A la 1:45 de la madrugada de un viernes, golpearon en la casa de madera en donde vivía Flor Silvestre[1], una joven de 21 años quien a esa hora descansaba junto su hija de apenas 17 meses. Al abrir la puerta, encontró a un guerrillero de las FARC quien cumplía la orden de su comandante de llevarla al campamento ubicado en una vereda del municipio de San Martín de los Llanos (Meta).
La luna en la noche iluminaba el camino que fue obligada a recorrer atravesando los potreros que bordeaban una quebrada hasta llegar a la parte montañosa. Allí, en medio del monte, se enfrentó al hombre que semanas atrás la venía acosando y quien, a pesar de la suplicas, le rapó a su hija de los brazos, le arrancó su blusa y la arrojó al piso en donde la violó por más de una hora.
Ese no fue el primer ni último hecho victimizante al cual se ha visto sometida; antes vivió la desaparición forzada de una de sus hermanas y después varios desplazamientos a causa del conflicto armado del cual quedan secuelas tanto en su mente como en su cuerpo. Si bien estos hechos se dieron desde la década de 1980, fue hasta el 2009 cuando empezó a acercarse a los procesos de reconocimiento a las víctimas de la mano de organizaciones que la orientaron en los trámites de denuncia y le brindaron acompañamiento psicosocial.
De esta manera, hace cuatro años conoció a Elizabeth Cometa quien lidera la organización FORFUPAZ Forjando un futuro por la paz, la cual fue creada en el 2016 momento en el cual Cometa, como se reconoce generalmente a su lideresa, empezó a encontrar mujeres con historias de vida marcadas por las violencias y particularmente por la violencia sexual en el marco del conflicto armado interno. Así, desde el voz a voz, ha escuchado, acompañado y empoderado para que las mujeres víctimas de este hecho, denuncien.
La violencia sexual en el marco del conflicto armado es un delito autónomo que dentro del Acuerdo de Paz firmado con las FARC no tiene amnistía ni indulto y en el cual se estima que cerca del 85% de las víctimas son mujeres. Acorde al Registro Único de Víctimas (RUV) al 31 de agosto de 2022 en Colombia se reportaron 35.853 personas cuyo hecho victimizante son los delitos contra la libertad y la integridad sexual en el desarrollo del conflicto armado. Para el departamento del Meta se registran 13.184 casos, representando más de una tercera parte del reporte total en el país.
Aunque la violencia sexual como arma de combate y el cuerpo de las mujeres como botín de guerra, han hecho parte de la dolorosa historia de la violencia en Colombia, fue solo hasta los Acuerdos de Paz de La Habana que se vinculó el enfoque diferencial y de género en estos procesos, reconociendo las afectaciones particulares que como mujer se viven en el conflicto, y buscando la reparación integral de las víctimas que en la mayoría de los casos han sufrido más de un hecho victimizante, profundizando las enormes brechas sociales y económicas territoriales.
Pero dicho reconocimiento no fue una concesión del Estado, se dio gracias a la lucha de las organizaciones de mujeres y personas con identidades de género y orientaciones sexuales diversas, quienes celebran el anuncio dado el 15 de julio del 2022 parte de la Sala de Reconocimiento de la Justicia Especial para la Paz (JEP) acerca de la apertura del macrocaso 11: sobre la violencia sexual y otros crímenes motivados por el género, sexo, orientación o identidad de género de la víctima.
Dicho anuncio se da como resultado a la solicitud de distintas organizaciones entre las cuales está incluida FORFUPAZ quienes, de la mano de instituciones de gobierno y cooperantes, han fortalecido su proceso organizativo que hoy convoca a 150 familias del Meta. Este círculo de mujeres se ha convertido en el refugio de en donde no solo se encuentran para escucharse, sino para recomponer esas heridas que dejó el conflicto y tejer procesos de resiliencia a través de los proyectos productivos de artesanías, del arte y los procesos de educación popular para la prevención de las violencias basadas en género.
De tal manera, entre sus actividades se destacan tres experiencias significativas: la primera, es el proyecto de producción de artesanías “Más turbantes, menos violencia; moda social incluyente”, en donde se confeccionan, cosen y tejen turbantes que se han convertido no solo en un medio de vida para las mujeres que los producen, sino también en un símbolo de su organización y que, además, ya se ha replicado en organizaciones de mujeres en Mompox (Bolívar), Palmira (Valle del Cauca), Manizales y La Dorada (Caldas).
La segunda experiencia, es la pieza teatral Las Guapuchonas, montada a partir de la investigación estética y política realizada por Bárbara Santos y titulada “Teatro de las Oprimidas: estéticas feministas para poéticas políticas”. En dicha obra 11 mujeres no solo narran con sus cuerpos las violencias a las cuales fueron sometidas, sino que buscan, en la interacción con el público, impactar y alertar sobre la normalización de estas violencias a la cuales nos acostumbramos a aceptar desde la deshumanización del conflicto. Esta obra busca transformar el dolor en arte como lo hace el contra monumento de Doris Salcedo: “Fragmentos” que también fue realizado por mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado.
Y finalmente, la tercera y más reciente, es la experiencia de educación popular que adelantan con niños, niñas y adolescentes (NNA) en el barrio San Antonio en Villavicencio, a través del taller “Artesanos y conocimiento básico de la Ley 1257 del 2008 “, el cual tiene como objetivo educar a los NNA en la sensibilización, prevención y sanción de violencia y discriminación contra las mujeres, como una forma de contrarrestar las violencias en los hogares que en muchas ocasiones son el primer escenario de agresión.
Todo esto es FORFUPAZ, una organización que nació en el seno del trabajo comunitario de las mujeres y que se fortalece desde la riqueza de las habilidades de cada una de ellas: unas diseñan, otras confeccionan, tejen, venden y hasta modelan lo que fabrican. Hablan, se acompañan, comparten la palabra y desde su experiencia lloran, se abrazan y sonríen de nuevo. Cometa las conoce a todas, ha escuchado sus relatos y con gran empatía las ha empoderado para denunciar sus hechos victimizantes.
La fuerza de su voz motiva con cada palabra no solo las acciones para afrontar los hechos derivados del conflicto sino las condiciones socio económicas que generan violencia estructural. En la pandemia, por ejemplo, junto a otras mujeres realizó ollas comunitarias pensando en la “sopita para la gente” y buscando mitigar así el hambre que circula en las zonas empobrecidas de la ciudad.
Durante esta misma época, Más turbantes menos violencia, se convirtió no solo en la forma de garantizar algunos ingresos para las mujeres, sino de mostrar, como lo dice Flor Silvestre, que “el turbante es un acto de nobleza, liderazgo y belleza”. Ella es una mujer muy valiente que, a sus 53 años, mira atrás y recuerda que, tras esa noche de luna clara, también hubo un amanecer. Así al igual que Cometa y las otras mujeres de FORFUPAZ, nos enseña que tras tantos años y heridas causadas por la violencia, también como sociedad debemos abrazarnos desde la resiliencia para tejer desde allí, y en fraternidad, la paz como nuestro nuevo amanecer.
[1] Nombre cambiado por solicitud de la mujer víctima
Por: Emma Avila Garavito
*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, mas no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.