A 65 kilómetros al norte de la ciudad de Cali, custodiado por las cordilleras Central y Occidental, un cuerpo de agua humecta un territorio diverso a nivel cultural y biodiverso en términos de flora y fauna; se trata de la reserva natural Laguna de Sonso o también conocida como laguna del Chircal. Este es el humedal de mayor tamaño asociado al río Cauca y el hábitat que le concede al departamento es hogar de aves cantoras, insectos multicolores, peces, mamíferos, reptiles y, también, es custodiada por una comunidad anfibia cuya vida es modelada por los cuerpos de agua de la misma manera que el afluente, Cauca, esculpe el paisaje en el complejo Lagunar. Los pescadores artesanales de atarraya, catanga y chuzo, las cocineras tradicionales, los y las intérpretes ambientales que erigen sus vidas en relación con el humedal que les nutre, son defensores del espejo lagunar, motivados por lo que ellos mismos han denominado «Un vínculo familiar» y en respuesta a los problemas ambientales que enfrenta el ecosistema.
La Laguna hace parte de los pocos cuerpos de agua que sobreviven al desecamiento de pantanos y madreviejas en el Valle del Cauca. Eladio Herrera, quien ha pescado en el territorio por alrededor de 56 años, ha sido testigo de la desaparición de los numerosos brazos de agua del río Cauca. Al respecto, menciona lo siguiente:
“El Valle lo han llenado de monocultivos y de jarillones en los costados del río, en temporada de lluvia e inundaciones el pescado no entra en la laguna como debería de entrar, la Laguna ya no tiene tanta capacidad como sala cuna, la industria ha modificado su dinámica natural; cuando el río tenía más libertad, aquí había muchos sitios para pescar, pero casi todos los han secado, a mí me tocó ver como una máquina llenaba de tierra una madre vieja, la cantidad de pescado que huía era impresionante y yo le pedí permiso al encargado de la obra para pescar, daba pesar ver tanto animalito muerto porque estaban sepultando su hábitat”
En un análisis realizado por Isaías Tobasura para la revista Gestión y Ambiente de la UNAL se recogen los siguientes datos:
“En el Valle del Cauca. El 88% de los ecosistemas acuáticos que existían en 1950, actualmente se han desecado. De acuerdo con un inventario elaborado por Naranjo y Restrepo en 2002, de las 15.286 hectáreas de ecosistemas acuáticos o humedales existentes en esa época, hoy quedan 1.879 hectáreas. Del área de humedales desaparecieron 7.481 hectáreas, entre 1960 y 1968. De las 62 lagunas que existían a lo largo de toda la planicie, quedan siete y de estas apenas Sonso y El Conchal tienen una extensión significativa y solo en la Reserva Natural Laguna de Sonso se llevan a cabo programas de conservación”
Ante el panorama, la comunidad de pescadores lleva una lucha histórica en relación con la conservación del humedal y las personas que hacen parte del territorio han optado por implementar herramientas de manejo del paisaje artesanales como el «trincho» o muro de contención para evitar que el cuerpo de agua se seque en temporada de verano así como la remoción manual del buchón de agua para contrarrestar la eutrofización que es uno de los procesos de contaminación más importante de aguas en lagos, balsas, ríos o embalses, causado generalmente por agricultura, ganadería, residuos urbanos, actividades industriales y forestales, y contaminación atmosférica. En la Laguna de Sonso, el buchón de agua representa un problema, según la CVC, esta es» una especie invasora porque presenta una alta competitividad con especies nativas; es de rápido crecimiento y reproducción, su biomasa es capaz de duplicarse en un mes, provocando la formación de densas colonias flotantes que disminuyen el flujo del agua y la disponibilidad de oxígeno. Una sola planta es capaz de provocar la invasión completa de un lago y por eso resultó ser un problema grave para la vida de la laguna de Sonso».
¿Cuál ha sido el papel de las autoridades ambientales?
La CVC trajo a la Laguna una «máquina anfibia» con la intención de limpiar el cuerpo de agua, sin embargo, esto ha generado diferentes opiniones por la cantidad de dinero que representa su tenencia. Algunos pescadores de la zona argumentan que la remoción manual de la vegetación acuática es una mejor alternativa tanto para el ecosistema como para la comunidad, pues, rinde más y se genera empleo, puesto que a estas alturas, es difícil vivir de la pesca por la disminución de los recursos pesqueros.
¿Cómo pueden las autoridades ambientales ser justas con el ecosistema Lagunar, pero también con las comunidades que erigen sus vidas con relación a él?
Conviene reflexionar a la luz de ese cuestionamiento, pues, no hay comunidad sin ecosistema ni ecosistema, sin una comunidad que le defienda, además, reconocer las acciones ambientales de las comunidades ancestrales es una cuestión de dignidad.
Por: Daniela Gómez