresar algún día a esta labor- estos siempre le acompañan. Incluso, durante esta entrevista, cargaba una carpeta dentro de la cual guardaba un pequeño ejemplar de El problema de cómo investigar la realidad para transformarla, de Orlando Fals Borda, y otro de El Nuevo Testamento, pues es un profundo creyente de Dios.
Cuando le llamaron de Corcumvi para trabajar como promotor de lectura, no se lo creía. En ese momento se le vino a la mente esa imagen del águila que está en su nido y despliega sus alas para emprender vuelo, y sube luego a la cumbre para divisar lo extraordinario del paisaje. Al principio creyó no merecer el puesto, inclusive sugirió que existían otras personas más capacitadas que él para ese cargo. Sin embargo, en Corcumvi resaltaron sus capacidades, sus conocimientos, su amabilidad y sus años de experiencia desempeñándose como librero, cualidades que ningún otro ciudadano en Villavicencio podría tener.
Don Juan terminó por aceptar la misión encomendada. Dice estar orgulloso de poder aportar un granito de arena a la construcción de cultura en Villavicencio y agradece al alcalde, Felipe Harman y a la directora de la biblioteca Germán Arciniegas, por la confianza que depositaron en él para llevar a cabo esta tarea. La esquina de la calle 38 con carrera 32 que antes se iluminaba con los colores de las portadas de los libros, estará ahora ausente de las páginas que lo colmaban de cultura. Pero el municipio seguirá contando con “Juan el Bautista”, como él mismo se llama, con sus conocimientos, con su amabilidad y con su empatía a la hora de querer disfrutar de un buen libro.