Colombia, la canela y la serpiente sin ojos

Con la conquista de América, inicia la historia mundial. La llegada de los europeos a este continente estuvo cargada de la negación del otro, lo que significó, uno de los genocidios más grandes que hemos conocido. Si lo vemos desde las matemáticas, se redujo a cero a los indígenas para quitarles todo valor y, desde el prisma económico, se alcanzó la cúspide de la explotación del trabajo, permitiendo-lo que Marx denominaba-, la acumulación originaria de capital, esencial para el desarrollo europeo.

En hombres y engranajes, Ernesto Sábato cuestiona el relato hegemónico de la modernidad, el cual, al ser eurocéntrico, encasilla sus raíces en el Renacimiento, trazando su relación con la cultura Griega y Latina. Sin embargo, para él, el  “descubrimiento” de América juega un papel importante como otro de los orígenes de la modernidad, pues a partir de este acontecimiento, el capitalismo y la ciencia inician su carrera desaforada por abarcar el mundo entero.

Por su parte, el escritor colombiano, de Pauda, Tolima, William Ospina, nos ofrece una fascinante trilogía sobre la conquista de Colombia, del Amazonas y la búsqueda de la Canela. En su primer libro titulado: Ursúa, nos narra la historia de este sangriento conquistador, el cual, atrapado por la fiebre del oro, inicia una serie de expediciones de conquista, arrasando pueblos indígenas como los Muzos, cuyo desenlace fue brutal, “a la vista de todos hizo decapitar a varios jefes, escogió trece de ellos para ahorcarlos en un cerco de árboles que había en un llano (…) era impresionante para los españoles, y más para los indígenas, ver aquel solemne anillo de árboles, de cada uno de los cuales pendía un jefe guerrero, y en el centro del campo los otros muertos con las cabezas cortadas”. Además de otras expediciones de conquistas, Ursúa fue el fundador de Pamplona, y la principal arma para acabar con los levantamientos de los guerreros cimarrones en Panamá.

La conquista también representó la edad del oro, de la riqueza y de la avaricia. No obstante, la riqueza tiene “todas las formas, pero ninguna para mí más extraña que esa corteza roja que altera las bebidas y da a los alimentos una dulzura exótica. La canela: oro, sí, pero astillado en aroma”. En esta segunda parte de la trilogía, Ospina nos muestra la enorme expedición que lidera Gonzalo Pizarro-hermano de Francisco Pizarro- en búsqueda del país de la canela. Expedición que termina con la muerte de cuatro mil indígenas y de la cual, Orellana se topa con el río de agua dulce que para los europeos era hasta el momento, el más grande del mundo. El imponente río provocó delirios, muerte, miedo e incertidumbre entre los expedicionarios. Surcando sus temibles aguas, divisaron en algunas de sus playas solo mujeres, jóvenes y fuertes. Es en ese instante que surge el rumor de haber encontrado a las amazonias: esas mujeres mitológicas de la cultura griega, hijas de Hipólita y de Pentesilea cuyo reino se ubicaba a las orillas del mar negro y que a causa de alguna guerra fueron arrojadas más allá de tierras desconocidas, probablemente a las playas de la serpiente sin ojos.

Desde Panamá, Ursúa decide emprender otra expedición, esta vez se dirige a la región de la serpiente sin ojos, para recorrer todo su cuerpo líquido, meandro tras meandro, en búsqueda no solo de honor y gloria, sino también, en búsqueda de las amazonas, de las cuales se decía que tenían la “temible costumbre de dejarse fecundar por varones para procrear sólo mujeres, que los niños nacidos de ellas eran arrojados a las bestias, y que sólo en casos especiales los criaban también como especímenes reproductores.” En esa inmensa región, concluye la trilogía y termina la historia de Ursúa.

La conquista y la colonización de América no solo fue importante para engrasar las máquinas de la modernidad. También sirvió como escenario para la expansión de la religión católica, la cual se encontraba en una crisis espiritual, pues a la par de la conquista, Europa estaba sumergida en la división entre católicos y protestantes, América jugó un papel geoestratégico para fortalecer la religión católica y ganarle terreno al protestantismo. Si la modernidad estaba en esa carrera desaforada, la religión católica no se quedaba atrás. De la gran variedad de historias sobre la conquista, William Ospina nos ofrece una mirada a la exploración del Amazonas en el que encontramos su inmenso río, el cual vierte al Atlántico 100. 000 metros cúbicos de agua por segundo. Esta región malsana para los ojos del europeo, pero sagrada para los indígenas, hace parte de esta trilogía. El autor nos invita a acércanos a esta vasta región, desconocida en algunas ocasiones, por nosotros mismos.

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