Burbujas de jabón

Los cerebros de adultos serios e instruidos se enfrentan a una rutina que busca fabricar una solución a sus necesidades; despertar, revisar el celular, desayunar viendo la televisión, dirigirse al trabajo revisando una vez más su celular en el transporte público o en su automóvil personal —práctica que produce un comparendo cada 12 minutos en Colombia según cifras de la ANSV (Agencia Nacional de Seguridad Vial)—, si se tiene la fortuna de caminar hasta el trabajo no es extraño encontrar aun caminando a algunos revisando sus celulares, una vez en la oficina se sientan a observar una pantalla de ordenador en promedio durante 4 horas, con descansos para revisar el móvil. Así se pueden seguir nombrando acciones durante el resto del día, una selfie casual, fotografiar los alimentos, compartir, twittear, entre otras más. Ahora se le da más importancia a lo que sucede dentro de la pantalla de un móvil que a dibujar al aire libre, caminar sin rumbo, disfrutar de un libro, sentir la sombra de un árbol, escuchar el ruido del agua o jugar con burbujas. Estas últimas olvidadas a pesar de su curiosa forma de existir.

Las pompas o burbujas se conforman de una capa líquida con dos películas muy finas de jabón y agua, estas forman una esfera, que da forma a la burbuja, exhibiendo su superficie iridiscente a cualquiera capaz de verlas, generalmente no duran mucho tiempo antes de estallar por sí solas o por el contacto con otro elemento. La existencia de una burbuja genera cierta atracción, —En especial cuando han sido creadas a través de un burbujero— despiertan una necesidad de movimiento que incluso los más grandes son incapaces de abstenerse al llamado que provocan.

Quizá si se enciende un burbujero en el centro de una plaza y se liberan sus burbujas, estas revolotearán por el espacio, si esta plaza se encuentra llena de cerebros, los más pequeños correrán hacia ellas, querrán tocarlas y por ende estallarán, algunos jugarán soplándolas, otros se limitarán a observar su recorrido hasta estallar por sí solas, en su mayoría los más pequeños empezarán a moverse y jugar, no obstante, probablemente suceda algo diferente con los cerebros adultos, aunque estos no se moverán de su sitio, se limitarán a observar cómo las burbujas interaccionan con los más pequeños, por un breve momento algo sucederá dentro de ellos, olvidarán las pantallas y se centrarán en las burbujas, no se sabe con certeza que pensamientos recorren sus cabezas, puede ser que de alguna forma se enlaza su personalidad actual con la que las burbujas hacían mover años atrás. Por un momento se vuelven a fijar en los detalles, sin embargo no dura mucho tiempo, eventualmente las burbujas se acaban, una vez más aparecen las pantallas y la rutina continúa.

Pocos cerebros encuentran los detalles en actividades como leer, dibujar al aire libre, caminar sin rumbo aparente o sentir la sombra de un árbol, aparecen unos cuantos cada cierto tiempo. Particularmente estos reflejan en su mirada algo que provocan las burbujas en los cerebros adultos serios e instruidos, solo en un remoto caso puede ser que esta sea la finalidad de una burbuja, la de enseñar la sensación de observar los detalles y estos pocos cerebros han logrado llevarla a otras actividades. Ahora que el mundo depende aún más de las pantallas y la hiperconectividad, hace falta observar las burbujas y aprender a fijarse en los detalles, en el peor de los casos todo seguirá sin cambio aparente, en otro, cierto detalle puede ayudar a salir de la rutina.

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