“Haber estado en esos lugares en mi adolescencia buscando a mi padre en un montón de cadáveres me hizo decir «este país está mal». Este país no puede permitir que más jóvenes sigamos viendo cadáveres como si fueran animales tirados en un hueco. Esas imágenes que le quedan a uno en la cabeza, yo quisiera que nunca en la vida nadie, ninguna persona, las tuviera que vivir”,Sebastián, niño campesino desplazado a los once años.Lejanías, Meta.
El anterior testimonio es uno de los miles que se recogieron en las labores de la Comisión de la Verdad y que retrata el drama que vivieron niños, niñas y adolescentes víctimas del conflicto armado. Con seguridad debe haber más relatos dramáticos, voces que no alcanzaron a ser escuchadas por los investigadores, ni por las autoridades judiciales y en muchos casos menores que desaparecieron de manera forzada y/o fueron asesinados; con ellos no solo se fue la vida, también se fue la esperanza de justicia, de reparación y de alguna u otra manera, de no repetición.
No es un mal menor es el módulo del Informe Final de la Comisión de la Verdad que narra los crímenes y actos de violencias perpetrados por los actores armados a niños, niñas y adolescentes en el marco del conflicto armado colombiano. Son 388 páginas que recogen el dolor de un país que vio e ignoró la violencia desmedida que azotó a personas que gozan de especial protección ante la ley, de personas que sobre sus hombros se depositaba la esperanza de un nuevo país, y que, con sus muertes, sus desplazamientos, sus torturas, sus reclutamientos forzados y otros flagelos, se fue buena parte del futuro como nación.
La Comisión logró recoger el testimonio de 2.744 personas que narraron y evidenciaron violencias contra 4.014 niños, niñas y adolescentes. La mayoría de estos relatos tuvieron como eje común la precariedad económica de sus familias, la falta de oportunidades y el abandono del Estado, lo que creó el ambiente propicio para que los grupos armados cometiera abusos, como el reclutamiento forzado de menores de edad.
Muchas niñas que resultaron víctimas de desplazamiento forzado o que quedaron solas por la desaparición física o asesinato de sus padres, quedaron expuestas a terminar bajo las filas de un grupo armado. Fueron usadas como objeto sexual para ganarse la confianza del enemigo y al interior de las filas, algunas fueron abusadas sexualmente, por lo que el uso de anticonceptivos y abortos a temprana edad se hicieron presentes.
En el caso de niños y adolescentes hombres, su suerte estuvo marcada por hacer parte de la primera línea de fuego del grupo armado reclutador, estuvieron presentes en acciones de guerra que los obligó a matar y en donde también fueron víctimas. La situación se agravaba cuando el niño o la niña pertenecían a un grupo minoritario o comunidad indígena, ya que el acceso a la institucionalidad por parte de sus padres y familiares para buscar que el menor saliera de las filas armadas, resultó prácticamente imposible.
Ante lo anterior, al ser reclutados los niños y las niñas, quedaban sus seres queridos bajo el rotulo de guerrilleros o paramilitares, por lo que, acudir ante las autoridades era un riesgo muy alto. Miles y miles de menores de edad que fueron víctimas en la guerra, han quedado invisibilizados y sus casos hoy en día están completamente en la impunidad.
Las bases de datos existentes de entidades judiciales, de gobierno y de organizaciones dan cuenta de dos grandes grupos. En el primero están los niños, niñas y adolescentes víctimas de homicidio, desaparición forzada, reclutamiento, desplazamiento forzado y secuestro. En segundo lugar, están las estimaciones que buscan compensar el inmenso subregistro que existe en Colombia. Por ejemplo, se ha establecido que entre 1985 a 2018 unos 64.084 niños, niñas y adolescentes perdieron la vida como consecuencia directa de la guerra. Adicionalmente, en el mismo periodo de tiempo, 28.192 fueron desaparecidos de manera forzada, por lo que la primera cifra puede aumentar colosalmente.
Adicionalmente, unos 6.496 niños, niñas y adolescentes fueron secuestrados. 16.238 fueron reclutados a la fuerza. Y 3.049.527 fueron víctimas de desplazamiento. Un escándalo de dimensiones incalculables. A pesar de lo complejo que puede ser entender el impacto de estas violencias en la infancia colombiana, hay que sumarles que el subregistro es tan alto que, por ejemplo, se calcula que entre 1990 y el año 2017, hubo entre 27 mil y 40 mil niños y niñas reclutadas a la fuerza.
Las cifras anteriormente expuestas explican de manera clara porqué las violencias contra menores de edad a luz del conflicto armado, no son un mal menor y que, en estas 300 páginas del Informe Final y los documentos de resumen y análisis que elabora El Cuarto Mosquetero, está contenidas historias escabrosas que millones de niños, niñas y adolescentes vivieron durante años en la Colombia olvidada por el Estado.