Después de tomar el Transmilenio a la última parada y meternos como pudimos en un bus urbano llenísimo, las y los otros pasajeros se bajaban uno por uno mientras íbamos pasando bodegas, fábricas y plantas hidroeléctricas. Luego subimos las escaleras medio desmoronadas que llevaban hasta El Charquito, sede de la Institución Educativo Eugenio Diaz Castro – IEEDC. Nos esperaba un sonriente guardia de seguridad, un perro somnoliento y el olor a azufre que nos llegaba del río Bogotá y por supuesto, las y los reporteritos populares de El Cuarto Mosquetero.
El 30% del área de Soacha es urbana, pero el colegio es la única entidad educativa rural en el municipio. Cuenta con diez sedes, entre las cuales, la de la vereda El Charquito es la principal.
Llegamos, las instructoras Karen Tapias, Alejandra Rodríguez y yo, con una presentación y una bolsa de revistas maltratadas para llevar a cabo uno de los talleres que hace parte del proceso de reportería popular que inició El Cuarto Mosquetero en esta escuela en el año 2022. El plan de este día es hablar de daños ambientales y hacer un collage.
– ¡Buenos días, chicas y chicos! Vamos a hacer un juego para despertarnos
–Mientras Alejandra guía una actividad “rompe hielo”, Karen y yo luchamos con el proyector para que prenda. Cuando por fin alumbra el pizarrón -éxito que resulta ser fugaz- tomamos nuestros asientos alrededor del salón y la clase repasa unos conceptos de la sesión pasada: ¿Cuáles son algunas fuentes del conflicto? ¿Qué es estar seguros/as?
Entonces Alejandra lleva la discusión al tema de hoy, daños ambientales:
– ¿Qué ejemplos se les ocurre? -, pregunta ella.
– ¡Basura! -, se escucha en una esquina del salón. – ¡El río! -, responde alguien más.
Anteriormente, el río Bogotá con sus aguas cristalinas, era un plan turístico en los fines de semana, pero, hoy, el afluente que limita con la vereda se destaca por su suciedad, está contaminado por vertimientos industriales y aguas residuales que nubla su superficie con una espuma densa y apestosa.
– ¿Han subido a Monserrate? -, pregunta Alejandra y a coro el estudiantado responde afirmativamente.
– ¿Han visto la capa delgada gris? Eso es el esmog -, les cuenta ella mientras se adentra en una explicación que permita reconocer los conflictos socioambientales del territorio. Alejandra y las y los alumnos siguen intercambiando ejemplos de la contaminación que ven en su día a día.
– ¿Y qué podemos hacer, como estudiantes del colegio? -, cuestiona Alejandra.
Una pausa y una voz tenue rompe el silencio: – Ya está muy avanzada. Siento que no podemos hacer mucho para disminuirlo -, dice una estudiante. Las cabezas asienten y otra alumna agrega que hasta comprar ropa y usar celulares los adentra en situaciones que dañan al ambiente.
– ¿Nada, entonces porque somos personas muy pequeñas? – les cuestiona Alejandra y continúa con la agilidad que se requiere para llegarle a este grupo de adolescentes que pueden transformar su territorio. – Pero la invitación de hoy y de todo este curso es a que vamos a pensarnos como personas de cambio, ¿listo?
Es esta una de las apuestas de El Cuarto Mosquetero, adelantar procesos formativos desde la comunicación alternativa y popular, es decir, desde la fotografía, la radio, la escritura y la producción audiovisual, para que los niños, niñas y jóvenes, además de saber sobre comunicación aprendan sobre la defensa y cuidado del territorio, género y construcción de paz. Estos procesos de formación se han llevado a cabo desde el 2015, en Meta, Guaviare, Santander y Cundinamarca, gracias al apoyo de entidades como Fondo Lunaria o Propaz II.
En la conversación se propone plantar árboles, pero la clase no se ve tan convencida – Igual van a volver a talarlos -, dijo la misma alumna que mencionó lo de “no podemos hacer mucho”. Pero Alejandra se mantiene entusiasta ante el rumbo al que las y los reporteritos habían llevado la conversación. – Planté un árbol cuando era niña y ¡creo que sigue vivo! -, entonces se vieron gestos de aprobación desde la bancada de oposición.
La clase continua y ya están hablando de manera animada y constructiva sobre los tipos de contaminación del aire, suelo y agua. Estamos discutiendo sobre la minería en el páramo de Sumapaz cuando nos interrumpe una llamada al patio para la izada de bandera, la primera que se hace de manera presencial desde la pandemia que empezó hace tres años, esta se realizó en el marco del Día Mundial del Agua.
Mientras los alumnos desfilan, un profe que presenció una porción del nivel de la discusión reflexiona – Son muy pilos-, con lo que estoy totalmente de acuerdo. Los y las estudiantes están inquietos en sus filas y se escuchan risas mezcladas con los himnos de Colombia y Soacha, lo cual les representa un regaño por parte de la coordinadora. Les va mejor con el himno del colegio. Cuando para la música, la rectora retoma la lección con orgullo:
– Somos del campo, ¿sí o no? -, se escucha un gran “Síí” y continúa la programación con una presentación de baile, con una pista como de electrónica mezclada con rock que marca el ritmo al palito de escoba que tiene cada uno de los chicos y chicas de grado noveno.
De vuelta en el salón, es hora de empezar la actividad: usar materiales reciclables para construir un collage con mensaje sobre el cuidado de la naturaleza. Chismeamos mientras recortamos las revistas y periódicos que habíamos traído.
– ¡Hubieras visto la izada anterior! -, me contaba una persona, mientras la otra intentaba su nivel de inglés conversacional conmigo. Luego escuché algo que ya había notado, pero de lo cual no había tenido la oportunidad de hablar con mis compañeras – ¿Y ya sabes que la escuela está derrumbándose? ¿Viste la grieta en el muro? -, me pregunta una de ellas en tono confidencial.