Por la insensatez de algunos, es sensato salir el 21

En Colombia exigir un trato digno es rebeldía, mamertismo, terrorismo o castrochavismo. En Colombia el callarse y actuar como si nada pasara es liderazgo, sensatez, decencia y patriotismo. No se entiende nada, y para este punto, cualquiera creería que nadie quiere entender. Afortunadamente la situación cambió.

El punto de quiebre lo marcará este 21 de noviembre en el paro nacional. Pero ¿es insensatez salir a las calles este jueves 21? ¿Se está incitando al terrorismo al convocar a una protesta pacífica? Parece que los que se oponen a este movimiento de inconformismo no han logrado entender que, en realidad, se marcha por la vida digna y por la sucia muerte. Se marcha por un salario mínimo decente, por el respeto a la importancia de la educación pública, por un paquetazo que a toda costa este gobierno indolente y, hasta ahora, con más errores que aciertos, quiere imponer a los colombianos.

Entre centrales obreras, grupos estudiantiles de universidades públicas, privadas y de colegios públicos y privados, organizaciones sociales e indígenas llenarán las calles de las principales ciudades del país para, al unísono, exigir al gobierno que replantee sus políticas y trate al pueblo como se merece. Sin embargo, hay un fenómeno más allá que se ha venido dando con más regularidad y ha tomado más protagonismo a lo largo de estos últimos años; los líderes estudiantiles.

Laura Ortiz Galindo, estudiante que cursa el último año de bachillerato en el colegio Francisco José de Caldas, en Villavicencio, inició hace aproximadamente dos años su proceso para ser lideresa juvenil y estudiantil. Se vinculó a la OCE cuando inició como representante estudiantil y conoció la organización por Sebastián Bermúdez, un ex-vocero que fue personero del colegio Caldas.

Laura habla del nacimiento de los nuevos líderes. Niños y jóvenes que construyen país y desde corta edad, empiezan a entender las problemáticas que los rodean y cuáles son las soluciones que pueden buscar para así, por medio de su liderazgo, su lucha y su crecimiento, brindar para su entorno un mejor futuro, además de invitar e incitar a estos y al pueblo colombiano en general a salir a la movilización y empaparse de la lucha que se adelanta y a expresar lo que se siente frente a la situación actual. “La importancia de los líderes, en general, sin importar cual sea su temática principal, es la esperanza que le dan al pueblo de seguir en pie de lucha. Los líderes somos los únicos que decidimos por convicción arriesgar nuestra integridad para dar a conocer la realidad de un país. Espero que se movilicen todos los colombianos a lo largo y ancho del territorio nacional. Han sido miles de paros y movilizaciones «fallidas» en los que siempre salimos los mismos, espero que ese día la indignación se haga notar con la movilización pacífica.”

Porque es importante y no es una insensatez, porque debemos aprender de los más jóvenes, de esos que aún con mucho por aprender, tienen más claro que muchos adultos que a toda costa quieren un mejor país. Quieren un presente digno y un futuro tranquilo. Es necesario un cambio de aires, empezar a ver en el panorama paisajes diferentes, paisajes de esperanza y no más desolación. Porque no podemos seguir permitiendo que aumenten y aumenten los más de 500 líderes sociales asesinados, ni cerrar los ojos y taparnos los oídos cuando escuchemos de otros niños muertos en bombardeos, tampoco ignorar el hecho cruel de cómo le faltan el respeto a la vida y se rompen las bases de los acuerdos con los asesinatos de los desmovilizados de las FARC. No podemos seguir dejando pasar que se haga caso omiso a las denuncias de reclutamiento a niños, niñas y jóvenes, o el desplazamiento de campesinos, ni las desapariciones de más de cien mil personas que jamás se explicaron. Los papás que nunca volvieron, primos, tías, abuelas que ya no volverán. Espero, al igual que muchos, que las voces de miles sean una sola voz que retumbe y quede grabada en los anales de la historia por ser la voz del cambio.

Por esto y más yo invito a marchar. Porque la fuerza de un pueblo es la única fuerza que puede cambiar el rumbo de un país destinado al abismo, al desastre, a la perdición.

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