Para empezar, debo aclarar que la medida de aseguramiento que se dictó en contra del expresidente y hoy senador de la República, Álvaro Uribe Vélez, se realiza por presunto fraude procesal y compra de testigos en un proceso que lideró del otro lado el también senador Iván Cepeda Castro. Después de los señalamientos hechos por parte de Álvaro Uribe a Iván Cepeda por manipulación de testigos, se encontró que no existían pruebas suficientes para evidenciar lo señalado por el expresidente y el proceso tomó otro rumbo. Rumbo que haría pasar al senador Uribe del papel de acusador, al de acusado.
En redes se ha visto bastante movimiento a favor y en rechazo de lo sucedido ayer, cuatro de agosto, con Uribe Vélez. Entre frases que hablan de “felicidad” porque por fin se hará justicia en el país, hasta comentarios que hablan de Uribe como el “salvador de la patria”, poco se ha dicho de lo que pueda venir para el futuro. Este es un golpe duro para los poderes políticos del país, ya que después de este importante y notorio golpe en la mesa, se visibiliza lo que muchos no creían; nadie es intocable en este país. Ni siquiera el expresidente más influyente que, a su vez, fue Senador con una votación histórica y quien encabezó la campaña del hoy Presidente de la República Iván Duque Márquez.
Pero es vital preguntarse ¿ahora qué? Porque esto, naturalmente, no acaba acá. Este es el primer paso de una serie de contiendas jurídicas, declaraciones alarmistas y rimbombantes, donde los protagonistas tomarán los papeles de víctimas y victimarios continuamente y robarán la atención de todo el país. Pero hay que pensar en aquellos a los que siempre se les ha dado la espalda. Aquellos afectados por el abandono estatal, la injusticia y el olvido. Es inevitable pensar en cómo se irán a manifestar los diferentes frentes -sociales y armados- después de ver que, al político más nombrado y polémico de la historia del país, se le demostró con este suceso, que no está exento a seguimientos de parte de la justicia colombiana. ¿Cuál será el precio en esta búsqueda de la verdad? Y esto que pregunto, lejos del ánimo de alarmar y generar pánico, es pensando en aquellas zonas rurales, espacios veredales donde han tenido que resistir y sufrir el paramilitarismo y el conflicto armado. Donde pueden narrar el paso de una guerra promovida de manera absurda, con cicatrices en sus calles, casas y en sus cuerpos. Hay que tener en cuenta que los vestigios del paramilitarismo siguen vigentes en la mente de muchas poblaciones afectadas por estos mismos grupos que a lo largo de los años han sido abiertamente simpatizantes de las políticas del expresidente Uribe.
Con todo esto ¿qué podrán esperar estos sectores del país? Hay que tener muy en cuenta esto y esperar que, en el esfuerzo por mantener la paz, no aborden a poblaciones vulnerables e incluso atenten contra los ETCR (Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación) de Las FARC, para no tener que vivir episodios como lo sucedido en el corregimiento de El Aro, Antioquia en 1997, en Mapiripán, Meta también en el año 1997, o Macayepo y El Salado en el año 2000.
La paz debe seguir siendo prioridad en estos tiempos caóticos como los que vivimos y tanto la justicia como aquellos periodistas, comunicadores, fotógrafos y narradores de verdad que trabajamos por la paz de la mano con el campesinado y excombatientes que dejaron a un lado las armas, debemos tener claro que detenerse no es una opción. Hoy más que nunca es menester vigilar los procesos y estar atento a la presencia de grupos en las zonas vulnerables. Además, acompañando a víctimas y exparticipantes del conflicto armado. Debemos pensar ¿y ahora qué? Para no tener que presenciar con dolor más ejecuciones extrajudiciales, más madres como las de Soacha o grupos de teatro como El Tente.
Porque la justicia tarda, pero eventualmente -esperemos- llegará. Y mientras tanto, todo aquél que le apueste a la paz, deberá seguir esforzándose para que sea esta la que prevalezca en un país en el que se han derramado tantas lágrimas, tanta sangre y donde se han perdido tantas vidas.
*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, mas no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.